Narrado por Juan Pablo Villamil
Me tire sobre el sillón de la sala de la casa de los Vargas, nunca pensé que viviría nuevamente en el infierno lejos de ella. Moncho se encontraba leyendo uno de sus libros y Martin había salido a quien sabe dónde.
Me encontraba cansado, cerré mis ojos e intenté dormir un poco. El sonido del timbre hizo que abriera los ojos y viera como simón desaparecía a abrir la puerta. Cerré los ojos nuevamente, me imaginé junto a ella, eso me tranquilizaba. Aunque sea lo más cruel, en mi mente todo estaba bien.
- Papo
Abrí mis ojos cuando Moncho me llamo, Isaza se había sentado frente a mí. suspiro bajando la mirada y negó, tomo su cabeza con cansancio.
- Has algo – murmuro – por favor
- ¿algo como qué? – pregunte con el mismo tono, no tenía animo
- Dinos la verdad – suplico – déjanos ayudarte, no te hagas esto
- No me hago nada – me crucifique solo
- Papo, por favor – Moncho se sentaba a mi lado – díganos la verdad
- No – negué, sabía que si lo decía podía salirse todo de control
- Casi se ahoga – conto Isaza observando sus manos, me acomode mejor en el sillón para observarlo – pensó que, si dejaba de existir, todo sería más fácil
Cerré con fuerza mis ojos, nada era fácil y pensar que ella quería dejar de existir hizo que me doliera hasta la última célula de mi cuerpo. Me hinque del sillón y camine por la sala pasando mis manos por mi cabeza, no podía decirle nada a mis amigos, pero tampoco no podía dejar que ella desaparezca. Cualquier cosa menos no verla nunca más.
- Por favor – suplico nuevamente Isaza y se levantó para acercarse a mí – dime que puedo hacer para ayudarte – me observo con su mirada de súplica – te ves pésimo
- Es verdad – Moncho se acercó a el – Ni siquiera hablas, no haces más que suspirar molesto y tirarte en el sillón para cerrar los ojos – me observo serio – y vamos Villa, tu no cierras los ojos para tan solo dormir
- Cierras los ojos para verla ahí – termino la idea Isaza
Debería ser ilegal que mis amigos me conozcan tanto. Quería hablar, pero estaba aterrado, no quería que le hicieran lo mismo que a Ana.
- Iré a hablar con ella – murmure, estaba por caer y tenía miedo de romper lo más preciado que tenía – tratare de convencerla de no hacer algo estúpido
- Usted también debería de dejar de hacer cosas estúpidas – sugirió Moncho – sea honesto con usted, con ella. No la pasa bien y la extraña
- No es verdad que no la amas, la amas más que a ti mismo – Isaza dando en el centro de mi corazón – pero usted sabrá que es lo que hace – movió sus hombros – me conformo con que al menos mantengas con vida a mi mejor amiga porque si le sucede algo – me observo desafiante – juro que lo golpeare
(...)
Ingrese lentamente a su cuarto, nuestras fotos ya no se encontraban en la pared y todo estaba frio. ¿Qué había hecho? Me adentre en silencio y camine hacia ella. Se encontraba dormida. Me senté a su lado y acaricié su mejilla con cariño, extrañaba su piel. Ella frunció el ceño molesta y abrió sus ojos mieles, saqué rápidamente mi mano y cerré mis puños conteniendo mis ganas de besarla.
- ¿Qué haces aquí? – susurro confundida
Intente encontrar las palabras adecuadas para no seguir lastimándola.
- No te mueras – fue lo único que me salió, ella aun no cambiaba su expresión – por favor – suplique
Ella se sentó en la cama y acomodo su cabello detrás de sus orejas, no cambiaba su expresión de confusión. Me observo fijamente y trago saliva.
- ¿vienes a quedarte? – pregunto
Quería, pero no podía.
- No – murmure bajando la vista, no podía verla a los ojos y no amarla como lo hacia
- ¿entonces? – su voz comenzó a romperse
- Solo no cometas una estupidez – suplique, aun no la observaba
- ¿estupidez?
