CAPÍTULO 30

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Hace ya una semana que Jason regresó a casa y he empezado mi último mes de prácticas.

Sergio ha estado unos días fuera, ha viajado por algo de su música, por lo visto le pidieron que actuase en un local en Barcelona.

Odio este calor. Hace un par de días que no me siento demasiado bien. Estoy cansada y no como bien y eso de no comer en mí es bastante raro, soy casi tan termita como mis hermanos y como mucho más que cualquier chica, afortunadamente, debo de tener un metabolismo rápido y no tengo tendencia a engordar.

Estoy trabajando en los planos del apartamento de la Señora López de Usera, pues me han pedido que colabore en ese proyecto. Se supone que debo sentirme halagada, pero creo que es lo menos importante que he hecho hasta ahora.

- Nicky, toma, te he traído un café - me dice Raúl acercándome un vaso de papel de la cafetería. Ahora se dirige a mí y creo que incluso me hace la pelota para que le enseñe a utilizar el programa.

- Muchas gracias - siempre he tomado café y valoro su gesto, pero realmente no me apetece nada.

Dejo el vaso junto a mi ordenador y cuando me llega el olor a café, me viene una arcada y salgo corriendo hacia el baño con el tiempo justo para vomitar.

Estoy segura de que algo me ha sentado mal, la cena que trajo Sergio anoche del restaurante no debía estar en buen estado.

- ¿Estás bien? no tienes buena cara – se interesa Raúl al verme entrar.

- No me siento muy bien, creo que me sentó algo mal anoche - aparto el vasito de café para que no me llegue el olor aguantando las arcadas de nuevo.

- Deberías irte a casa.

- Sí, creo que sí - me siento un poco mareada y miro la hora. Son las cuatro, Sergio sale ahora de trabajar.

No me atrevo a irme sola a casa y no pienso pedir a Raúl que me acompañe, así que llamo, por primera vez, al teléfono de Sergio.

- ¿Nicky? ¿estás bien? ¿necesitas algo? - apenas lo ha dejado sonar y responde algo asustado. Nunca antes le he llamado, así que debe pensar que estoy en una emergencia real.

- Sí, bueno, no me siento muy bien y me preguntaba si puedes acompañarme a casa, estoy un poco mareada.

- Sí, claro. Estoy saliendo del restaurante, llego en diez minutos - no me pregunta nada ni dice nada más. Finaliza la llamada y me quedo pensando que no sabe dónde estoy.

Vuelvo a llamar.

- Sergio, no te he dicho dónde estoy.

- No te preocupes, lo sé. He ...bueno..., he dormido alguna vez en ese portal.

- Ah, vale. Te espero.

Ahora soy yo la que cuelgo un poco avergonzada por su confesión. La verdad es que puede ser un buen sitio para resguardarse, tiene unas escaleras con una zona ajardinada que queda muy cubierta.

Aprovecho esos diez minutos para avisar de que no me siento bien y me voy a casa antes de recibir el mensaje que me dice que está esperándome en la calle.

Sergio me examina con la mirada al verme aparecer.

- Estás un poco pálida, deberías ir a un médico - me dice preocupado.

- No hace falta, lo más seguro es que sea algo que me ha sentado mal.

- Puedo acompañarte, si quieres.

El quinto hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora