46. Buenas y Malas

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El viernes después de clases fui con Charles a comer a su oficina. En un bolso amplio llevaba algunas cosas para la comida "romántica" que habíamos planeado y en la mano una carpeta con hojas de algún trabajo pasado como disfraz para esa cita clandestina; aunque no era necesario, hasta ahora no había pasado ningún incidente.

Toqué la puerta con mi característico estilo, esperé un poco hasta que la voz del interior dijo: "Adelante".

Después de entrar y cerrar la puerta con seguro, vi a Charles acercándose rápido a mí. Aventé las hojas al aire y dejé que me envolviera en sus fuertes brazos.

—Hola profesor Richmond— le dije entre besos apresurados.

—Srta. Edevane, el día de hoy luce hermosa...

Entre sonrisas fuimos coordinando nuestros labios hasta hacer explotar cada partícula de nuestra piel. Sus caricias cada vez eran más seguras y confiadas, deteniendo sus manos en lugares donde no habían estado antes. Yo le tomaba la cara con ambas manos atrayéndole a mi para no separarnos ni por diminutos milímetros.

Y es que estando con Charles sentía cosas que nunca antes; él podía pasar de dulces caricias a intensos besos en cuestión de segundos haciéndome disfrutar cada parte del viaje...

Luego de nuestro acalorado saludo por fin nos sentamos a comer. Acomodé en la pequeña mesa de su salita unas velas eléctricas por aquello que la vez pasada quemamos la madera con la cera, unas copas modernas sin tallo, el postre de chocolate que yo había comprado y la comida que él preparó: autentica lasaña hecha desde cero, incluidas las láminas de pasta y la salsa de tomate casera. Era absolutamente exquisita. Si comiera con él a diario seguro subiría varios kilos.

Después de cenar, levantamos la mayor parte de las cosas por si llegaba alguien y hablamos de las cosas más importantes del mundo...

—¡Claro que no Charles!, créeme, a mi tú me gustas mucho más— le dije acariciándole su barba recién crecida dándole besitos cerca de sus oídos.

—Alessa, ya te he dicho que no me gustan las mentiras— me tomó por la cintura para hacerme cosquillas, yo traté de hacerle lo mismo, pero no pude, sólo logré pasar nuestra cómoda posición del sillón al piso— La hermosa y joven de esta relación eres tú, mira nada más esas pecas...— frunció tanto los labios que creí que besaría cada una de ellas, después besar una docena me dijo — ¿Segura que no tienes nada más que hacer en la noche?

—Segura, sólo debo darles el dinero a los chicos para el departamento, estoy segura que al llegar al dormitorio estarán ahí así que no tengo prisa; pero si me gustaría llamarles para avisarles que tardaré.

—¿Justo ahora?— preguntó con puchero.

—Prefiero hacerlo ahora antes que se me olvidé.

—Hazlo después linda, si no te vas a tener que salir al pasillo a buscar buena recepción; hoy ha estado fallando bastante, y no quiero separarme de ti.

—Sólo será un minuto— le di un último beso y me empecé a levantar.

A tientas tomé mi teléfono y Charles parecía no querer terminar ese beso, estaba totalmente pegado a mí; con una extraordinaria maniobra que sólo los siameses dominarían él me seguía, incluso se fue levantando y caminó de espaldas con tal de no despegárseme. Nuestros labios con sabor a vino y chocolate eran inseparables.

Con una mano alcancé a tomar el picaporte, abrí los ojos para amenazar a Charles que abriría la puerta en cualquier momento, él hizo una mueca que no le importaba, hasta mordió ligeramente mi labio inferior; así que le quité el botón para que sintiera mas presión.

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