27. Reencuentros

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Antes de aterrizar vimos la camioneta esperándonos ya lista para ir al primer día de construcción.

Papá nunca faltaba y mucho menos si eran proyectos importantes o especiales para él, como este. Tenía cientos de fotografías de momentos así, con los clientes y con sus queridos trabajadores. Le encantaba preparar un breve discurso para motivarlos y ayudarlos a que no perdieran la perspectiva.

El atuendo que me había comprado Blake era más que perfecto para la ocasión; un pantalón de cintura alta con estampado de pequeños cuadros negros y blancos que de lejos creerías que era gris, camisa blanca, una pequeña pañoleta en el cuello por el aire frio, abrigo rojo y unos botines de tacón ancho. Parecía que conocía con anticipación el clima y el suelo tan inestable.

El lugar era impresionante. Nunca había estado aquí, solo lo conocía por fotografías, planos y Google Maps. El tener los pies ya sobre la estructura vieja e imaginar lo que en pocos meses sería me daba una inmensa felicidad. Sólo estando frente al proyecto podía entender a la perfección porque papá se esmeraba tanto en la compañía y por qué ponía todo de él en ella.

Deseaba pronto también dar todo de mí. Estudiar planos hasta tarde, empolvarme los zapatos, usar un pesado casco amarillo que aplastaría mi cabello, tomar miles de tazas de café, y tener cientos de reuniones sobre mesas improvisadas hechas por unas tablas; tan sólo de pensarlo me hormigueaba el estómago.

La mañana estaba fresca y despejada, se podía admirar perfectamente el sol presumiendo sus impactantes rayos dorados. Un puñado de reporteros fue a capturar el momento y darle a papá una página 6 por la cual estar orgulloso.

Después de las fotografías con todo el equipo, incluyendo las decenas de trabajadores; supervisamos la instalación adecuada del equipo y la maquinaria. Hablamos con el director de obras para que tuviera estricta comunicación con nosotros y con Rick y Joshua.

Aproveché que Joshua se había retirado a hacer una llamada para hablar con él. Cuando colgó me le acerqué con confianza.

—Hey tengo algo para ti...— Le dije sonriente mientras me acercaba más a él.

—No será una cita ¿Verdad?

Odiaba opacarle la alegría del momento. Alguien me esperaba en New Haven y no pensaba desperdiciar mi tiempo si sentía que él no era el indicado.

—No. Es algo mucho mejor, créeme.

Abrí el bolso y saqué una libreta algo hinchada, con hojas dobladas y menos de la mitad de ellas en blanco. Le anudé un listón rojo por el medio a forma de regalo. Se la entregué y con mucha delicadeza la acepto.

—¿Es la libreta del restaurante?

—La misma. Lamento no haberla cuidado antes y dibujar demasiadas cosas en ella. A mi me ha ayudado muchas veces a encontrar una mejor perspectiva. Espero pueda hacer lo mismo por ti. Cuando sientas que te trabas con algo, ponlo en papel y encontraras la salida.

—Gracias Alessa. Esto significa mucho para ti y ahora también para mi.— Nos despedimos de un abrazo y sabía que esto marcaba el inicio de una nueva y fuerte amistad.

[...]

Aún era temprano y nos daba tiempo de pasar a dejar las cosas y tomar la clase de Charles. De haberlo sabido antes, habría estado más sonriente en las fotografías.

El chofer de la compañía nos regresó a Yale junto con nuestro montón de cosas nuevas.

De camino, le escribí una carta a Cece. Le hice saber lo especial que era para mí, aunque en ocasiones se me olvidaba recordárselo. Que su valiosa amistad era lo mejor que tenía y que sería una tonta si la perdiera.

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