Aunque no lo crean, Cece ya estaba despierta cuando sonó la alarma. Tenía que preparar cosas para su colecta de la tarde y en esas cosas era exageradamente organizada.
Todas las chicas de mi dormitorio salieron más temprano de lo usual . Yo me quedé viendo un programa de cocina mientras me arreglaba.
Preparaban un delicioso pollo al horno con zanahorias a la mantequilla y hierbas finas. Adoraba ver programas de cocina, aunque la única vez que intenté preparar algo de verdad que no fueran mis clásicos panqueques; la cocina de Cece terminó pérdida entre espeso humo y algunas llamas.
De camino a la clase del profesor Richmond, compré mi segunda taza del día. Leí un poco más del libro para llegar bien preparada a clase, y escuché música para concentrar. En la calle soplaba más viento de lo usual. Cuando llegue al edificio y vi mi reflejo en las puertas de cristal, detecté una explosión en mi cabeza, tuve que pasar al tocador a darme una peinada antes de entrar al aula. Un poco de agua no ayudó para nada. Terminé haciéndome un chongo ligeramente despeinado para no sentirme esponjadita todo el día.
Al salir del sanitario, vi a Jacob esperándome alado de la puerta.
—¡Hey! ¿Cómo sabias que estaba aquí?— Le pregunté sorprendida.
—Hola Ales, te vi cuando entraste. Tu cabello es inconfundible. — Me ofreció su brazo. Yo le di su vaso con café y caminamos para el salón.
—El día de hoy no quiere acomodarse, supongo que hay bastante humedad en el ambiente, tuve que hacerme esto. —Le señalé con hastío mi peinado.
—Mmm... Se te ve bien.— Dijo después de hacerme un rápido análisis de dos segundos.
—Lo dices porque eres mi amigo y no quieres hacerme sentir mal.
Jacob rio entre dientes de mi comentario. Me encantaba que él era de esas personas que se les marcan unos interesantes hoyuelos cada vez que sonríen. Al cruzar la puerta del aula me dijo:
—Piensa lo que quieras, para mí siempre estás divina. Hasta con tus mascarillas verdes o también cuando te acabas de despertar. — Se le veía divertido al recordarme en esas condiciones. Yo solo reía de pensar en cómo el me imaginaba.
El profesor Charles Richmond estaba recargado en el escritorio saludando con un ligero movimiento de cabeza a todos los que llegaban a su clase. Yo le respondí su saludo con el mismo movimiento, pero Jacob estaba tan concentrado analizando mi físico que no se percató de la presencia del profesor. Lo que no pude comprender es porque el profesor de un momento a otro se tensó. De amable se transformó a serio, y todo sucedió en el instante en que vio mi mano entrelazada a la de Jacob.
¿Serían celos paternales?
Él era un antiguo amigo que mi padre, supongo que es cosa de amigos el cuidar de los hijos del otro. Lo cierto era que no le había agradado nada verme junto a Jacob, porque después de vernos no volvió a saludar a ningún otro alumno.
Dando la hora, se levantó de su silla y fue a cerrar la puerta sin antes verificar que no hubiera nadie en el pasillo. Después de atorar el pestillo buscó mi mirada, solo nosotros dos pudimos entender aquel exagerado movimiento. No quería volver a cometer lo mismo que en nuestro primer encuentro.
—Chicos, buenos días. Me da gusto ver la clase completa y que no hayan salido huyendo de mí.— Toda la clase compartimos una ligera risita, volvió a su escritorio y empezó la clase— Joven Rilley, ¿Cómo se relacionan los principados del libro de Maquiavelo a los gobiernos actuales?
Un chico de cabello grasoso y voz temblorosa respondió desprevenido a la pregunta del profesor:
—Principalmente al ser los principados formas de gobierno, como se les conocía en esa época. Ahora lo conocemos por países, republicas, y algunos reinos.
—Mmm... Simple, pero acertada.— dijo con cierto desdén el profesor Charles Richmond.
Con la misma actitud de sabelotodo les fue preguntado a todos, con algunos se detuvo a hacerles un pequeño duelo de preguntas, en su mayoría fue bastante exigente con las respuestas, como cuando llegó el turno de Jacob, por alguna razón aumentó su mal humor.
—Joven Rinaldi, ¿Qué no debería tocar el principado del pueblo?
—Principalmente, les molestaba que tocaran sus bienes materiales y sus mujeres. Si lo hacían se ganaban a muchos enemigos. — dijo Jacob con una sorprendente seguridad. Giré orgullosa a verlo porque se notaba que se había preparado y era evidente que estaba listo para cualquier debate sobre el libro.
—Tiene razón, serian odiados por tomar algo que no les correspondía— Las palabras de Richmond sonaban afiladas.
—Aunque habían principados que lo hacían para infundir temor— añadió Jacob.
—Explíquese.— Le replicó el profesor Richmond.
—Que aunque sabían que eso los haría rebelarse, lo hacían. Querían ser odiados.— Jacob en todo momento mantuvo la serenidad.
No dejé de verlo maravillada. Cuando terminó de hablar le gesticulé "Bien hecho", dedicándole una sonrisa.
—Bueno, eso depende de qué lado del libro este, ya que la maldad mal usada lleva al fracaso. Srta. Edevane...—Giré asustada al frente, cuando me llamó, juraba que me iba a regañar (otra vez)—¿Usted que prefiere? ¿Adquirir los principados con armas propias y con virtud, o con las armas y la fortuna de otros?
El que me hubiera distraído con Jacob me hizo olvidar casi la mitad de lo que había leído. Traté de escarbar en mis más profundos pensamientos, lo cual me llevó a recordar a Milo. Sonreí y con mucha seguridad le respondí.
—Los primeros son más difíciles de adquirir. A la larga son fáciles de mantener, siempre y cuando se disponga de suficiente fuerza y motivación del pueblo. Los segundos, los principados que son adquiridos con las armas y fortuna ajena son fáciles de obtener pero difíciles de mantener, ya que un variado número de factores lo condicionan. Por ejemplo el perder el dinero invertido por terceros sería el peor enemigo de la situación.
No sabía ni donde tenía almacenada esa información, solo la solté. La vocecilla de mi interior me felicitó.
—¿Quiere decir que usted está del lado del factor económico?
—Bueno, no es que sea materialista, pero si quieres mover un país sin recursos dudo que se pueda lograr mucho. Como dicen, el dinero es poder.
—No es materialista, pero le es útil. Nada mal. — Mantuvo una sonrisita orgullosa. ¿Era yo o parecía que mi comentario era el único que le había agradado?
—¿Y usted?—Me encantó atreverme a preguntarle algo como ninguno lo había hecho. Me encantó tomarle desprevenido como él a mí.
—¿Yo?— Su sorpresa fue evidente.
—Si. ¿De qué lado está? ¿Del lado en que el dinero puede impresionar y mover masas o del lado estratégico que con suficiente astucia se puede salir victorioso?
—Sin duda del lado del que este usted. Con tanta seguridad en sus palabras no quisiera ser su enemigo.— Finalizó con una mirada tan profunda como si hubiese contado cada una de mis pestañas. Me guiñó un tanto amistoso y antes de caminar de regreso a su escritorio le sonrió victorioso a Jacob.
Oh no. Ya sé por qué aquel comportamiento de batalla con Jacob. Pensaba que él y yo salíamos. Pero... ¿Por qué se pondría tan molesto? Preferí dejar de hacer mis retorcidas conclusiones y sólo concentrarme en cosas que si fueran realistas.
—Bueno chicos, nos vemos el próximo lunes con la otra mitad de libro en su mente, no en notas eh Nadia; no te preocupes si no lo memorizas tal cual. Esto es algo muy casual.
Al escuchar "casual" de camino a la salida Jacob puso los ojos en blanco de mala gana. La tímida chica asintió antes de esfumarse por la puerta. Varios chicos pasaron a despedirse del profesor Richmond. Le daban un breve abrazo amigable. Quizá era de esos profesores que aparentan ser exigentes pero terminas haciendo migas con ellos, hasta que en el discurso de la graduación les agradeces su amistad.
Ese señor era todo un interesante misterio.
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¿Ustedes que piensan?
¿Celos paternales o Charles sintió algo más?
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Todo lo que buscaba
Romance¿Te ha pasado que los planes resultan mejores en tu mente que en la vida real? Yo era experta en desilusiones de ese tipo. Pensaba que la aparente vida de ensueño que me esperaba después de la graduación lo era todo para mi; hasta que descubrí el...