48. Mudanza

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¿Ya extrañaban nuevos capítulos? Yo si... Disfruten. 



—¿De qué van a querer su malteada?— nos preguntó Kenzo con una mano en la licuadora y otra en sus enormes botes de proteína. 

Todos le hicimos mala cara, aunque a cualquiera que despierte un sábado a las seis de la mañana  haría lo mismo. 

—Yo no quiero esa cosa rara— dijo Cece con voz de niña chiquita escondiendo la cara en su sudadera holgada.

—A mi me prohibió mi doctor consumir polvos extraños— dijo Michel con desdén.

—Michel, a ti te prohibieron consumir cualquier tipo de polvo — le contestó Jacob con burla.

—Con mayor razón, no puedo desayunar solo una malteada— hizo morritos, caminó para el sillón y se sentó tan plácidamente como si estuviera en la playa tomando el sol.

—A ver, a ver; aquí no es un restaurante. Hay sabor vainilla o chocolate, ¿Cuál quieren?, ah y si se tardan en elegir les pongo un huevo crudo para mayor efecto...—Enarcó la ceja y nos miró tan amenazador con eso de ponerle un huevo crudo que rápido nos acercamos para su rinconcito de malteadas.

—¡Yo Chocolate!

—¡Yo vainilla, vainilla!

—Yo quiero una mezcla de ambas, a ver que tal sabe.

Sabía peor de lo que se veía. La malteada era una mezcla espesa apenas pintada de color café. Kenzo nos aseguró que con esto no nos daría hambre en todo el día y tenía razón. Lo que nos dio fue un severo malestar estomacal.

Habíamos planeado dedicar el sábado entero para pintar nuestro nuevo departamento y  así poder empezar a mudarnos el domingo. Nos pusimos  nuestras ropas más viejas  y descuidadas para pintar;  quizá en quince horas podríamos terminar entre los cinco todo el lugar. 

Kenzo y Jacob al ser los más altos pintaron los techos de blanco; Michel y Cece como los más desesperados se dedicaron a las paredes de las habitaciones y yo me encargué de los espacios mas pequeños de la cocina y de la sala  que requerían mas precisión.

Lo que más disfrutamos fueron la horas eternas de karaoke, claro que no siempre nos gustaba la música de otros pero tomábamos turnos para la preferencia de cada quien. Desde la distancia de nuestros respectivos espacios seguíamos platicando de todo, y es que no sé de dónde sacábamos tantos temas tan diferentes; todas las historias eran disparatadas e interesantes al mismo tiempo.

El día se nos fue rápido; eso fue una gran señal de que viviendo juntos nunca nos aburriríamos; bueno, de hecho, la dinámica de pintar con brocha gorda nunca sonó para nada aburrida para mí, supongo que forma parte de mi lado artístico. Nada que ver con el pobre de Michel que se quedó dormido en el cuarto de baño, se recargó en la pared con pintura fresca y ahora parece que trae el pedazo de máscara de "el fantasma de la ópera" .

Terminando nuestro maratónico día de pintura, hicimos una exhaustiva cata de pizza para elegir a la mejor de la zona y tener nuestro lugar para futuras ocasiones.

—Yo creo que la mejor es la pizza de "Luiguii's"— dijo Kenzo zampándose su octava rebanada llena de embutidos de todo tipo.

—Pero su masa no es tan fina y bien horneada como la de la "Pizzalopolis"— dijo Michel; el único de los cinco con gusto refinado.

—Yo aceptó cualquiera que venga con una buena cantidad de queso— les confesé terminando mi sexta rebanada atascada de salsa cátsup.

—No puedo creer que tu novio te lleve a Italia, no te lo mereces— dijo Jacob moviendo la cabeza en negación como si yo fuera un caso perdido.

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora