Reviviendo la primera vez ( Historia corta 6)

982 36 0
                                    

Este texto ya lo había puesto en algun foro de historias antes. Para las que no lo leistes entonces y para las que os guste recordar, con todo el cariño.

------------------------------------------------------
....Todas esas cosas le vinieron a la cabeza esa noche.

Porque ella estaba llena de certezas no formuladas. Era el borrador de una persona, una mujer precaria, que de pronto supo algo más de ella misma. Lo supo, lo sintió, en los poros de su piel, en la humedad de sus ojos, en el latir de su corazón derramado en la noche. Y cuando le miró a él, entendió lo que en clase de física no quiso entender, la palabra fusión. Ese bendito vocablo lo amarraba todo.

Hasta entonces su vida estaba hecha de indiferencias, de retazos, de pequeñeces, con las cuales se contaba un cuento. Los años para ella, pasaban sin sentido, desbocados, en penumbra, y a eso le llamaba vida. Pero de pronto, por una rendija, la luz se había infiltrado y no se como, dentro de su casa estaba el sol.

Hasta entonces ella solo era alguien frente a la pantalla del cine. Se identificaba con las heroínas de las películas y le daba rabia que Dios no fuera un guionista coherente, alguien que le ofreciera la vida entera en dos horas. A la salida la realidad era una piedra con la que se tropezaba, una melaza de indiferencia en la que se hundía sin que nadie se compadeciera.

Por eso aquella noche, se aferró a la tela húmeda y áspera de su chaqueta y se pegó a él con impudicia y ternura, para unir con pegamento mágico el ser y los sueños, las ganas con la piel.

Entró en aquella habitación de hotel, temerosa pero decidida y esa pequeña decisión fue su dicha. Esa noche la ciudad fue suya, de una manera nueva, la tenía alrededor de su cintura como una falda amplia, íntimamente suya. Y también lo fueron sus labios, y la fuente de sus palabras y su pequeño manojo de gestos.

No se atrevió a definirlo hasta no haberlo vivido todo. Pero un temblor desestabilizó sus certezas. ¿Le gustaba ella a él? . Su mirada no decía eso, sólo sus palabras le devolvieron las certezas cuando le escuchó decir que la amaba; bastaron esas dos sencillas palabras para que se rajara el manto gris de la rutina y por todas partes entraran meteoritos de sol.

Una repentina frescura borró su melancolía cuando él la miró fijamente a los ojos, tiró lejos su camisa, deslizó hasta el suelo sus pantalones y su slip. Betty cerró los ojos profundamente, concentrada, para ser a la vez protagonista y testigo de un sueño que no tenía forma desde sus juegos infantiles. Y él puso súbitamente en sus labios, por primera vez, una palabra que ella solo conocía de haberla leído en los libros: la palabra felicidad.

Y se dejó ir en una marea de besos, adivinando en la oscuridad las formas de ese cuerpo sinuoso, dúctil y cambiante, suave, liviano , abandonada al tacto de sus manos, de sus besos, distendiéndose en la imaginación del placer, sorbiendo el roce de su piel, ronroneando.

En ese momento pensó que era imposible que pudiera alguna vez perder esa sensación de maravilla y asombro por el encuentro con su cuerpo desnudo. Fue un momento de tensa expectativa, de umbral y de dicha. El último vestigio de ropa cayó derrotado al lado de la cama y se encontró con su piel, lisa, rosada y transparente surgiendo entre las sábanas, iluminando la noche con luz propia. Fue un instante primigenio y simbólico.

Quedó ella también desnuda, abierta, vulnerable, abiertos sus poros frente a él. Y sintió entonces en su mirada profunda, el deseo, la aproximación ,el contacto, las manos descubriendo continentes, palmos de piel. Él entró en un ritmo lento de un tiempo sin prisa, enseñándola a disfrutar el movimiento en cámara lenta de las caricias, el juego lánguido hasta llegar a la exasperación, hasta provocar el rompimiento de los diques de la paciencia, hasta que la pasión les convirtió en dos jinetes desatados en un Apocalipsis de final feliz.

Abrazada a su espalda, ya él dormido, ella se dejó invadir por el sueño, libre su alma de cualquier incertidumbre. Y al despertar, ella puso el abrazo, y buscó en la suavidad de su chaqueta, un remedo de su piel, sintiéndose unida al mundo sólo por ese contacto.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora