Caminaba detrás de él impaciente por ver a dónde íbamos.
Subimos dos niveles más y abrió la única puerta metálica que estaba al final de las escaleras. Estaba muy oscuro y la curiosidad me mataba.
Abrió la puerta haciendo un fuerte rechinado, y cuando estuvo del otro lado la sostuvo para que yo pudiera pasar.
Llegamos a una hermosa terraza verde. El lugar estaba iluminado por varias tiras de bombillas clásicas que colgaban de vigas de madera. Las paredes del lugar eran de una especie de lona gruesa como de invernadero y pegadas a ellas habían cajas de madera apiladas de hierbas frescas como menta, albahaca, y muchas más que no pude distinguir.
También había algunos maceteros con pequeños árboles. Al centro estaba una mesa de picnic cubierta por un mantel amarillo y dos servicios montados con todo y copas.
Y fue ahí donde me di cuenta que en lo que hacía mis raras conclusiones sobre Charles, él preparaba el lugar donde cenaríamos. Sin duda quería ganarse mi amistad.
—¡Wow, que lugar tan hermoso Charles!, muchas gracias— Le sonreí desde lo más profundo del corazón mientras daba vueltas maravillada por el lugar.
—No es nada— dijo hundiéndose de hombros— No es como los lugares a los que estas acostumbrada. Sólo supuse que te merecías al menos una comida de calidad este día.
Acomodamos en la mesa los contenedores de la comida, y nuestras cosas de un lado de la banca, así que comeríamos del mismo lado junto al otro.
Yo servía los platos y él las copas de vino cuando rompí el delicado silencio.
—Dicen que en este restaurante cocinan muy bien. ¿Sabías que hay una lista de espera de mínimo tres meses?— le dije con una sonrisa bromista.
—Hemos tenido suerte de encontrarlo vacío— sonrió divertido.
Compartimos una mirada amigable y empezamos a cenar.
Lo bueno es que la comida seguía caliente, aunque en el exterior pronto se enfriaría. Sin decir una palabra devoré mi sopa. Sentir algo tibio en el estómago me tranquilizó muchísimo, además el sabor acaramelado y un poco ahumado por mi culpa, la acababan de convertir en mi sopa favorita del mundo; o quizá fue por tanta hambre que tenía, aun así la disfruté como si no hubiera un mañana.
En el siguiente plato, lo comimos con más calma y ahí si pudimos conversar.
—¿Entonces es tu primera vez en la cocina?— Preguntó juguetón.
—¿Tanto se me notaba? Traté de no verme tan novata hasta que pasó lo de la cortada.— Le dije abochornada levantando mi dedo aún con ma bandita.
—No lo dije por eso. La verdad es que todo el tiempo tuviste la etiqueta del precio colgada del mandil— tan sólo de recordarlo se reía de mí.
—¡Oye!, Jaja; esa fue fácil—Me reí con él y le seguí diciendo —En realidad solo se hacer panqueques, los mejores del mundo; pero si me da mucho miedo intentar cosas nuevas. Sabes, las ventajas de vivir con un papá soltero es que te haces experto en eso de ordenar comida— y le di un sorbo a mi copa.
—¿Y por qué ese repentino deseo por aprender? —Preguntó antes de meterse un bocado a la boca.
Me sentía rara en decirle lo de mi semana de prueba ya que a ninguno de mis amigos les había comentado aún. Solo les dije que me ocuparía y si llegaron a pensar que fue por trabajo lo vieron tan normal que no preguntaron más. Aún así la presencia de Charles emanaba algo más, tanta comodidad y calma que era imposible no sentirse en confianza como par decirle todo.
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Todo lo que buscaba
Roman d'amour¿Te ha pasado que los planes resultan mejores en tu mente que en la vida real? Yo era experta en desilusiones de ese tipo. Pensaba que la aparente vida de ensueño que me esperaba después de la graduación lo era todo para mi; hasta que descubrí el...