56. Nueva York huele a Amor

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... 

— Charles, cielo; además de ir a tu junta negocios en el partido de béisbol, qué más vamos a hacer en Nueva York?— le pregunté bajándome los lentes oscuros al ver las señalizaciones en la carretera.

— Es sorpresa— dijo reprimiendo una gran sonrisa. Se le marcaban unas interesantes arrugas en los ojos por la presión de contenerse... ¿Qué ocultaba?

— Anda dime...

—¿Y para qué quieres saberlo?

—Para organizarme o ir planeando algo...

—Oh linda, a partir de hoy quiero que dejes de tener controlado el futuro y disfrutes del momento.

—Charles no se si pueda... he vivido planeando cada minuto de mi vida que ahora ni se que voy a hacer o a que me voy a dedicar.

—Bueno, entonces yo voy a planear y tú vas a disfrutar ¿de acuerdo?

—De acuerdo, cielo...

Lo  cierto es que el camino a Nueva York no era extremadamente bello, y cuando el sol apenas se está poniendo pintaba el cielo de un tono violeta grisáceo nada agradable. No obstante, la compañía de Charles era suficiente y sobraba para hacerme sentir la chica más afortunadas de todas.

Obviamente aún tenía abierta una herida considerable que dejaría cicatriz, sin embargo Charles se estaba encargando de curarla poco a poco haciéndome sentir que no estaba sola.

El resto del camino me entretuve mostrándole mis canciones favoritas, mi inexistente talento de llegar a notas altas al cantar, mi gran habilidad de hacer bombas con la goma de mascar y pasé haciendo una lista de los posibles lugares donde podríamos ir. Él solo escuchaba paciente y se reía de todo lo que hacia; y antes de enloquecerlo llegamos a la ciudad. Desayunamos en un restaurante deliciosos expresos y croissants; y llegamos al imponente estadio de los Yankees de Nueva York.

En la tienda me compró una camisa holgada del equipo, una gorra que le combinaba y un guante de piel clara por si las dudas; el sólo se puso la gorra negra del equipo de Baltimore que le quedaba de maravilla. Había días que de verdad se veía tan joven y atractivo como hoy, lo más probable que por su junta de negocios se haya arreglado un poco más de lo normal.

Llegamos con tiempo a nuestros excelentes lugares casi al ras del césped y me empezó a explicar como era el juego...

—... entonces si en las nueve carreras ninguno de los equipos ha hecho una carrera o quedan empates, el juego se alarga y se va a un...

—Tiempo extra— le dije con expresión de que era obvio.

—¿Por qué no me dijiste que conoces el juego?

—Por que no me lo preguntaste Charles, tuviste horas para hacerlo y yo fui la única que parloteaba como loca.

—¿Y que hay de mi? También pasé horas explicándote el juego como loco y nunca me dijiste que parara.

—Estabas tan concentrado que no te quise interrumpir... — le dedique una sonrisita traviesa y el fingía que se enojaba, bastó acercarnos un par de centímetros para fundirnos en un profundo beso.

Empezando el partido ordenamos cerveza y disfrutábamos el hermoso día soleado juntos. Así era estar con Charles, el resto del mundo desaparecía y solo éramos él y yo. Me gustaba girar a ver su perfil, sus ojos extremadamente verdes con el reflejo del césped, ver la caída recta de su nariz triangular, y los hoyuelos que se le marcaban al sonreír... Cuando me descubría viéndolo me giraba rápido a otra dirección; y si se daban cuenta me atraía hacia él y me impregnaba un firme beso en la mejilla;  cada que lo hacía se me quedaba un chistoso cosquilleo por su recién crecida barba.

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