3. Primeras Clases

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Ya entenderán por que les puse ese video... Sólo déjense sorprender

De vuelta al dormitorio en Yale, Cece ya estaba esperándome en la puerta de la entrada. Realmente me impresionaba; se veía mucho mejor que yo y sin dedicarle tanto tiempo. Su mirada brillosa y su inocente sonrisa la hacían ver siempre perfecta.

—Me están saliendo raíces, de hecho, ya tengo retoñitos a mi lado— Protestó mi tardanza recargada en el marco de la puerta.

—Calma, tú sabes cómo está el tráfico humano en la mañana. Kenzo te manda esto...

Le entregué su café y lo tomó con ambas manos para calentar sus fríos dedos.

—¿Lo viste? ¿Por qué no me levantaste más temprano?— Me reclamó al caminar a nuestros respectivos edificios— pude haberlo visto.

—Lo intenté, pero me mordiste

—Ok, ok. ¿Cuál es tu primera clase?

—Algo ambiental, ¿Y la tuya?

—Psicología, así que espero que esto tenga mucho café— Dijo poniendo los ojos en blanco dándole un buen trago a su bebida.

—Por supuesto, aquí te dejo linda, te envió un mensaje para ir a almorzar todos juntos— nos separamos frente a mi edificio.

Se giró para lanzarme un beso, el cual tomé y pegué en la mejilla. Después nos alejamos lentamente una de la otra.

[...] 

Cuando escuchas la materia "Ingeniería ambiental"  ¿Cómo te imaginas que es tu profesor? Seguramente piensas en un hombre con barba, gafas clásicas , ropa desgastada;  bebe agua de un coco, estilo hippie ¿no? El mío no era nada así, todo lo contrario. 

Era un hombre obeso de unos 60 años, calvo, con bigote de morsa adicto al cigarro y a los artículos con pieles de reptiles exóticos. Lo único realmente ambiental en ese hombre era la hoja de papel reciclado que llevaba en su mano con la lista de nuestros nombres.

Después de 5 minutos de clase, llegó mi mejor amigo Jacob. Ese chico siempre se retrasaba.

Él no vivía en los dormitorios de la escuela, si no en la casa de sus padres que estaba a menos de 10 minutos de Yale. Era inteligente, pero muy distraído y bastante inseguro.

También estudiaba arquitectura; y es por eso que nos hicimos muy buenos amigos desde el primer día de universidad cuando nos conocimos. Desde ese entonces nos prometimos tomar todas nuestras materias juntas.

El salvavidas para sus retrasos era la gran caja de donas que llegaba todas las mañanas a su casa y que él  llevaba a las clases. Eran de uno de los muchos establecimientos de los que su padre era dueño. El señor era fanático de supervisar la calidad de todas sus franquicias de comida rápida, sólo las pedía para mantener controlado al personal. Y como en su casa nadie las comía, el generoso de Jacob nos compartía una, y todos incluido el hombrecillo de bigote de morsa que nos daba clase,  disfrutábamos de una.

Jacob abrió la puerta y entró tranquilamente al aula como si fuera su casa. El profesor giró en dirección a la puerta para ver quién era y emitió un sonido con la garganta. Jacob cambió la ruta, de su asiento a un lado del mío para el escritorio del profesor. 

Cuando se detuvo frente al Sr. Murray este le preguntó:

—¿Hay de chocolate?

—Creo que sí— contestó indiferente Jacob.

Abrió la caja y le ofreció una servilleta al señor Murray para que la tomara.

—Gracias joven, puede pasar a su asiento.

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