58. Último "Café Verde"

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Los planes para el casamiento estaban prácticamente listos. Queríamos algo pequeño y sencillo ya que ese mismo día en la noche viajaríamos a Roma. Me decidí por reservar la terraza privada de un restaurante de la ciudad; después de lo civil cómodamente podíamos ir y celebrar con nuestros amigos más cercanos.

Acomodaba parte de mis equipaje del viaje en mi habitación cuando sonó el timbre del departamento; como siempre era la única que se encontraba en casa; los perros dieron vueltas emocionados hasta que abrí la puerta. Era un repartidor con una gran caja blanca, le firmé de recibido y la llevé con cuidado a mi habitación.

Cinna , Stella y yo estábamos ansiosos por ver que había adentro; y es que ellos ya estaban mal acostumbrados a que todos los repartidores llevaban algo delicioso de comer; pero en esta ocasión fue diferente. Dentro de la caja había un vestido; EL VESTIDO.

Era de un tono rosa suave, de telas vaporosas y delgadas que caían hasta el suelo; en el pecho un sin fin de pequeñas flores sobrepuestas cubrían la transparencia de la tela tan delgada y clara como mi tono de piel. Era realmente hermoso.

Yo ya había pensado usar un vestido azul claro que tenía guardado en el armario desde hacía un tiempo, pero este sin duda superaba las expectativas; y aunque no fuese blanco era más que perfecto. Claro que atrás de tan buen gusto sólo había una persona responsable; Blake. Al fondo de la caja había una carta con una tarjeta escrita a mano, esta decía:

Mi querida Alessa:

Muchas gracias por permitirme estar en tu vida desde el día que nos conocimos, por darme una oportunidad y darme un pedacito de tu gran corazón. Espero haber sido lo que quisieras que fuera cuando me llegaste a necesitar; y aunque no compartimos la misma sangre, te quiero como tal; siempre te querré como una querida cómplice, amiga e hija. No tienes una idea lo contenta que me ha puesto saber que iniciarás esta nueva etapa en tu vida, estoy segura que estará llena de felicidad y buenos momentos. Puedes contar conmigo siempre que lo desees, y aunque quizá tengas algunas heridas ahora en tu corazón, no olvides que la mejor parte es cuando sanan.

Espero que mi regalo sea oportuno y de tu agrado.

Con todo mi amor, Blake.

En alguna parte de la carta empecé a llorar, quizá desde el inicio. Una parte de mi se sentía culpable por dejarle demasiado amor al recuerdo de mi madre y no a la mujer que de verdad intentó hacerme sentir el cariño de tener una; y otra parte de mí se sentía muy afortunada por saber que no todo estaba perdido; si una persona que no era de mi sangre me quería, quizá mi propia familia con el tiempo cambiaría. Blake en verdad valía oro, además me había dado un hermanito hermoso, no podía estar mas agradecida con ella.

Colgué en un perchero el vestido, cuidando que no se cayera todo el amor impregnado en él; ahora con más ansias esperaba el viernes.

[...]

Casi al anochecer recibí un mensaje de los chicos pidiéndome que fuera a nuestro querido café verde. Con todos tan ocupados; apenas si nos veíamos en las noches y eso que vivíamos juntos.

Fui la primera en llegar, así que saludé a los gemelos; me prepararon un paninni de quesos, conecté la extensión escondida y me senté en la parte hundida del sillón.

Me iba de viaje casi un mes, y aún así sentía que extrañaría el lugar como si nunca más pudiera volver a estar aquí, olía a que sería la última vez.

Los chicos empezaron a llegar poco a poco de su respectivo trabajo; Michel de una reconocida empresa que le había ofrecido un puesto desde antes de la graduación, Jacob de la oficina de su padre, Kenzo era asistente del entrenador del equipo de futbol de Yale; al parecer el deporte le había convencido más que las leyes, y Cece llegó más que cansada con su arrugado uniforme del hospital y un nido de paja en lugar de cabello; era pasante en un hospital al que su padre la había ingresado, apenas si tenía tiempo para descansar.

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