Se levantó de la cama y se puso frente a mí, levantando la vista vi que me observaba desafiante. Me levante para poder observarla mejor, creo que se merecía que al menos la viera a los ojos en silencio. Era hermosa y yo era un gran estúpido.
- Estupidez es que hayas venido hasta aquí a pedirme que no me muera – escupió – tú no tienes derecho, los perdiste el día que me mataste diciendo que no me amabas – se acercó a mí – tú me mataste – golpeo mi pecho con enojo – tú y solo tu – volvió a pegar mi pecho molesta, sus lágrimas comenzaron a caer – me dijiste que me amabas, que era la mujer de tu vida – golpeo una vez más – es tu culpa hacer que te amara, que me imaginara toda una vida contigo – sus golpes no cesaban, pero más me dolían sus palabras - tu acabaste conmigo y aun te dan las agallas de pedirme ¿que no me muera? – golpeo - ¿Quién te crees que eres Juan Pablo?
Me dolía verla así, quería abrazarla, pero necesitaba ser fuerte. Apreté mis labios y mis puños con fuerza.
- Dímelo – murmuro observándome a los ojos – dime ¿Qué haces aquí si no me amas?
Quería decirle que estaba ahí porque podía destruirme si se iba de esta tierra. La observe suplicante, esperaba que me entendiera con tan solo una mirada. Ella se acercó a mí y tomando mis mejillas me beso.
Era lo que necesitaba, la abrace por la cintura atrayéndola a mí con fuerza, pero esto no estaba bien para todo lo que le podía llegar a suceder. Tenía el defecto de ser perfecta y yo tenía la virtud de cagarla.
El aire comenzó a faltar, lentamente nos separamos para pegar nuestras frentes y descansar. No quería abrir los ojos aún. No quería que otra vez vuelva a ser un momento y luego volver a mi fría soledad con el corazón roto.
- ¿de verdad no me amas? – volvió a preguntar con su voz de niña
Trague saliva. Mis acciones no escuchaban a mi cerebro, escuchaban a mi corazón que comencé a asentir, pero al darme cuenta me detuve.
- Solo no hagas estupideces – volví a repetir, decir que la amaba era lo que más quería hacer. Abrí mis ojos y acomodé su cabello nuevamente detrás de su oreja
Se alejó lentamente de mí. Sus ojos mieles se encontraban tristes, agotados.
- Tú no puedes pedirme nada
- Mara – suplique
- No puedes darme instrucciones de cómo solucionar lo que tu rompiste – me observo seria – Si no me amas, ¿Por qué te preocupas por mí? – volvió a cuestionarme - ¿Qué? ¿Te pesa la conciencia? ¿ahora te doy pena? – lanzo una risa triste y a mí me partió aún más el corazón – pues no lo tengas, porque no necesito nada de eso – se volvió a poner seria, se secó las lágrimas - ¿Por qué vienes, si te vas a ir? – susurro viéndome destruida. Suspiro cansada- vete, antes de que me arrepienta por dejarte ir – suplico
Me quede estático frente a ella, aun no se había movido. Nuestros ojos no dejaban de observarse y era una cruel tortura esta situación. Yo me quería quedar, quería que se arrepienta y se amarrara con fuerza a mi cuerpo, pero nada de eso iba a suceder.
Me acerque a ella y bese su coronilla, ella luego de eso movió su cabeza hacia un lado y ahí entendí que era momento de salir antes de que todo se eche a perder.
Aquí les dejo el ultimo capitulo de hoy, no me odien por fissss
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Mi lugar favorito - Juan Pablo Villamil
FanfictionSiempre se nos pregunta cual es nuestro lugar favorito, esperando que nuestra respuesta sea algún lugar de toda la esfera azul en donde estamos parados. Pero... ¿Y si el lugar al cual llamamos favorito se convirtiera en una persona? #1 fanficmorat ...