41. Fogata romántica

64 6 7
                                    


Cuando empezaron a instalar las grandes parrillas para hamburguesas y acomodando largos troncos de leña en círculo supimos porque habían estado presionando para que se recogieran temprano las cosas de la construcción, y es que la comunidad había organizado una noche de fogata, bengalas y baile.

El plan sonaba bastante bien, pero yo ya tenía una cita con Charles. Al llamarle a medio día le conté el plan de aquí y el insistió para que me quedara, sin embargo, un día atrás había estado tan sensible que no quise agudizarlo.

Además, al planear este viaje también esperábamos poder pasar tiempo juntos y hasta ahora no había resultado muy bien. Me dijo que el jardín trasero de su hotel también había una área fogata, así que preferimos hacer la nuestra. Moría de ganas que él y Stella conocieran a Cinna.

En lo que las chicas de mi camper se vestían con lo mejor que traían para salir a coquetear un rato, yo me puse un pants y un suéter largo de estambre para ir a mi fogata especial.

Aproveché que aún no llegaban tantos autos para sacar el mío e ir pronto para con Charles.

Pasé antes por Cinna al estilista. La chica que trabajaba ahí, me dijo que sus anteriores dueños también lo llevaban con ella, y que en realidad se llamaba "Cinammon" haciéndole honor a su color canela. También que cuando pasó la inundación, toda esa familia se mudó a Texas. Le llamaron a ella para que lo buscara y lo llevara a un refugio de mascotas, sin embargo, no tuvo éxito en su búsqueda.

Ya que yo me lo quedaría, le regaló una placa nueva con mis datos, una camita, y un precioso pañuelo. Ahora que Cinna tenía de nuevo un dueño y un hogar, parecía más feliz. Esperaba que mi papá y Blake reaccionaran igual cuando se lo llevase a su casa para que le hiciera compañía al travieso de Luca.

Llegando al hotel, pregunté dónde estaba el jardín trasero, una joven camarera me indicó como llegar. No tenía mucho de jardín, más bien era un espacio despejado con el borde empastado ambientado con muchos maceteros.

En el centro estaba un pequeño anfiteatro circular de dos escalones hacia abajo con una fogata al centro. Entre el primer y segundo escalón estaban a modo de asientos cojines con los colores representativos del hotel. Antes de cruzar la puerta de cristal le llamé por teléfono a Charles que estaba concentrado acomodando cosas para que todo se viera perfecto.

—Hola Ales, ¿Ya llegaste?— Preguntó con la sonrisa más ilusionada y feliz del mundo; también cierta impaciencia. 

—Ya casi— le dije aguantándome la risa escondida tras un pequeño muro para evitar ser vista. 

—Perfecto, porque te tengo una sorpresa.

—¿Enserio? Yo también. Espero no sea muy íntima ya que vengo acompañada...— Tapé la bocina para que no me escuchara reír. Ya que cuando escuchó que venía acompañada, tomó la botella de vino espumoso y buscó un lugar donde esconderla, y con los limitados espacios posibles, tomo una manta y la envolvió con ella.

—¿Acompañada? ¿Se puede saber quién es?— su voz por el teléfono sonaba amigable, pero él estaba pasándose la mano por el cabello un poco molesto. Adoraba verlo así.

—Ya te había dicho, el chico que apenas conocí, Cinna— le dije de lo más natural.

Se frotaba la cara un poco desesperado viendo como el esplendor de su velada romántica se había arruinado.

—Mmm está bien— murmuró vencido.

—Oye Charles, date la vuelta.

Me acerqué a la puerta y le di unos toquecitos al cristal.

Todo lo que buscabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora