¿Quién eres tú? Capítulo 3

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La ceremonia de matrimonio fue corta y sencilla, pero tremendamente emotiva. Armando se sentía especialmente feliz y Betty, bueno, Betty estaba como en una nube, no se creía que aquello le estuviese sucediendo a ella. Al mirarse al espejo, después de la larga sesión de embellecimiento a la que la habían sometido, ha quedado absolutamente sorprendida, no se reconocía a sí misma, estaba bella, muy bella y era ella misma, apenas unas horas después de haber amanecido con su aspecto de siempre.

Sus papás cuando la vieron se quedaron boquiabiertos, y doña Julia comenzó a llorar, primero de emoción por verla tan bonita y tan elegante, y después de pena, al pensar que todo aquello no era más que una farsa.

Armando, sin embargo se sentía extrañamente satisfecho, sorprendentemente feliz. Nada más tenerla a su lado y recibirla de manos de don Hermes, la tomó del brazo y le besó dulcemente la mano, al tiempo que la elogiaba por lo preciosa que estaba.

Ahora, cuando ya todo había terminado, incluida la deliciosa cena que les habían servido, ella iba en silencio en el asiento delantero del carro de su flamante esposo, mirando de reojo los dos anillos que lucían brillantes en los dedos anulares de ambas manos, la argolla de matrimonio de sencillo oro amarillo y lisa, con el nombre de Armando y la fecha del enlace grabado por el interior, en la derecha y en la izquierda, el anillo de compromiso de oro blanco y diamantes baguette, que para su asombro el doctor Mendoza le había colocado, durante la cena: Tenga Beatriz ¿a ver?, perfecto le queda hermoso, tiene unas manos tan bonitas es normal que una recién casada luzca su anillo de compromiso, al tiempo que la argolla de matrimonio, y mi esposa no va a ser menos

Armando, que iba silbando una cancioncilla popular mientras conducía, miró de reojo a Betty, que evidentemente muy nerviosa, iba sentada a su lado.

Armando.- ¿Está bien Beatriz?, la noto muy nerviosa.

Betty, tragando saliva.- Lo estoy doctor, mucho muy nerviosa.

Armando, consternado.- ¿Es que me tiene miedo?... ¿no le provoca vivir conmigo?...

Betty, niega con la cabeza.- ¡No doctor!, ¿Cómo cree?... no le tengo miedo, sólo que sólo que, no me puede negar que es una situación extraña.

Armando, asiente.- Sí que lo es Betty, bastante extraña, pero Vd y yo somos amigos, y podemos enfrentar esto juntos Ya verá, como todo nos sale bien.

Betty.- Y tenemos que ir a la oficina, y enfrentar a todos, cuando me vean cambiada y vean los anillos ¿quizás deberíamos quitárnoslos?...

Armando.- Mire Betty, es fin de semana, además de puente, tendremos tres días para habituarnos a la nueva situación antes de enfrentar a la gente de Ecomoda, y ya veremos qué hacemos con los anillos y demás.

En esos momentos, mientras Betty asiente con la cabeza, Armando está aparcando su carro a la entrada del edificio de apartamentos de la zona norte de la ciudad, donde vivía. Esperó en su asiento, hasta que Armando le abrió la puerta y la invitó a salir, tomándola cariñosamente por los hombros, al tiempo que cerraba la portezuela del coche.

Portero.- Buenas noches doctor Mendoza

Armando.- Buenas noches, Andrés mire, le voy a presentar a mi esposa, la doctora Beatriz Pinzón de Mendoza.

Betty, no pudo menos que ruborizarse, cuando el portero la saludo gentil y sorprendido, haciendo el saludo militar, con la mano en la visera de la gorra.

Portero.- Buenas noches señora de Mendoza y que sea enhorabuena.

Betty, en un susurro.- Gracias.

Armando, saca del bolsillo dos juegos de llaves.- Tome Andrés, se me dañó la cerradura del apartamento y debí cambiarla, ahí tiene un juego de llaves nuevo, si me hace el favor me da el antiguo... gracias, y cuando pueda me parquea el carro en el garaje, ¿quién viene mañana por la mañana?...

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora