A la mañana siguiente escuché unos ligeros pasos. Mis ojos no podían abrirse; estaban realmente fundidos mis parpados, así que no sabía si eran de las otras chicas o sorprendente mente de Cece.
Sería maravilloso poder dormir un poco más.
Cuando se escuchó el sonido de la ducha, exhalaba felicidad. Aun así ya despierta mi mente empezaba a trabajar.
Hacía mi lista mental de los planes del día cuando abrí los ojos de golpe y recordé que no había dormido en mi habitación de Yale. No había una Cece dando de vueltas por ahí.
Antes de entristecerme por los acontecimientos del día anterior, salió Jacob envuelto en una toalla silbando alegre.
—Ales, ¡qué bueno que ya despertaste!, debemos llegar una hora antes a la escuela. La señora Whitehouse adelanto la clase.
—¡Que!— Me levanté deprisa y busqué mi ropa con desesperación. —Apenas si me va a dar tiempo de ir a cambiarme a mi dormitorio... Oye, ¿No viste mí...?
—¿Tu ropa?, sí. Se la di a Julia para que te la lavara. Por cierto, eso de trabajar en la cafetería te va a dejar muy sucia— me hizo un movimiento chistoso de ojos y me dio una toalla limpia de su armario —Báñate y te espero abajo para desayunar.
La ducha sin mi jabón especial fue rápida. Me volví a poner el pijama y al salir Jacob apenas había terminado de vestirse. Ahora veo por qué siempre se retrasaba.
A cada escalón dudaba si era buena idea bajar. Ambos traíamos el cabello húmedo y yo su pijama puesta, seguro su familia pensaría muchas cosas malas sobre mí.
De haber sabido que sus sobreprotectoras hermanas y sus egocéntricos esposos no estarían ya sentados en el comedor no habría estado tan nerviosa al bajar. Sólo estaban puestos tres lugares y la silla del bebé. Julia nos había dicho que todos habían desayunado rápido y ya se habían ido al trabajo; ósea a supervisar las empresas del padre de Jacob. Tranquilamente comimos avena con fruta, un perfecto omelette de queso y por supuesto delicioso café italiano.
Cuando subimos por nuestras cosas para salir, ya estaba mi ropa limpia y planchada sobre la cama tendida de Jacob. ¿En qué momento lo hizo Julia si desayuno con nosotros y atendió al bebé? Mi exigente abuela amaría a esta mujer.
Jacob me prestó una chamarra para que los compañeros no vieran que traía la misma ropa de ayer.
Hasta este día me di cuenta que todos esperaban ansiosos la caja de donas de Jacob con su respectiva bebida, el que yo fuera una más que anhelaba desayunar una deliciosa dona me nublo la visión sobre los demás.
Durante la clase recibí un mensaje de papá confirmando que este fin de semana iríamos a Nueva York. Veríamos la última presentación de una ópera italiana con Jacob, así que debía inventarle algo para vaciar su agenda; y también prepararle un atuendo digno de alfombra roja.
Persuadí a Jacob que pasáramos toda la tarde en el centro comercial; aunque al principio no quería. Así que le dije que me seguía sintiendo triste, y quizá eso me ayudaría; con un buen puchero rápido cambió de opinión.
Le convencí que entráramos a una tienda de trajes elegantes y ahí le inventé que la abuela nos había invitado a una cena importante con un embajador así que él se debía ver bien.
Obviamente trató de zafarse del evento, hasta que le dije que mi padre esperaba verlo ahí. Así que no pudo decir que no.
—Creo que te veías mejor con el conjunto todo negro.
Le dije no muy convencida al reflejo de Jacob que estaba sobre un pequeño pedestal frente a un gran biombo de espejos modelando un traje color vino casi uva; la verdad es que no le sentaba muy bien, parecía el hijo larguirucho del guasón.
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Todo lo que buscaba
Roman d'amour¿Te ha pasado que los planes resultan mejores en tu mente que en la vida real? Yo era experta en desilusiones de ese tipo. Pensaba que la aparente vida de ensueño que me esperaba después de la graduación lo era todo para mi; hasta que descubrí el...