72. Por él, o ¿ella?

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¿Cuántas veces te tenía que decir que siempre te elegiría a ti? ¿Cuántas veces tenía que enseñarte el mísero mosaico de mi alma que fuiste completando con las piezas que me faltaban?

Quizá otro día, pero hoy no.

Estaba devastada. El dolor dolía y mi sangre sangraba. La agonía de pasar la eternidad ahogada no se comparaba a la cruel certeza de saber que tu ya no estarás nunca más en esta vida.

Un par de húmedos parpadeos me llevaron de vuelta a la solitaria playa donde había estado sentada sobre la arena desde el amanecer hasta ese ardiente atardecer.

Unas espumosas olas trataban de curar las heridas, lavándolas vez tras vez; y aunque momentáneamente sentía paz, estaba segura que ni el más potente ácido podría corroer tanto dolor y sufrimiento. Tu partida me dolería hasta la eternidad..

De no ser por la existencia del nuevo ser, la ausencia de Charles no se sentiría tan infernal. Me prometí que iniciaría una nueva vida, y no por mí; el pequeño ser que crecía dentro de mí se lo merecía.

Les pedí absoluta discreción a mis amigos con respecto al avanzado  embarazo que seguía perfectamente su curso. Tampoco  quería que nadie supiera que estaría totalmente alejada del mundo escondida en Grecia. Para llegar el padre de Jacob me consiguió un vuelo a Atenas con un contacto de exportaciones y el abuelo ya estaba listo esperándome en su bote para volver a casa.

Al explicarles casi todo lo que había pasado y que me llevó de vuelta a Grecia con ellos vi como se dividía su corazón. Por una parte estaban felices de tener dos nuevos inquilinos, pero por otra les dolía que su querida nieta ya fuera una mujer viuda. 

[...]

La actividad en su hotel estaba casi muerta, así que nos fuimos a una casa de playa  que tenían en otra isla.

Habían días que acompañaba al abuelo a pescar o incluso le ayudaba a la abuela en la cocina con mis escasos conocimientos en cocina; pero habían otros días en que en verdad me dolía vivir. Me sentaba por largas horas frente al mar tratando de sacar todo el dolor de mi interior...

La pobre de la abuela cargaba una gran sombrilla y la enterraba tras de mi para no quedar totalmente achicharrada por el sol. Cuando este cambiaba de posición, ella dejaba todo lo que hacía y la volvía a acomodar. Ojalá le hubiera agradecido todo lo que hizo por mi, incluso aquella vez que una gran ola nos alcanzó y se llevó arrastrando esa colorida sombrilla. No volvimos a verla.

[...]

Con la enorme barriga creciéndome ya no era tan fácil hacer todo lo de antes, pero ahora tenía la mejor experiencia de toda mujer, sentir a un pequeño ser formándose dentro de ti, una cosita que aún sin verla más que en ultrasonidos sabía que era muy hermosa. Un pedacito de carne con excéntricos gustos en la comida, mi abuela tuvo que prender a hacer sushi para complacerla; pero sobretodo tenía la mejor cualidad de todas, la misma que su padre; vivía cada día al máximo, y amaba que me hiciera vivirlo con ella.

[...]

Una hermosa tarde mientras pintaba el paisaje en el porche de la casita, sentí acercarse a mis abuelos. Traía consigo unos enormes vasos de té helado de especias aromáticas con miel, mi favorito del momento, nuestro favorito.

—Toma Aless, ya debes estar muy acalorada.— mi abuelo estiró el brazo y me dio un vaso escurriendo de lo frío que estaba.

—Gracias abuelo— dejé el pincel en el bote con agua para que se enjuagase en lo que bebía del té. Impaciente me acerqué el vaso a los labios y a grandes tragos dejé la mitad del contenido.

—Wooo, wooo, con calma cariño, que le va a caer muy frío al bebé.

—No creo, ha de estar igual de acalorado. — les sonreí bromista.

—Y hablando del bebé... ¿Ahora si ya sabes cómo se va a llamar? — preguntó el abuelo como quien no quiere la cosa.

—Si, pero aún no quiero saber que será.

—¿Y qué opciones tienes?— preguntó la abuela un tanto impaciente presionando con fuerza su vaso intacto.

Los ojos aceitunados de los dos me analizaban esperando respuestas, como si de su nombre dependiera el futuro de la familia. Me reí para mi por ese par tan preocupón.

—Bien, si es un varoncito se llamará Giles... — les dije con una inmensa sonrisa en la cara.

—Pero si ese nombre significa cabra joven... — replicó mi abuelo un poco ofendido.

—Oye, tú no sabes lo que ha sido tenerlo ahí dentro eh...

—¿Y si es niña?— preguntó mi abuela totalmente ajena a la broma con mi abuelo.

—Si es una hermosa niña  se llamará Sophia, como mi madre.

A ambos, se les pusieron aún más cristalinos sus ojos, contenían tanto brillo y felicidad que estaba segura que iba a ser el nombre perfecto.

A Charles le gustaría.

Charles...

Sonreí y compartí la dicha con ellos, incluso dejé salir dos dulces lagrimitas dedicadas al recuerdo de mi madre, pero mi interior se volvió a llenar de un espesor con dolor...

Y de pronto comprendí que así sería el resto de mi vida. Tendría que mostrarme feliz y compartir las alegría con quienes me rodeaban, sobre todo por el bebé; pero en mis mas profundos sentimientos siempre estaría la sombra de ese dinosaurio sordo y ciego que se robó por completo mi corazón.

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Fin.

(Obvio no, sigue leyendo )

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