71. Sin rumbo

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Cinco meses después...

Yo pensaba que acampando fuera de casa de Charles o haciéndole miles de llamadas a todos los medios posibles Charles aparecería, pero no fue así. 

En la horrible carta dejó una gran suma de dinero en efectivo y una tarjeta de crédito de lo cual no tomé ni un centavo. Me vi tentada a gastar una exorbitante cantidad y ver si así aparecía, pero prefería esperar a que él llegara cuando le naciera de verdad estar conmigo. 

Pasados unos meses en Hartford,  temí que mi padre fuera a buscarme, y al enterarse de mi lamentable situación me dijera un cruel "Te lo dije"; claro que odiaría más escuchárselo a la abuela. Sin embargo mis amigos mantuvieron absoluta discreción. 

Pasé días enteros viendo por la ventana pensando que hacer, y no por mi... una pequeña criatura hacía de todo por hacerse notar y yo aún sin conocerla no podía decirle que no a nada.

Además la pandemia avanzaba con gran velocidad. Era difícil ignorar los precipitados estragos que estaba causando un virus invisible  en todo el mundo; yo sólo deseaba que Charles estuviera bien.  Nada me destruiría de tantas maneras posibles como eso. 

Con los chicos todo iba relativamente tranquilo. Las cosas con Jacob se relajaron un poco al estar cada quien encerrado en su habitación; pero al iniciar la pandemia prefirió volver un par de meses a su casa y también así ayudarle a su padre. Michel ahora tenia toda una oficina instalada en su habitación, solo salía un par de veces al día por comida o sacar la montaña de trastes sucios que deambulaban por ahí. Kenzo al no poder entrenar como antes, ni encontrar un despacho de abogados donde iniciar su carrera profesional, le ayudaba a su tío en el restaurante japonés con las entregas en línea. Y Cece..., la pobre de Cece estaba al frente del campo de batalla. Aunque se estaba especializando en pediatría, justo en ese momento todos apoyaban a los contagiados de Covid. Ocasionalmente llegaba a dormir y por mudas limpias. Ella temía ser una peligrosa portadora y arriesgarnos a tenerlo... Me dolía no verla, pero teniendo en cuenta la critica situación y su valentía por ayudar no le podíamos decir que no.  

[...]

Una recién oscurecida tarde, recibí una llamada;  una horrible llamada.

Como siempre estaba sola en el departamento, así que corrí como loca a contestar.

—Chicos... ¿Ya vienen? ¿Traen la cena?— contesté en automático sin escuchar, ni preguntar; sin pensar...

—¿Alessa? ¿Eres tu hija?— dijo una temblorosa y agotada voz tras la bocina.

—Oh por dios... ¡No puedo creer que seas tú! — contesté casi a punto de llorar.

—Oh linda...  lamento no haberte llamado antes. Sentía que si lo hacía traicionaría a ...

—Pero si por mi no habría problema... Como si no me conocieras...

—Querida... realmente lamento no haber mantenido comunicación todo este tiempo; sin embargo lamento más hablarte por los motivos por los que lo estoy haciendo.... — la voz afrancesada de la Sra. Chevalier se empezó a entrecortar y sin saber más mi corazón ya dolía... presentía el golpe, uno muy profundo.

—Por favor dime... sea lo que sea necesito saberlo.

—No se ni cómo empezar, es sobre Charles...— Ahí empezó el dolor—  Ya sabes cómo es, no se pudo mantener quieto, ni la cancelación de vuelos por la pandemia lo detuvo. Hizo tantos transbordos para llegar a Australia con su hijo que... — su sentido de madre asesinaba a mis nervios. Su dolor hacía doler aún más al mío. Tenía que saberlo... ¡YA!

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora