—¿Segura que ya estás lista para hacerlo?
—Pues no, no lo estoy y quizás nunca lo estaré pero si no lo hago ahora, después será más difícil.
—En eso tienes razón guapa. Tu solo ve y enfrenta a esa gente. — dijo Michel con emoción haciendo fuerza con el puño como si me fuera a pelear.
—Vale, tu tampoco la alientes a ir en modo agresivo. — Le dijo Jacob moviendo una mano para que se calmara Michel. — Pero si es importante que antes de ir estés al tanto de algunas cosas. Para empezar, la compañía Edevane ya no está en el mismo edificio. Por reducción de costos tu padre ha tomado medidas más drásticas. La mayoría trabaja desde su casa y si hay que preparar algo estrictamente necesario van unos cuantos a la oficina con muchas medidas...
Y uno a uno, Jacob fue opacando todos esos deslumbrantes recuerdos que alguna vez tuve de la gran compañía de construcción Edevane. En verdad que lo que yo conocía ya no sería lo mismo.
Jacob me llevó a un pequeño edificio de no más de cinco pisos. Su apariencia industrial combinada con un toque de ladrillos rústicos evidenciaron a su diseñador. Mi padre. Se podía notar que sobre una estructura colonial se había remodelado hasta implementarle esa esencia moderna y dinámica. Además por algunos detalles bruscos que solo profesionales podían identificar, era evidente que lo hicieron apresurados.
Se estacionó al frente en un pequeño espacio con una placa con su nombre. Después de su cajón estaba uno vacío sin identificador y el siguiente era el de mi padre. Ahí estaba su inconfundible camioneta negra, con una pegatina de dinosaurio en la parte trasera.
Al bajar del convertible de Jacob se me erizó la piel. Y no era por el aire frío que soplaba y que alborotaba aun más mi cabello. Los sentimientos acobardados por tener que estar aquí rondaban hasta a la célula más lejana de mi ser.
Respiré hondo, cerré los ojos y al sentir un amigable brazo en mi hombro supe que era el momento.
Entrando, una señorita de la recepción rodeada de acrílicos transparentes nos saludó con un movimiento de cabeza, subimos por unas gruesas escaleras de hierro hasta el tercer piso. Era amplio, con vista panorámica a la calle, a los lados se abrían dos tiras de oficinas. De inmediato giré en busca del ocupante de la más grande pero estaba vacía.
Miré extrañada a Jacob. Él me extendió la mano indicándome que esperara en la sala de espera. Se acercó a un escritorio central con una secretaria y hablaron en voz baja.
Jacob caminó de vuelta a mi después de hablar con la mujer y me dijo:
—Tu padre está en una videoconferencia desde la sala de juntas del ultimo piso. Acaba de entrar y parece ser que se alargará. Pero si gustas lo podemos esperar o le envío un mensaje para que salga un momento.
—No, no es necesario. No lo quiero interrumpir y seguro mi visita le causará un gran impacto.
—Eso seguro. Ven, toma algo en mi oficina que sigues temblando.
Me condujo a una oficina con muros de cristal como las otras. Era casi tan grande como la de papa, o aquella a su lado que parecía no tener dueño.
En lo que el preparaba el café di un pequeño recorrido a ese cuarto lleno de muebles de bambú. En su escritorio tenía muy pocas cosas, bajo este habían un par de cajas con más de ellas. Seguro con la mudanza y el aislamiento no había tenido tiempo de desempacar.
—¿Hace cuanto que están aquí?
—Un par de meses.
—Pues ya es bastantito ¿No? Ya deberías hacer toda tuya la oficina.
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Todo lo que buscaba
Romance¿Te ha pasado que los planes resultan mejores en tu mente que en la vida real? Yo era experta en desilusiones de ese tipo. Pensaba que la aparente vida de ensueño que me esperaba después de la graduación lo era todo para mi; hasta que descubrí el...