13. Enfermeras + Sexys = $$$

75 8 4
                                    




Les dejo una canción para animar el capítulo... Disfruten

Cuando llegué al dormitorio me sentía en una despedida de solteros organizada por el personal de un hospital.

Las chicas ya se estaban alistando como enfermeras coquetas. Se les veía la gran organización entre ellas porque sus atuendos eran muy similares, que consistían en una camisa blanca de manga larga con cuello abierto, mini falda y mallas, todo en blanco, por supuesto. En la cabeza ya se habían ajustado una cofia con la cruz roja y calzaban unos pequeños tacones, fue muy prudente de su parte no usar unos tan altos. Las privilegiadas estaban encantadas por mostrar parte de sus atributos frontales. Las que lo carecían, estaban bien maquilladas, (demasiado para mi gusto), pero lucían bien. Conmigo sería un grupo de 5 chicas.

Cece ya estaba lista y muy eufórica. Su emoción era palpable. Estas cosas le chiflaban. Al ver que todas estaban muy coquetas quise echarme para atrás, sentía que no encajaría con ellas.

Me obligaron a mostrarles mi vestuario y cuando lo vieron vi que algunas querían arrancármelo con la vista; claro, era el único en que cada prenda era de diseñador. Cuando por fin volví a aceptar, Cece me abrazó con fuerza y me llenó de besitos, lo bueno es que aún no se pintaba los labios de tono rojo malvado.

No podía quitarme de la mente las estrictas reglas de la abuela sobre mi imagen pública, yo no era de las que hacían escenas en público o ni de las que subía cualquier cosa a las redes sociales.

Cada que quería hacer algo divertido, se me venía a la mente  la cara de mi abuela y de inmediato me arrepentía; lo tenía prohibido...  pero hoy me sentía diferente. Esto iba a ser por mi amiga y los pacientes del hospital. Por lo que dejé mi vergüenza y el "qué dirán" en la ropa de la mañana, y me vestí con lo que sería una atrevida experiencia universitaria, además tenía la esperanza que nadie me reconociera. 

A pesar de que ya había aceptado, Cece seguía dándome razones por las que debería acompañarla, como por ejemplo que yo era perfecta para convencer a los profesores o los más tacaños. Además con esa suplica como de gatita abandonada no pude decirle que no.

Al verme ya totalmente vestida, le gustó tanto el efecto de la blusa larga, que dijo que parecía más una bata de doctor, así que me designó con el grupo de doctores; que consistía en un par de chicos bien ejercitados con la camisa floja, un estetoscopio y bata blanca.

Me prestaron un estetoscopio que colgué en el cuello, un termómetro que guardé en el bolsillo del frente y me puse unos lentes de armazón negro sin aumento para reforzar el atuendo. Me dejé el chongo de la mañana, y con unas horquillas lo ajusté junto con la cofia.

Salí de mi habitación y las chicas estaban fascinadas con mis resplandecientes botines transparentes puntiagudos.

El exagerado maquillaje de las otras no me convencía mucho. Además debíamos pasar mucho tiempo expuestas al ambiente. Me puse una base de maquillaje clara con protector solar. Una de las chicas me dijo que mis ojos eran muy lindos y que podía reforzar la profundidad de mi mirada con una extensión de pestañas. La idea al principio no me agradó por que odiaba el ardor del pegamento de pestañas, hasta que ella me juró que lo aplicaría con mucho cuidado y que apenas si las sentiría. Y tuvo razón. Aunque remarcó mis facciones, me gustó que no me veía tan diferente a la yo sin maquillaje. Con una ligera sombra de ojos negra, el color azul de mis ojos brillaba como nunca. En poco tiempo todas habían hecho un excelente trabajo consigo mismas.

Llegando al área más concurrida del campus, los chicos de su equipo ya habían montado todo, las mesas con las hojas de inscripción, cajas selladas para el dinero, letreros con el propósito de la recaudación y otros carteles más puestos en caballetes con la invitación a la fiesta estilo Medio Oriente, ósea algo entre árabe e hindú.

