64. Alessa de Richmond Makris

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Los abuelos Makris me dijeron que desde mi nacimiento tuvieron que mantenerse alejados de mi; ya que la abuela Edevane los persuadía diciéndoles que si querían que mi turbulento pasado no me afectarara al crecer, ella debía hacer de mi una respetable señorita de sociedad.

Ellos tenían fe en que Christopher fuera un buen padre; y ya que crecería sin una madre no eran capaces de alejarme de mi único padre.

Debió ser desgarrador viajar a Estados Unidos para recoger las cenizas de su hija, ver desde lejos al único pedacito de vida que formó y con sólo los apellidos de su padre.

Años después tenían que conformarse a a verme de lejos, como tras un cristal que me hiciera parecer inalcanzable.

Eso si era amor.

Me sentía realmente confundida... y es que por más que me esforzaba por reunir las piezas faltantes para sentirme completa; llegaban zangoloteos queriendo derribar lo que había conseguido.

Enterarme de lo que la familia Edevane tantos años me ocultó me devastó por completo. Me sentía traicionada y menospreciada. Cada secreto revelado se convertía en una profunda cortada a mi corazón; y la situación en general me hacía sentir en un set de grabación; donde todos quitaban mobiliario y apagaban las luces dejando un escenario vacío.

Dudaba si lo que quedaba en el escenario de mi vida seguía siendo auténtico o era parte de otra película donde yo no era la protagonista, si no quizá una suave melodía de fondo. 

La abuela Jane Edevane se había encargado hábilmente de usarnos a mi padre y a mi como parte de mobiliario del que podía disponer y mover a su antojo.

Después de las historias tristes que me contaron durante la cena familiar, interrogaron a Charles; eso me ayudó a organizar mis sentimientos.

[...]

Nos llevaron a una amplia habitación con vista al mar. Los perros se quedaron a dormir en el patio con los otros que cuidaban la casa.

Después de un largo baño, me senté en la banca acolchonada del ventanal a pensar. Mi corazón se seguía sintiendo dividido.

Sentía una inmensa alegría por estar en este lugar donde podía sentir la esencia de mi madre y al mismo tiempo me sentía asqueada por mi pasado. Me sentía culpable y cómplice de los Edevane.

¿Por que no le insistí más a mi padre para que me hablará más sobre mamá?

Él me contó contadas cosas sobre ella, pero no de su familia.

Seguro la abuela también lo tenía amenazado.

¿Qué le costaba decirme que habían personas buenas deseando conocerme?

Quizá sentía que había invertido demasiado en mí y no quería perder la futura imagen a de su empresa.

La verdad es que aunque me sintiera muy cómoda en Grecia, yo siempre habría vuelto al lado de mi padre. Me consideraba responsable y amaba la arquitectura. No lo habría abandonado ni a él ni a la compañía por nada del mundo.

Y si no fuera por Charles quizá tampoco me habría quitado esa venda de los ojos.

Cuando él salió de la ducha sonó su teléfono y atendió la llamada.

Le pedían presentarse lo más pronto posible en Nueva York. Dijo palabras clave en voz fuerte para que girará a verlo y le asegurará que estaría bien durante algunos días sin el y que podía ir a su viaje.

Yo asentí con una sonrisa y él empezó a hacer planes.

[...]

Durante la ausencia de Charles, mis abuelos no se despegaban de mí. Al principio me sentía muy hostigada por tantos mimos y atenciones como si fuese una niña chiquita.

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora