67. Amigos en Año Nuevo

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Después de otros días recorriendo la ciudad, Michel nos invitó a pasar Año Nuevo en la casa de sus padres, en un pintoresco poblado a un par de horas de París.

Como la madre de Charles pasaría la noche sola en su departamento o en un restaurante,  Michelle la invitó y ella contenta de unírsenos preparó su maleta en un abrir y cerrar de ojos.

Conforme más nos acercábamos, la temperatura bajaba y hasta se veían pequeñas montañitas de  nieve en las orillas del camino.

Michel era quien manejaba, algo rápido para mi gusto; pero ya eran varios años de no ver a su familia, por lo que su impaciencia estaba totalmente justificada.

Llegamos a una enorme casa clásica de piedra blanca. Estaba rodeada de un gran viñedo seco esperando la primavera para poder crecer.

Al escuchar las llantas rodar sobre la gravilla de la entrada, los habitantes de la casa salieron disparados a recibirnos.

Sus padres aparentaban más edad de la que tenían. Seguro el alto costo de la vida los desgastaba más cada día. Y es que Michel era el mayor de tres hijos, le seguían unas mellizas apenas quinceañeras.

Después del conmovedor abrazo de Michel con su familia nos dieron una cálida bienvenida. Unos ayudantes llevaron nuestro equipaje a las habitaciones, y nos dirigieron al porche trasero a tomar vino caliente.

Jacob aprovechó ciertas partes de la casa que lucían muy antiguas para hacer unas fotografías, la madre Michel reconoció de inmediato a la madre de Charles y la llevó al interior de la casa para mostrarle su reserva de quesos finos y mermeladas orgánicas.

Michel fue con su padre y sus hermanas a los establos, y los demás nos quedamos jugando cartas en unos silloncitos con vista panorámica a todo el terreno.

—Me encanta este lugar, es como estar de vacaciones dentro de las vacaciones— dijo Cece estirándose como si fuese a disfrutar de tomar el sol en lugar de la ligera neblina que había.

—Quien diría que la casa de ese francés coqueto era una gran granja— dijo Kenzo levantando una ceja burlona.

—Hey Kenz, es más como una hacienda, o un rancho. ¿No has visto el viñedo que los rodea? Es bellísimo— Les dije dirigiendo la mirada a las filas y filas con el hermoso fondo del amanecer.

—Yo solo vi ramitas secas— dijo Cece reprimiendo una risita avergonzada.

—Terminamos esta y te llevo a dar una vueltita por ahí.— le dije a mi amiga mientras bajaba unas cartas a la mesita de centro.

—Ok experta de vinos.

—El experto aquí es Charles, el me ha enseñado mucho.

—No queremos saber de que se trata guapa, mejor concéntrense en el juego que les vamos a ganar.

—Opinó lo mismo que Kenzo— dijo Charles como siempre; tan elegante y discreto analizando sus cartas.

Al final los chicos arrasaron con nosotras tres veces seguidas y nos dimos por vencidas. Era la excusa perfecta para salir a solas con Cece.

—¿Estás segura que les puedo soltar la correa?— preguntó Cece agachándose a desenganchar al pequeño e inquieto Cinna.

—Si amiga, Charles ya me enseño a silbarles y cuando me escuchan vuelven de inmediato...

—Ok— quitó el broche, y Stella con Cinna salieron disparados en una carrera por el camino interminable de vides

—¿Ya te acostumbraste a vivir con Charles verdad?—preguntó con temor a escuchar la respuesta.

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