76. Todo lo que buscaba...

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Disfruten...

La montaña rusa de mi vida seguía imparable. Aunque más bien, se podía definir como una expedición de búsqueda de tesoros; seguía cualquier rastro esperando que me dirigiera al destino que siempre esperaba, pero que al final resultaba ser solo un pasadizo disfrazado de ilusión que me regresaba al punto de partida.

Con el tiempo,  esa ruleta de expectativas y realidades fue desacelerando hasta quedarse quieta, dando la impresión que no habría ningún otro cambio inesperado. Al menos la vida de hasta ahora parecía la definitiva.


Seis meses después ...

—Ales, cariño,  ya llegué. ¿Estás en casa? 

—¡Terraza! — Le grité al recién llegado desde el balcón donde veía el soleado atardecer junto con Sophia.  Estábamos en un banco mecedor disfrutando de los cálidos rayos de sol. La pequeña amaba la aquella vista desde el piso 14, yo también.

Papá nos había dejado su cómodo departamento casi desde que volvimos el diciembre pasado. Él ya tenía planeado mudarse a la casa Edevane después de que a la abuela le dieran algunas crisis nerviosas por la pandemia  y decidiera pasar una larga temporada en un cómodo rancho de Texas. Típico de ella.

Se escucharon los pasos de Jacob por el piso de mármol hasta que llegó a nosotras.

—¿Cómo están mis chicas? — Se inclinó y me dio un suave beso en los labios. Después tomó con cuidado a Sophia que le reclamaba que la llevase a sus brazos.

—Perfectas, esperándote para que prepares la cena. — le hice una sonrisita traviesa delatando que en todo el día no me había preocupado en lo más mínimo por la cocina.

—Amor, que aprovechada, y  yo que he pasado todo el día trabajando remodelando tu oficina.

—Pero si esos cambios son necesarios. Nadie puede cuidar a Sophia, y necesita su propio espacio para jugar  y hacer sus cosas. No la puedes dejar tras su restirador todo el día, que tal si tampoco quiere ser arquitecta.

—Ales, muero de amor al verla hacer sus primeros planos...

—Apenas va a cumplir un año...

Obviamente yo no quería forzar a mi hija a nada como me hicieron a mí.

— Ok, tu ganas... pero cuando sea una adolescente y no sepa que estudiar será tu absoluta culpa...

—Asumo toda la culpa Rinaldi.

Se sentó a un lado de mi, procurando acomodar a la bebé sobre sus piernas. Me miró travieso con ganas de darme un beso. Sonrojada le sonreí y me fui acercando lentamente a él.

Sus suaves labios tocaron los míos de una forma muy tierna y dulce.

Así lo era todo con él.

Salir con Jacob era como estar en una suave y esponjosa nube de algodón. Todo era calma, tranquilidad cariño...

En definitiva balancear el carácter desesperado de mi padre con la serenidad de Jacob fue lo mejor que les pudo haber pasado durante la pandemia.

Lo cierto es que mientras estuve lejos de casa, mi padre tuvo que sacrificar muchas cosas por mantener a sus empleados y evitar despidos. Además con la interrupción y cancelación de varios proyectos, la prosperidad de la compañía se vio severamente afectada.  Sin embargo, tanto él como su equipo de confianza trabajaban duro para seguir adelante.

Lamentablemente el tío Hugh y Mackenzie tuvieron que ser despedidos de muy mala manera. Ellos planearon el fracasado intento de demanda, una que me llevó a invertir mi herencia a la otra punta del país donde me esperaba el Sr. Morrison con buenas noticias según él. Constantemente me llamaba para visitarlo y ver el fruto de mi inversión. Sin embargo, yo había estado aplazando ese viaje por muchos motivos; incluso hasta papá y Jacob presionaban para que fuera. Al final del día me mentalizaba que ese dinero no era mío, que sería como un regalo del abuelo Antony Edevane para Sophia. 

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora