43. Perderlo todo...

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Me desperté a tiempo para ver la tranquilidad de la ciudad a media noche, era bellísima, más si veía hacia el lado del conductor. Charles tenía una perfecta y delgada sonrisa, nariz fina y triangular, ojos increíblemente verdes, cabello chocolate y la piel un poco rojiza. Era obvio que pasó mucho tiempo paseando por la playa en estos días.

Llegando al edificio de papá le dije que yo bajaría mis cosas, no quería que el portero lo viera o en el peor de los casos, que papá estuviera pendiente de las cámaras de seguridad.

Antes de bajar de la camioneta me dejé impregnar por un profundo beso que esperaba su efecto tuviera duración de dos días. Acaricié de rápido a Cinna que se quedaría con Charles unos días y lo vi alejarse poco a poco de mí.

La subida de doce pisos en el ascensor apenas fue suficiente para guardar todo ese amor en un lugar especial sólo para mí y poder entrar a la casa de papá con la mente fría; debía estar lista para lo que sea. 

Antes de tocar la puerta respiré varias veces, necesitaba tener presente el libreto de buena hija y dejar esperándome por ahí el de la feliz novia de Charles.

Estaba poniendo parte de mi equipaje en el suelo para poder tocar el timbre cuando la puerta se abrió de repente; ya sabía yo que papá estaba pendiente de las cámaras de seguridad y de seguro se había dado cuenta de lo lento que había caminado en el pasillo hasta llegar a su departamento.

De no ser por la gran angustia que evidentemente tenía se habría percatado de muchas cosas como mi expresión soñadora. No obstante, se le veía tan mal que al verle solté las cosas y le di un fuerte abrazo.

—Hija, que bueno que pudiste llegar hoy, aunque no lo parezca me alegra mucho verte—dijo con un hilo de voz y con la mirada vagamente perdida.

—Papá siempre voy a estar aquí para ti, no lo olvides.

Me dio un dulce beso en la frente, tomó mis cosas y entramos a su casa. Dejó todo a un lado de la escalera y le seguí hasta la cocina.

—Ven, te prepararé café...— con la cabeza baja metió las capsulas de café a la cafetera. Vi que ahí tenía varias sucias con quizá la misma bebida cargada, y es que para haber tomado tantos expresos en verdad se sentía mal. Noté que le costaba trabajo hablarme, por lo que inicié yo.

—Oye papi... ¿te he dicho que estoy muy orgullosa de ti por ser increíble arquitecto y sobre todo un gran ser humano?— Levantó la cabeza haciendo un pequeño mohín con los labios, los abrió quizá para decirme algo, pero los volvió a cerrar y siguió con el café— En verdad que eres mi héroe.

Me detuve frente a el y le di un beso en la mejilla. No sabía qué tan grave era el problema por el que estaba pasando, y pensé que nunca está de más recordarle cosas buenas.

Me quedé viéndolo un rato en lo que él preparaba su respectiva taza de café, y después de darle un par de tragos por fin lo soltó:

—Hija, espero sigas pensando lo mismo de mí, después de saber que podemos perder gran parte de la empresa— por fin soltó con gran melancolía el terrible nudo que lo atormentaba.

No pude ocultar que escuchar tan desgarradoras noticias me dejó totalmente impactada, pero mi padre ya estaba neutralizado, y si queríamos salir del hoyo, al menos uno de los dos tenía que reaccionar. Respiré hondo imaginando que era sólo un pequeño problema y encarné lo que él necesitaba ahora más que nunca, esperanza.

—Como te dije, eres mi héroe así que estoy segura que no lo vas a permitir. Sólo dime en que te puedo ayudar y lo haré sin dudarlo...

Una nueva actitud se adueñaba de él, la confianza volvía y espero pronto la perspectiva.

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