Me regaló la Luna

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Cómo era de esperar, Armando y Luna, fueron la comidilla de todos en el matrimonio de María Beatriz Valencia. Y encima, para desespero de Marcela, él se presentaba ante todos como “viudo”, incluso mostraba en su mano derecha un anillo de casado. Explicaba pacientemente, que su esposa y él se casaron en la intimidad y ella vivía con la niña en el departamento de Risiparalda, adónde él viajaba cada fin de semana para estar con ellas, hasta que su esposa había desaparecido en aquél pavoroso incendio en la empresa, dónde trabajaba.

Pero aún era peor, que Roberto y Margarita, de pronto, sin previo aviso y traicionándola a ella, confirmasen palabra por palabra, la versión de Armando, dejándola a ella sin posibilidad de desmentirla. Y es que los señores de Mendoza, tan preocupados del “qué dirán”, preferían confirmar la honorable versión que daba su hijo, a seguirle el juego a Marcela Valencia, que a fin de cuentas, en poco tiempo regresaría a Palm Beach.

Así que, cada una de las amigas de doña Margarita, se dedicaron a consentir a la pequeña Luna, a alabar lo bella que su papá la había preparado y felicitar a los abuelos, por una nieta tan encantadora.

Armando conocía a su madre, sabía lo clasista y tiesa que podía resultar, pero también sabía que no era mala persona y lo estaba comprobando, al ver como poco a poco, hora a hora, la pequeña Luna se la estaba ganando con su inocencia y su dulzura.

Sentada al lado de la abuela y rodeada por varias señoras de la alta sociedad bogotana, la chiquilla les explicaba que su mamá estaba en el cielo, porque era un ángel y que ella vivía con su papá, que la cuidaba y la consentía mucho. Les contaba como iban juntos cada mañana a Ecomoda, como luego almorzaban en Le Noir, y que después papá la llevaba al parque con la bici ...

Señora 1ª.- ¿Y no tienes una nana, cariño, que cuide de ti?

Luna.- No, mi papi me cuida muy bien y yo le cuido a él. En nuestra casita, solo vivimos nosotros... y yo tengo un columpio y muchos juguetes.

Señora 2ª.- ¿Y quién te peina y te hace la comidita?

Luna.- Mi papá... y yo me como todas las verduras, no me gustan nada y a mi papá tampoco, pero es necesario comerlas.

Doña Margarita, que conoce la aversión de Armando, desde niño, a todas las verduras, se sorprende.

Doña Margarita.- ¿Papá te prepara verduras y las coméis los dos?...

Luna (afirmando con la cabeza).- ¡Ajá!, los martes y los viernes, ponemos una cruz en el calendario que hay en la nevera.

Doña Margarita mira a su hijo que acaba de llegar, dispuesto a rescatar a Luna de entre aquellas mujeres.

Doña Margarita.- Mi amor, no sabía que cocinases y menos aún que comieses verduras, con lo que me costaba que de pequeño, incluso ahora de adulto, las probases.

Armando echando los brazos a su hija, para cargarla.

Armando.- Ya ves mamá, los milagros de la paternidad. Los primeros días comíamos muchas cosas precocinadas, pero poco a poco hemos ido aprendiendo juntos, y nos defendemos bastante bien. Y en cuanto a las verduras, pues las engañamos como podemos, con huevos revueltos, con jamón picado, gratinándolas con queso y al final conseguimos comerlas, aunque debo reconocer que siempre me gana Luna y eso me cuesta cada sábado un “huevo kinder”...

Luna (riéndose como la mamá, para deleite de Armando).- Si... ojojojojoj... siempre gano yo, a papi se le hace una bola y debe beber mucha agua para tragarlas... ojojojoj... papi, quiero pis...

Armando.- Claro mi amor, te llevo al baño, permiso señoras, hasta ahora mamá.

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Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora