Historias de Betty, la fea

La primera de muchas EPÍLOGO

Betty le daba pequeños sorbos a la taza de chocolate caliente y humeante que tenía en las manos, mientras observaba embelesada el paisaje que se vislumbraba a través de los cristales algo empañados de la ventana. Estaba amaneciendo y era su último día en Aspen, la estación de esquí de Colorado, en los Estados Unidos... Armando la había llevado allí de luna de miel, después de pasar las fiestas de Navidad en Colombia. Quiso sorprenderla llevándola a conocer la nieve y verdaderamente que lo había conseguido, el sitio era espectacular y ella lo estaba disfrutando muchísimo.

Armando hizo un ruidito dormido como soplando por la nariz, ella volvió la cara y lo miró sonriente, no había notado que abandonó la cama hacia un rato, un poco desvelada y con algo de hambre. Desde el baño llamó al servicio de habitaciones y pidió el chocolate y unos bollos que le acababan de traer. La barriga se le empezaba a notar y debió comprar los pantalones térmicos que estaba usando esos días con la cinturilla elástica, menos mal que el vestido de novia lo pudo lucir con toda tranquilidad sin que se le notara nada, su papá aún no sabía nada del nieto que venía de camino.

Entrar en capilla del Gimnasio Moderno, vestida de blanco, con el velo cubriéndole el rostro y del brazo de su papá, había sido el momento más emocionante de toda su vida. Al principio aceptó el vestido blanco pero el velo le parecía poco adecuado al ir embrazada como iba, al final el deseo de Armando de una novia tradicional, pudo con su pudor personal y le dio el gusto, y no solo a él sino a sus papás. Él la esperaba en el altar vestido con chaqué de levita negra y pantalón gris rayado, lo mismo que don Hermes, don Roberto, el marido de Camila y Nicolás.

La ceremonia de la boda fue bonita y emotiva, el cardenal se lució en la homilía hablando del verdadero sentido del matrimonio católico, como fundamento de la familia y lugar escogido y preparado para la llegada de los hijos... La recepción en el museo del Chicó fue excepcional como todo lo que organizaba Cata y la mamá de Armando quedó mas que satisfecha. El lugar escogido para el posado fotográfico en los jardines y en la capilla del museo resultaron en unas cuidadas fotos de las que se seleccionaron varias de la pareja solos y con las familias, para enviar a la prensa.

Los días siguientes al casamiento transcurrieron en la oficina pues hasta primeros de año no iban a salir de viaje. Marcela había tenido que volar a Palm Beach, de modo que estuvieron tranquilos algunos días y ella por otro lado se había tenido que desayunar una mañana con un espléndido reportaje en la revista JET SET y hasta unos minutos en el programa “Estilo RCN” contando la intima boda del soltero mas cotizado de Bogotá.

Don Hermes y doña Julia, no solo estaban encantados con el matrimonio de Betty, sino que además disfrutaron con toda la familia Mendoza de una recepción de fin de año y gran gala en el Círculo de Empresarios de Bogotá. El papá de Betty no cabía en si, no solo el conocer y compartir con el cardenal y saberlo presente en la familia para lo que hiciese falta, pues así se ofreció el obispo cuando se despedían después del almuerzo nupcial... sino el haber estado de en aquella cena y baile de los empresarios, de smoking con la hija y la esposa elegantísimas y bellísimas, y siendo tratado como uno mas entre tanto caballero señalado de la alta sociedad santafereña.

Armando se sentó adormilado en la cama.- ¿Mi amor?... ¿te levantaste?...

Betty.- Si cielo, me desvelé y aquí estoy contemplando el amanecer entre las montañas... ¡¡tan bonito Armando!!...

Armando.- Mmmm... ¿huelo chocolate?... uysss voy al baño...

Betty le sirvió una taza y cuando el regreso del aseo se la ofreció.- También hay un bollo, me desvelé y tu hijo tenía hambre así que llamé al servicio de habitaciones...

Armando comenzó a comer.- Pues debe salir al papá porque estoy famélico, me hizo Vd trabajar mucho anoche señora de Mendoza... ¡¡que ricooo!!...