Me regaló la Luna

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La conversación con su mamá, había sido como las pocas que había mantenido, en los últimos años, desde que rompió con Marcela, corta, con monosílabos y bastante incomprensión del lado de doña Margarita.

Luna bostezaba aparatosamente, mirando con esfuerzo, los créditos de la película, ya era muy tarde para ella, estaba claro, que debía organizar sus horarios y buscarle un colegio, y quizás una nana. Pero aún no, quería disfrutar de ella cada minuto del día, para resarcirse del tiempo que no la tuvo. Había comunicado en la oficina, que estaría unos días de permiso, que le localizasen por el celular, para cualquier emergencia, después de todo, hacía mucho tiempo, años, que no se tomaba unas vacaciones y ahora era el momento adecuado, faltaba mucho para el próximo lanzamiento, y bien podía permitírselo.

Armando.- Vamos Luna, a la cama, que te caes de sueño.

La chiquilla se dejó cargar por su papá, que una vez en el cuarto de invitados, la ayudó a desvestirse.

Luna.- Papá ¿me vas a dejar dormir contigo?, me da miedo dormir sola, no me gusta tu casa.

Armando.- Si, mi amor, claro que puedes dormir conmigo. Pero si te parece, vamos a buscar una casita que te guste más, que tenga ventanas muy grandes y jardín, para poner tu columpio ¿te parece?, y allí tendrás tu propio cuarto ¿sí?...

Luna.- Si..., papi busca la foto en la maleta, Marieta la guardó, yo se la di.

Armando.- Váyase limpiando los dientes, que papá busca esa foto ¿de quién mi amor?...

Luna.- De mi mamá y de mi papá.... es como un libro

Armando se puso nervioso, iba a tener una foto de ella en sus manos. No la veía desde hacía cuatro años, y la imagen que recordaba era la de su dulce Betty, con gafotas, capul y brackets... ”pero doña Julia le había dicho que ella había cambiado, que regresó bonita de Cartagena, claro que su mamá nunca hubiese dicho que estaba fea... ni él tampoco, no había mujer más bella sobre la faz de la tierra y su hija Luna, era un claro ejemplo”.

Fue sacando con cuidado la ropita de la niña, y por fin dio con ella. Era como un libro, un marco doble, tamaño cuartilla, de un lado estaba él ... ”¿de cuando era aquella foto suya?... claro, era de una revista, Betty la había recortado de una publicación de prensa rosa, es más, había quitado cuidadosamente, a la persona que estaba junto a él, y que debía ser Marcela, y pegado el resto sobre una cartulina”....

”¡Dios mío, está preciosa!, ¡mi Betty está preciosa!”, al otro lado del marco, le sonríe una joven, vestida con jeans y camiseta blanca, la larga melena lacia, peinada con la raya a un lado, sobre la nariz, resbalándose como siempre, unas gafas modernas, de montura al aire.

No podía dejar de mirarla y sin darse cuenta comenzó a llorar, suavecito, mientras la miraba, ”¡Señor, como la extrañaba!... ¡cómo echaba de menos su presencia, el sabor de sus besos, el olor de su piel!.... ¡Betty, mi Betty!”.

Luna.- Papi ¿qué te pasa?... ¿por qué lloras?

Armando (recomponiendo el gesto y limpiándose la cara).- No es nada mi amor, solo que miraba la foto de tu mamá, y la echo mucho de menos.

Luna se sienta sobre las rodillas de su papá, y recuesta la cabecita en su pecho.

Luna.- Mami, también lloraba algunas veces, cuando miraba tu foto, también te echaba de menos.

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Luna se quedó dormida, después de rezar sus oraciones y oír el cuento que su papá le leyó, abrazada como siempre a su muñeca. El volvió a la caja que Betty le había dejado, y de ella sacó la carta para volver a leerla.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora