Vidas paralelas 16-25

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DE NUEVO EN CARTAGENA" (PRIMERA PARTE) :

Tal y como Armando había dispuesto, el jueves a media mañana toda la familia volaba rumbo a Cartagena. La semana había sido movida, el martes don Roberto y Armando, junto con los abogados de la empresa, pasaron por el Banco de Montreal y solucionaron el tema de las acciones, que efectivamente habían generado un importante capital a lo largo de aquellos cuarenta años.

Daniel Valencia se reunió el miércoles con Nicolás Mora y con los abogados de ambas partes y les participó la venta de su paquete de acciones y su interés en retirar de inmediato el capital.

La familia Mendoza y el propio Nicolás se hicieron casi con el total de las mismas, invirtiendo gran parte del fondo de inversiones de Terra Moda y también gran parte del capital generado, por las acciones que acababan de recibir en testamento. De este modo Nicolás Mora pasaba a ser socio accionista de Ecomoda con un 12% de acciones de la empresa y la familia Mendoza, se convertía en socio mayoritario con un 53% , siendo por esta causa ratificado en su presidencia Armando Mendoza.

Marcela decidió marcharse unos días con María Beatriz, dejando a una llorosa y desolada peliteñida que no sabía muy bien que pasaba, ni por qué todos estaban tan felices, ni quienes eran aquellos niños, que habían salido el lunes de Ecomoda (ella no los había visto entrar) con Nicolás, llamándolo tío y riéndose de ella, cuando el muchacho más pequeño, mirándola con los ojos muy abiertos y voz de asombro, dijo en voz alta :

Robertito.- ¡Mira tío, mira!... Esa señora tiene el pelo amarillo...¿se lo pinta con un relutador?

Nicolás.- Sí muchacho... ja, ja, ja... tiene el pelo amarillo... pero no se lo pinta con un rotulador sino con una brocha... ja, ja, ja...

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Don Roberto y Armando iban felices, doña Margarita y Betty bastante más relajadas, doña Julia muerta de miedo, como cada vez que debía volar, y los niños felices mirando por la ventanilla, Yago y Cascabel, adormecidos en sus jaulas de viaje y debidamente facturados en las bodegas.

Una furgoneta Mercedes, les esperaba a la puerta de la terminal. Como siempre que viajaban, Armando la había alquilado y nada más subir el equipaje, condujo hasta la casa que tenían a las afueras de la ciudad, en una urbanización, a pie de playa.

Cuando llegaron, los niños quisieron enseguida ir a bañarse, Armando, para que dejasen tranquila a Betty y a doña Julia, acomodando todo y aireando la casa que llevaba cerrada unas semanas, rápidamente les ayudó a ponerse el bañador y los embadurnó en crema protectora, invitando a su papá a ir con ellos.

También don Roberto y Armando se pusieron los trajes de baño y con los chiquillos, salieron por el porche trasero que daba a la misma arena. Betty le avisó que no volviesen por lo menos en una hora, para que ellas pudiesen ordenar todo y preparar el almuerzo.

Doña Margarita y don Roberto fueron alojados en la habitación de invitados, mientras doña Julia, como hacía siempre que iban allí, compartiría con Mila.

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Ya en la sobremesa, sentados en el porche, observando como los niños se afanaban en la construcción de un castillo de arena, y doña Julia sin aceptar ayuda, recogía la mesa y la cocina, Armando tomando de la mano a Betty, se dispuso a hablar :

Armando.- Bien, papá y mamá... ahora os vamos a contar esa parte de nuestra historia, que Vds, aún desconocen. Cuando Betty comenzó a trabajar conmigo, bueno pues yo no me fijé mucho en ella, es más, aunque me avergüence decirlo, en muchas ocasiones me reía de su aspecto y de su físico, y hacía comentarios hirientes sobre ella con Mario. Pero al menos, Calderón y yo, éramos conscientes de su capacidad profesional y de su lealtad, y si bien nos mofábamos, nunca lo hacíamos en su presencia, como lo hacían los otros.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora