Viejita pero bonita... pongan la canción junto donde vean lo siguiente: (SONG)La tarde se nos fue en risas, burlas y comentarios muy crudos. Quien sabe cuánto tiempo ya había pasado, cuando en un pequeño espacio de silencio entre las risas escuchamos un ruidito.
Me levanté con el abrigo puesto al revés a ver mi bolso que había dejado colgado en la silla.
Vi en mi celular muchos mensajes y llamadas perdidas. No había alcanzado a contestar la última, así que le llamé a Cece.
—Debo llamar a mi amiga, lo siento— le dije a Charles y el asintió.
Me acomodaba el abrigo mientras esperaba a que me contestaran del otro lado, mientras Charles juntaba todos los trabajos esparcidos por su sala.
—¿Hola?, ¿Cece?— Tenía miedo de escuchar una regañina nivel: Mi abuela.
—¡Amiga! ¿Dónde estás? Muero de hambre y de seguro tú también. Volví al dormitorio y no te encontré. Hasta le pregunté a Hannah y Olivia por ti. Me dijeron que no habías llegado.
Si Cece había hablado con las otras chicas del dormitorio significaba que de verdad estaba preocupada. Eso me tranquilizó.
—Sí, tuve un pequeño accidente por la lluvia y me tuve que refugiar en un lugar.
—¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Quieres que pasemos por ti?
—Si amiga, hace mucho debí volver pero se nos fue el tiempo volando.— Al instante me mordí la lengua por tal indiscreción con la experta en leer entre líneas.
—¿Nos?— Su preocupación se convirtió en su habitual curiosidad.
—Te explico cuando llegues, ¿Vale? Por lo mientras te mando mi ubicación y no olvides traerme ropa seca.
—Muero por encontrarte guapa— La emoción desapareció la preocupación de Cece en un instante — hoy toca cenar donde Kenzo, llegamos en Diez... "Ciao"— Me tronó un beso en la bocina del teléfono y me colgó.
Charles que silenciosamente había llegado hasta su escritorio, sostenía en el rostro la pregunta ¿Todo bien?
—Mis amigos ya vienen, y con ropa seca — le dije para tranquilizarle.
—Si claro— Tenía las manos en el bolsillo— ¿Escuché que saldrán a cenar verdad?
—Sí, comida Japonesa. ¿Te gusta?
—No es mi favorita. Pero si la saben preparar se puede disfrutar.
—Estoy en total acuerdo contigo. —Finalicé con un movimiento de mano.
Después se hizo un silencio incómodo y solo nos comunicábamos con la mirada.
La de él decía "me agradó estar contigo" y la mía decía "a mí también, pero muero de frio y hambre".
Era increíble como nuestras risas no brotaban más. Lo único que se me ocurrió para quitarle tensión al momento fue:
—¿Quiere que lleve su abrigo a la lavandería? Sería lo menos que podría hacer para agradecerle todo lo que ha hecho.
—No se preocupe, ya tengo mi lugar. Si quiere puede devolverlo después. No quiero ni imaginar lo que pensaría algún extraño si te ve salir de mi oficina, así... — me señaló nervioso.
—Claro, sería una locura.
Más silencio...
—¿Usted con que se cubrirá?— Señaló atrás de mí, hacia el perchero donde estaba colgado un saco. —Ah ok— y hubo otro largo silencio.
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Todo lo que buscaba
Romantizm¿Te ha pasado que los planes resultan mejores en tu mente que en la vida real? Yo era experta en desilusiones de ese tipo. Pensaba que la aparente vida de ensueño que me esperaba después de la graduación lo era todo para mi; hasta que descubrí el...