47. Lo mejor y lo peor

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¿Les gustaría saber como se conocieron todos los chicos? 

Este capítulo les encantará. 

Disfruten

...

Después de ir otra vez al teatro a aventarle decenas de flores al Sr. Jacob Darcy, nos fuimos a celebrar a nuestro restaurante de siempre.

Por petición especial de Kenzo, llevaron a nuestra mesa todas las brochetas de carne, al verlas deliciosas y humeantes nos emocionamos; lo que no sabíamos es que tenían un propósito: tanto él como Michel nos habían preparado una ruda emboscada emocional.

—Para poder obtener su deliciosa brocheta con lo que parecen ser enormes y jugosos cubos de carne Kobe, tienen que decir lo mejor y lo peor que les pasó durante toda su estadía en Yale. ¿Quién empieza?— Michel torció una ceja de lo más malvado.  Y es que, aunque todos ya conocíamos esas historias, el repetirlas y burlarnos de nosotros sería lo más humillante y desgarrador.

Nos miramos unos a otros buscando quien sería el primero en abrir su corazón, y es que, aunque parecía que siempre echábamos pura fiesta; los asuntos personales nos ponían de lo más sensibles. Sin olvidar que Michel era experto en sacar lo peor de nosotros. 

Kenzo tan valiente como siempre hizo un ruido con la garganta llamando la atención de todos y dijo:

—Lo mejor que me pasó en Yale fue encontrar un refugio tranquilo donde pudiera escapar de todo el huracán que siempre hubo en casa.  En una parte de mi corazón está el equipo de futbol, y la otra gran parte están todos estos perezosos que tengo por amigos. — frunció el ceño como si además de perezosos como él nos consideraba por casi nunca acompañarlo a hacer ejercicio con él, también fuéramos mal olientes; era evidente que tenía que sacar el lado gracioso o desde el primer comentario empezaríamos a llorar.

— ¿Y lo peor?— preguntó Cece con dulce voz de lo más absorta en el rostro de su amado.

—Bueno, me han pasado tantas cosas malas como perder campeonatos, reprobar exámenes, pesadas bromas del equipo y otras más,  que quizá la peor de todas fue no haberte conocido desde el primer día...— Se le veía tan enamorado de Cece y ella de él que seguro desde que estaban juntos les cambió la vida.

Michel le entregó su jugosa brocheta y malicioso dijo:

—¿Quién sigue?

—Yo— dijo Cece con una extremadamente inusual voz baja. – Lo mejor y lo peor que me pasó fue mejorar y arruinar  la relación con mi padre. Como saben nunca fui una alumna estrella en ninguna escuela, y cuando le ofrecieron al futuro gobernador  la oportunidad de ingresar a su única hija a medicina; no dudó ni un segundo en presionarme en vez de dejarme elegir algo que yo quisiera. Aparentemente mejoraron las cosas, pero empeoraron porque yo no tenía ni idea que hacia ahí. Él quería que me involucrara al 100% en asuntos escolares y yo sólo pensaba en las fiestas; nunca pensé que aquella que organizamos en la segunda  semana se saliera de control y fuera casi la causante de que me expulsaran... — todos nos miramos contentos porque esa súper fiesta terminó con paramédicos y dos chicos cubiertos solo de nata; además, ahí fue cuando nos conocimos y empezamos a tratarnos, después  suspiró aliviada  y torció una sonrisa traviesa  —jamás olvidaré como amanecimos más de cincuenta en la azotea de la biblioteca.

—Nadie olvidará eso guapa, apareció la noticia en varios periódicos.

—Exacto Michel—  Cece empezó a contener la respiración y ponerse roja hasta que por fin liberó un grito—  ¡Yo soy Cece Rubia Williams! Y nunca voy a cambiar.

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora