32. La Fiesta Arabe 1

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Antes de que lean y pongan la canción a todo volumen quiero que sepan que ha sido una de las partes que mas disfruté escribir, espero también la disfrutes.

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La casa de la hermandad NX era muy conocida en toda la ciudad. Una gran construcción blanca de tres niveles, con el característico estilo paladino de la Casa Blanca no era fácil de ignorar.

El imponente pórtico formado por altas columnas y un techo triangular, ahora estaba decorado con telas vaporosas que colgaban desde los balcones del segundo piso, todas en tonos rosas, anaranjados, violetas y dorados.

Dos chicos altos y corpulentos del equipo de futbol de Kenzo, custodiaban la puerta de la entrada recibiendo los boletos para poder acceder a la fiesta. Les habían untado en la piel bronceador y los habían uniformado con el mismo pantalón aperlado flojo que ajustaba en los tobillos, un fajín dorado lo mantenía bien sujeto en la cintura; el chaleco corto dejaba ver sus marcadas abdominales y un típico turbante abombado les daba la imagen perfecta de ser los genios de una lámpara.

Después de cruzar la imponente puerta custodiada, veías como la sala y el comedor habían sido transformados en un increíble set de maquillaje y vestuario.

Estaba instalada una larga fila de espejos luminosos, en cada uno había una chica encargada completar el vestuario de los invitados.

A todos se les iba colocando el bindi a la mitad de la frente; para las damas era un diamante con pegatina y a los caballeros se les pintaba un punto negro con el dedo. Así mismo, se les delineó los ojos con negro a todos.

Algunos invitados habían seguido la recomendación de dejarse crecer unas semanas la barba, y a otros les pegaron o pintaron una falsa.

También había algunos aparadores con turbantes a cuadros blancos y rojos para los hombres, velos traslucidos para las damas y una gran variedad de joyería dorada de fantasía. Mujeres y hombres podían usar exagerados collares, pulseras gruesas, perforaciones y anillos; además, todos sin falta debíamos traer una pulsera en el tobillo con ruidosos cascabeles; al bailar se escucharía sensacional.

Se necesitaba cruzar un largo pasillo convertido en un laberinto de tiras colgantes de telas rosa y magenta para llegar al jardín trasero donde estaba el corazón de la fiesta.

En los laterales del lugar se habían montado unas llamativas carpas con mesas bajas, pequeños sillones y cientos de cojines. Los pronósticos indicaban que no se usarían tanto ya que la mayoría de los asistentes estarían en la iluminada pista de baile de cristal al centro. 

Al fondo del jardín se colocó un pequeño escenario con un dj y  un reducido conjunto musical probablemente originario de Nueva Delhi.

Las cajas de decoraciones que tuvimos apiladas en el dormitorio, por fin tomaron su lugar en las alturas. Tiras y tiras de lámparas de papel coloridas  le daban vida y luz al lugar.

En esquinas poco transitadas, estaban montados distintos escenarios decorados con antigüedades y esculturas doradas de camellos o elefantes; algunos fotógrafos con cámaras instantáneas capturaban bellos recuerdos a los invitados.

En un rinconcito estaban unas personas tatuando los pies y manos con henna. Y mi esquina favorita fue la del de café turco preparado en un carrito de arena caliente. 

La cereza del pastel fue que todos los invitados llegaron bien caracterizados. Predominaban los pantalones flojos y brasieres decorados con pedrería brillante. Aun así, la mezcla de tantas culturas del medio oriente como la árabe, hindú, turca, iraní y más, fue sensacional. Algunos menos originales solo se cubrieron con una gran capa negra dejando solo la cara descubierta.

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