37. La loca de los globos

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Vienen emociones fuertes e inesperadas... ¡prepárense!

Era sábado por la noche y estaba en la casa de Charles viendo las propuestas de remodelación de su cocina en la computadora. De las cinco posibles, dos le llamaban más la atención. Una más que otra, sin embargo el costo no le convencía del todo. Le dije que a mí me daban un increíble descuento de empleada para que aceptase mi propuesta de pagarme después, sólo que él tenía una gran intuición y presentía que nunca le cobraría un solo centavo.

—Bueno Charles, yo te sugiero esas lámparas largas de cristal transparente como esferas, así se le daría a la isla un aspecto de comedor que puede ser funcional para varias ocasiones— estaba siendo demasiado insistente para que aceptase la opción cara y moderna que tanto le hacía falta a su casa.

—Parecen más unas decoraciones surrealistas; además si no están lo suficientemente alto, puedo chocar con ellas— dijo no muy convencido mientras veíamos la lista de todos los muebles y electrodomésticos que le instalarían.

—No te preocupes, cuando las vayan a instalar diles a que altura las quieres y listo. No van a hacer o poner algo que no te guste al 100%

—¿Y si no estoy cuando las instalen?— dijo poniendo trabas.

—Entonces diles que te esperen para más tarde o al día siguiente.

—¿Y si no estoy al día siguiente?

—¿Y por qué no estarías?— Le pregunté con sospecha. — ¿Acaso pensaba irte de fiesta por ahí mientras yo no esté?

—Mmm... — se hizo el loco tomando bastante tiempo pensando en alguna excusa.

—Ya dime...— le exigí con el ceño fruncido.

—Bueno, pensaba salir unos días a una junta de negocios en Baltimore.

—¿Baltimore? ¿Para negocios? Eso está cerca de donde yo estaré.

—¿Enserio ahí estarás?— dijo fingiendo incredulidad para hacerme desesperar, ¿Que no se daba cuenta que acababa de alterar todo mi ser? —Tal vez nos podamos ver...

Estaba ansiosa, enojada, feliz, molesta y todo por este hombre.

Triunfante por haber logrado su objetivo de sacarme de quicio me atrajo hacia el para darme un beso de disculpa; al principio me resistí pero eran tan deliciosos y alucinantes que no me podía negar a uno o muchos de ellos.

Con una mano en la manija de la puerta de mi camioneta y la otra en el cuello de Charles, me despedía de él dejándole mis labios marcados para cuando nos volviéramos la próxima semana en Baltimore. Desde que dijo la noticia no dejaba de pensar en todo lo que podíamos hacer juntos allá, sentía que las piernas se me derretían; hasta que el sonido de la canción de U2 y nos distrajo a los dos.

Contesté el teléfono, mientras Charles seguía dándole pequeños besos a mi mano libre, y de pronto cuando me  llevó a otra dimensión la voz temblorosa de papá que dijo:

—Hija, estoy en el hospital...

Sus palabras me impactaron tan profundo que no supe con exactitud qué fue lo siguiente que pronunció. Las palabras retumbaban en mi cabeza y lo único que logré distinguir fue hospital, Hartford, Luca. Cuando colgué la llamada de papá, fue lo único que le pude pronunciar a Charles. Sentía que no era posible. Que esta era una escena de un mal sueño.

Con la habilidad sobre humana de Charles de pasar desapercibido, me subió a su auto y me llevó al hospital.

Durante el camino, sólo me concentré en las luces que se divisaban en la oscuridad.

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