Me regaló la Luna

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Iba a volver a trabajar en Ecomoda, ella no quería y Armando lo último que deseaba era forzarla, pero fue su suegra quien la convenció.

A pesar de sus reservas y de su primer rechazo, doña Margarita, no podía negar, que Armando y Betty formaban una buena pareja. En las pocas ocasiones que había tenido para compartir con ella, desde que estaba con su hijo, había aprendido a apreciarla. A pesar de todo su snobismo, de todas sus tonterías, si a alguien amaba con pasión, doña Margarita Sáez de Mendoza, era a su hijo, a “su niño”. Quizás de ahí, venían todos los encontronazos que había tenido con él en tiempos anteriores, en su deseo de protegerlo, de aislarlo de aquello que le pudiese hacer daño. Si había apoyado el matrimonio con Marcela, es porque siempre pensó que él, a su modo, la amaba y además, ellas dos se llevaban muy bien. Sólo imaginar, que le tocase lidiar con una de esas nueras, que se llevan a matar con las suegras, y que las separan de sus hijos, a doña Margarita le causaba pavor.

Ahora, que después de aquel distanciamiento forzoso que se habían impuesto, a raíz del intento de suicidio de Armando y del infarto de Roberto, cuatro años atrás, volvía a estar bien con su hijo, lo último que deseaba era estropearlo.

Se obligó a si misma a hacer lo imposible por tener una buena relación con Betty, solo por Armando, bueno y por Luna, que le tenía conquistado el corazón. Y la verdad es que resultó muy fácil, llevarse bien con Betty era casi natural. La muchacha era educada al extremo y aquella timidez, que ella recordaba de los tiempos de asistente de Armando, se había transformado, en una agradable discreción, que la hacía aún más agradable en el trato.

Fue ella, quien a petición de su hijo, la estuvo asesorando y acompañando, a la hora de preparar las cosas del matrimonio, desde concertar la hora en la iglesia, hasta los detalles del vestido de ella y de la niña. También Catalina Ángel, les colaboró mucho, y fueron muy amables, con la azorada doña Julia, cuando consiguió escaparse unos días entre semana, para visitar a su hija y comprar “su ropita”, como ella decía.

Las veces que don Roberto y ella habían compartido con ellos, normalmente el almuerzo del sábado y del domingo en el club, cuando Armando y Luna iban a montar a caballo, se había dado cuenta, de la absoluta devoción que ambos se tenían, y que además proyectaban en la niña, pareciese que nunca hubiesen estado separados, y que desde el primer momento, fuesen una familia normal. Betty, algo ruborizada les había dicho, unos días antes de la boda :”A pesar de la separación y de pensar, que nunca volveríamos a estar juntos, Armando siempre estuvo presente en mi vida, cada día, cada minuto, solo tenía que mirar a Luna... y creo que él, ha sentido lo mismo, solo que lo tuvo más difícil, porque estaba solo... cuando nos hemos vuelto a encontrar, no ha sido tan difícil, sino más bien como reanudar algo, que ya existía... de todos modos, la presencia de nuestra hija, ha sido definitiva para los dos”

Por esa razón, cuando supo que Betty no pensaba volver a trabajar en Ecomoda, ella se decidió a convencerla, sabiendo que Armando lo deseaba más que nada y que sin embargo, se negaba siquiera a mencionarlo, para evitar que Betty, se sintiese presionada.

Y lo había conseguido, poniéndose a ella misma como ejemplo.

Doña Margarita.- Mire Betty, yo ni siquiera fui a la universidad, en mis tiempos, los más que se estilaba es que las muchachas, hiciésemos la secundaria y mucho era. Enseguida me puse de novia con Roberto, y estuvimos varios años, y después de casarme enseguida vinieron mis hijos. Pero por aquellos días, Ecomoda empezaba a ser lo que es hoy y mi marido y Julio Valencia, se mataban a trabajar. Susana, la esposa de Julio y yo, lo hablamos y decidimos ir con ellos a la oficina, ya los niños eran más grandes y pasaban sus días en la escuela, esas horas nosotras trabajábamos al lado de ellos, por lo que era nuestro patrimonio, el futuro de nuestras familias. Yo le aconsejaría que trabajase al lado de Armando, además con la ventaja de que Vd es una excelente profesional, ya lo ha demostrado anteriormente. Ecomoda es su patrimonio, el de su familia... además, haría muy feliz a mi hijo y creo que Vd también sería feliz, si volviese allí.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora