Vidas paralelas 26- 35

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LA CONVALECENCIA

La primera semana, la pasó Armando en la cama. Sólo se levantaba, un poco por la mañana, para bañarse y ponerse un pijama limpio, ayudado de Betty y de su mamá, pues a veces se mareaba. Del baño, pasaba de nuevo a la cama, que cada día lo recibía con sábanas limpias, allí desayunaba, incorporado sobre almohadones. Los primeros días, comer cualquier cosa, le costaba un enorme esfuerzo y más de una vez vomitaba, poco a poco este malestar fue pasando y los alimentos, volvieron a tener sabor y textura.

Dormía mucho, pero siempre que despertaba, veía cerca de él a su mamá, a Betty, o a las dos, que en silencio velaban su sueño. Le gustaba entreabrir los ojos, para que no advirtiesen que estaba despierto y observarlas. Mientras lo acompañaban, ellas se entretenían leyendo o haciendo alguna labor; Betty en ocasiones trabajaba con su computador portátil, en cosas de Ecomoda.

Se sorprendió recordando a su madre, cuando de niño, la veía tejer con las agujas de calceta. Hacía años que no la veía hacerlo, y ahora volvía ese recuerdo a su vida. Doña Margarita, para distraerse, había comenzado a tejer unos jerseys para los nietos, copiando el modelo de una revista de moda infantil.

En su habitación, la luz siempre era tenue, lo suficiente para no tenerlo a oscuras, pero que tampoco le molestase. Solo había una lámpara de pie, con luz más fuerte, en la butaca dónde se sentaban sus enfermeras, para facilitarles la lectura o la labor.

El rato que él estaba en el baño por la mañana, servía para abrir las ventanas, pasar rápido la aspiradora y cambiar la cama. Esto lo hacía Betty, mientras su mamá lo afeitaba, porque el no tenía fuerzas para hacerlo. El resto del día, la paz y la tranquilidad eran las que mandaban, y una música muy suave de fondo, completaban la escena.

Betty iba cada día a estar un rato con los niños, que los echaban mucho de menos, sobre todo Robertito y el bebé. Ese tiempo que ella pasaba en casa de sus suegros, doña Julia y don Roberto, lo pasaban con Armando y con doña Margarita. Y cada día antes de acostarse, los pequeños llamaban a su papá por teléfono, para darle las buenas noches y hablar un poquito con él.

Al día siguiente del diagnóstico, todos los que habían estado en contacto con Armando, familia, amigos y compañeros de trabajo, se hicieron analíticas y gracias a Dios, ninguno se había contagiado.

El médico aconsejó a los que iban a estar más cerca, que se pusiesen unas inyecciones de inmunoglobulina, para prevenir. También le aconsejó a Betty, que pasados unos días, llevase a los niños mayores a vacunar contra la Hepatitis A y que ella misma se debería vacunar, cuando Armando estuviese restablecido. El pequeño Nico, debía esperar a tener los dos años.

La que peor lo pasó fue Marcela, primero porque se sintió rídicula creyendo que seducía a Armando, cuando éste estaba ardiendo en fiebre; segundo porque el alma le dio un vuelco, cuando en su delirio y como respuesta a sus caricias, Armando la llamó Betty; tercero, porque le molestó que Betty no hubiese sospechado de su relación con Armando y no le hubiese reclamado nada, al verlo con otra mujer... eso, es que no lo entendía, no lo podía entender y cuarto, porque cuando se cercioró que Armando estaba enfermo de verdad, aún sentía en sus labios el sabor de la saliva de él.

Salió de Ecomoda y se fue directamente a una clínica. Entró por urgencias, poco menos que hipocondríaca y por las exageradas explicaciones que dió, las enfermeras creyeron que aquella señora había hecho el acto sexual, sabe Dios con quién, sin protección y tenía todas las papeletas para haberse contagiado de SIDA o Hepatitis C.

Así que en vez, de hacerle una analítica sencilla, para ver el nivel de sus transaminasas, le hicieron analísis, que por ser tan específico lo que solicitaban, tardarían al menos dos semanas y luego, visto el nivel de la paciente, sospechando la categoría de su chequera y siendo aquello una clínica privada, para su seguridad y tranquilidad, la sometieron a un extenso chequeo, que en vez de tranquilizarla la puso aún peor.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora