Por espacio de diez días, Armando se dedicó por exclusivo a su hija, a disfrutar de ella, a conocerla, a amarla y a dejarse amar. A medida que pasaban los días, la niña echaba, como es lógico, más de menos a su mamá, y muchas noches tenía pesadillas y se despertaba llorando y gritando, llamándola a voces. Pero él, siempre estaba a su lado, para acunarla entre sus brazos, secar sus lágrimas a besos y mecerla, hasta que la devolvía a la calma del sueño.
Por las mañanas, iban a buscar su “casita”, como decía Luna, visitando diversas direcciones, que les habían facilitado en la inmobiliaria, dónde a su vez había puesto a la venta su propio apartamento.
Por las tardes, después de almorzar en un restaurante, iban al parque con la bicicleta, a disfrutar del aire libre y de los columpios, que apasionaban a la niña.
Las noches cambiaron de color, una cena temprana y unas partidas de parchís, con las que Armando advirtió, que la chiquilla a pesar de su poca edad, había heredado el talento de la mamá, para los números, pues contaba y descontaba, por el tablero, casi a mayor velocidad que él.
También se había convertido en un experto, a la hora de peinarla, y era capaz de alternarle, las coletas, con las trenzas, el pelo suelto, adornado con horquillas, cintas o pasadas.
A los cinco días de estar juntos, le llamaron de Ecomoda, diciéndole que habían llegado varias cajas desde Marsella, a su nombre y el pidió que se las mandasen a casa. Tal y como pensaban, eran el resto de los objetos personales de Betty y de Luna, así como los juguetes de esta, que Marieta había dejado cuidadosamente empaquetados y a cargo de una empresa de transportes, para que se los hiciesen llegar.
Allí se enfrentó, al doloroso encuentro, con la ropa de Betty, no muy numerosa, pero si muy distinta a la que él recordaba. Abundaban los pantalones, muchos de sport, las camisetas y los jerséys deportivos, los zapatos, normalmente bajos, un par de trajes sastres y alguna cartera, algunos pijamas y algo de ropa interior. Todo cuidadosamente doblado, fue guardado en un baúl de madera de nogal, que compró expresamente para este efecto, y que los acompañaría a su nueva casa, deseaba que Luna tuviese cuantos más recuerdos de su mamá, mejor, y esas ropas, aún olían a ella.
Por otro lado estaban algunos libros, algunos discos, un reproductor portátil de CD’S, los juguetes de la niña y lo más especial, tres álbumes de fotos, dónde descubrió emocionado, como habían sido, en imágenes aquellos cuatro años de separación y ausencia.
En ellos cuidadosamente ordenadas, de modo cronológico, se veían fotos de Betty, mostrando orgullosa su barriguita de seis meses de embarazo y luego a punto de dar a luz, las fotos de las ecografías de Luna, sus primeras fotos de bebé, la del primer cumpleaños, las del bautizo, otras de otros cumpleaños, algunas con Marieta a la puerta de una casita de una planta, que la niña identificó como su hogar en Marsella, otras al lado de un pequeño utilitario de color plateado, que Luna llamó “Willy, el carro de mamá”.... todo un tesoro, que cada día repasaban juntos sin aburrirse, la niña recordando y él fabricando esos recuerdos inexistentes y que tanto añoraba.
En cada página de los álbumes, Betty no solo había colocado las fotos, sino que había anotado, con su letra redonda y clara, las circunstancias y la fecha de las mismas, así que eran como un precioso diario ilustrado de la vida de Luna, que comenzaba con una copia de aquellas fotos del marco doble, y bajo ellas escrito : “Papá y mamá”
Armando, decidió continuar esa historia gráfica de su hija, y algunas fotos hechas en el parque, o en Unicentro, se fueron añadiendo en las páginas en blanco que quedaban en el último álbum.
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Al fin, se había decidido a no mandarla a la escuela, hasta el siguiente curso, apenas si quedaban tres meses para que concluyese el curso escolar y se resistía a separarse de ella por tanto tiempo.
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Historias de Betty, la fea
FanfictionEstas historias no son de mi autoría, son de una plataforma llamada Tapatalk, las subo porque muchos foros ya han desaparecido y ustedes tiene que leerlas son maravillosas,cada una diferente pero con el mismo amor al escibirlas, si algún autor/a de...