Nos separamos en dos grupos para abarcar a las personas que caminaban en ambos sentidos. Cece me dejó con los otros dos muchachos ejercitados y aunque se les veía que tenían frio, lucían muy bien. Me uní a su equipo de "los doctores" y las otras chicas conformaron el equipo de "las enfermeras".

Al ver lo llamativo que había sido la recaudación, me puse a pensar en que locura había aprobado el consejo de profesores, quizá por que el papá de Cece era gobernador del estado y a pesar que llevaban sus lazos familiares bastantes escondidos, el Sr. Williams daba generosas donaciones a la universidad.

Sin duda llamábamos la atención, este tipo de cosas casi no se veía en Yale; con decir que descubrí a algunos cerdos fotografiando al equipo de las chicas. Supongo que es el tipo de cosas al que te expones si vistes así.

Lo importante era que la colecta tenía bastante éxito. Muchos chicos y chicas se acercaban quizá para coquetear; lo que no esperaban era que Cece los había entrenado bien. De todas las personas que abordábamos o se nos acercaban, un 90% hacia una donación, algunos compraban boletos extra para sus acompañantes. Nadie quería perderse la oportunidad de asistir a una fiesta la casa NX (N'cs).

La meta se logró antes de lo esperado, pero seguían habiendo personas que querían apartar un lugar en la fiesta y volvían con algunos artículos para completar el costo de su boleto, si querían obtener algo extra debíamos permanecer ahí hasta que el ultimo donante se fuera. Lo cual ocurrió tan pronto como el día se tornó gris.

Odié llevar ese ligero atuendo al sentir las primeras ráfagas de viento fresco. Sin esperarlo, este embraveció y se llevó volando algunos carteles y levantó unas faldas.  Los doctores de inmediato trataron de ajustar los pocos carteles que quedaban en su lugar.

No obstante, ignorábamos que las rodillas de la abuela tenían razón, la fuerte lluvia no tardó en llegar.

Un chico fue rápido por su auto, y bajo los inicios de la lluvia guardamos todas las cosas de la recaudación. Cece me dijo que fuera con ellos a su edifico de medicina en lo que hacían los conteos y presentaban cuentas un profesor, pero ya iban bastante llenos y le dije que prefería ir al dormitorio a cambiarme y refugiarme.

Al principio no estaba muy convencida pero le dije que traía un paraguas en el bolso, no muy tranquila aceptó, y se fue como sardina con los todos los chicos.

Fue muy incómodo caminar bajo la lluvia con un pequeño e inservible paraguas que se rompió con la primera ráfaga fuerte de viento. Lo peor vino cuando con el agua, se me despegó una pestaña postiza y me entró bloqueador al ojo; la combinación de ambos en verdad que ardía.

Con la poca visión disponible y la ropa más que empapada, no podía llegar hasta mi dormitorio. Me detuve en un edificio administrativo para refugiarme y buscar un baño con urgencia.

Con lo poco que veía recordé haber estado en este pasillo antes y haber visto cerca un baño de hombres. Di un par de vueltas por un solitario pasillo y encontré el letrero de sanitario de caballeros.

El ardor era cada vez más fuerte y el frotarme el ojo lo hizo peor, sólo alcancé a ver la perilla dorada de la puerta de alado del baño, suponiendo que correspondía al de las damas. Abrí a ciegas la puerta y al cerrarla me recargué en ella con los ojos aún cerrados.

Estaba tan feliz por haber llegado al tocador que me daba por bien servida si ya no volvía a abrir los ojos. Cada parpadeo significaba un gran sacrificio. Pasaron unos instantes e hice un esfuerzo sobre humano para ver el lugar y llegar al lavamanos.

Pero no fue así.

Lo primero que distinguí fue que no había mobiliario de un baño, así que los volví a cerrar deseando haber visto mal, tenía miedo de volverlos a abrir. Volví a hacer otro esfuerzo ignorando el ardor y lo que estaba enfrente era lo que en ninguno de mis más extraños sueños pude haber imaginado. Estaba en la oficina del profesor Charles Richmond.

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora