17. Evermore

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Después de dedicarle varias horas esas últimas dos semanas, Jacob y yo habíamos logrado terminar nuestro primer proyecto para un cliente de verdad. Papá había confiado en nosotros por que éramos jóvenes y teníamos ideas nuevas, y técnicas modernas.

Él nos ayudó a organizar en su departamento una muestra virtual del proyecto y una cena de celebración. Si yo contaba los días por terminar la escuela, mi emocionado padre contaba los minutos y hasta los segundos.

—Ya voy para tu casa, llego en menos de quince minutos. No olvides llevar ropa para mañana y todos tus aparatos futuristas.— le dije por llamada a Jacob.

—Ha ha, okey... te espero en la calle.

Tomé mi pequeño maletín con algunas cosas personales y mi laptop. Antes de irme le pegué en el espejo una notita a Cece deseándole un bonito fin de semana y recordándole que el domingo en la tarde volvería.

Antes de pasar por Jacob a su casa, me detuve en la cafetería de su calle.

—Muchas gracias Maggie por preparar esto tan rápido para mí, pasé toda la mañana buscando tu número en el directorio. —Le sonreí y tomé la caja elegante del pastel.

—No te preocupes linda, los fines de semana solemos hacer pasteles extra para las fiestas de improviso.

—Eres una genio. —Nos despedimos con un breve abrazo. No podía creer que en tan poco tiempo había sentido un cariño muy especial en ese lugar.

Jacob ya estaba esperándome fuera de la casa con su maletín en mano y una porta trajes en la otra. Se veía de lo más cómico temblando de frio. Sobre todo por sus jeans flojos, tenis Vans a cuadros y su playera de Volver al Futuro, ahora entiendo por qué su risa tan falsa por teléfono cuando dije lo de futurista.

Acomodó sus cosas en el asiento de atrás junto a las mías. Le cedí el lugar frente al volante y antes de subir al auto, sus dálmatas le aullaron tristes. Él tuvo que volver a darles un último beso.

Cuando íbamos a más de medio camino, le reclamé en broma al concentrado y precavido Jacob mientras manejaba con gran lentitud a casa de papá.

—Oye... ¿Si te dije que mi abuela llegaría más rápido que tú?

—Ales, tú ya me conoces. Si me diste las llaves estas son las consecuencias.

—¡Oye!, no me dejaste terminar... Ósea, imagínate; mi abuela pedaleando una bicicleta definitivamente te dejaría tragando polvo. —Él se reía divertido de mis dramatizaciones— y eso no es todo... recuerda que hace un año la operaron de las rodillas y ahora tiene esas placas metálicas que descifran el clima; aun así ella tranquilamente podría ganarte sin derramar una gota de sudor.

—Pronto llegaremos, tu tranquila...— le interrumpió el sonido de la llamada entrante de papá.

—Hija... ¿Pronto llegarán? Ya se está haciendo tarde... —Papá sonaba nervioso.

—Si papi, créeme llegaremos antes de volvernos ¡Momias!— Le dije con tono de exageración.

—Bueno, con mucho cuidado. —dijo nervioso y colgó.

—Son iguales— Nos acusó Jacob con sonrisita burlona.

—Calla y písale al acelerador — le ordené con el ceño fruncido en broma.

Lo más animado del camino fue Maroon 5 a todo volumen y la eficacia de mis brochas de maquillaje como micrófono.

Toqué el timbre y nadie abría. Otra vez y nada. Durante la tercera debatíamos si era mejor abrir con una tarjeta de crédito o bajar a pedirle la llave al portero. Hasta que nos abrió Blake mientras se ponía unos grandes aretes de diamantes Tiffanys que le hacían conjunto a su vestido rojo ajustado hasta las rodillas y de ahí con varias capas de tela vaporosa como la cola de una sirena. Se veía muy hermosa y apresurada.

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora