Por fin regresaban a Bogotá, habían sido diez días tediosos y desesperantes. Marcela, realmente disgustada porque su flamante esposo, era incapaz de tener relaciones intimas con ella. No es que no quisiese, o que la rechazase, sencillamente es que no podía. La verdad era que Armando no tenía ninguna gana de tener sexo con Marcela, y con sorpresa advirtió que aquella que había sido su mujer, por cuatro largos años, ahora no le provocaba nada. Ya no era un rechazo psicológico por respeto a Betty, sino imposibilidad física. Con Marcela era impotente.
Habían estado en Madrid y Armando recorrió la ciudad y los alrededores, acompañado por una Marcela, aburrida y poco interesada en el turismo cultural al que la estaba obligando el querer compartir esos días con su esposo. A eso hubo de añadir una gala de ópera en el Teatro Real, varias obras de teatro y alguna película y solo una noche, en una sala de fiestas, dónde pudieron bailar y ella disfrutar de un poco de la intimidad, que deseaba.
En lo único que quedó satisfecha, fue en el tema de las compras, Armando la acompañó pacientemente por todas y cada una de las tiendas que ella quiso. Mientras se medía modelos, y complementos, Armando aprovechó para dejar apartados algunos obsequios para Betty, con la promesa de ir a buscarlos al día siguiente a primera hora.
Al final con algún que otro esfuerzo, Armando fue capaz de camuflar en un guarda trajes de piel que compró, esos obsequios que llevaba, mientras Marcela bregaba con meter en las maletas que habían traído de Colombia, todo lo que había comprado en Madrid.
Ya en el avión Marcela le dice a su esposo:
Marcela.- Mi amor, ahora que estemos en casa, vamos a pedir hora al médico.
Armando, la mira curioso.- ¿Te sientes mal?...
Marcela.- Yo no Armando, es para ti...
Armando, sorprendido.- ¿Para mí?, me encuentro perfectamente Marcela, como no me había sentido hace tiempo, incluso he ganado algo de peso, me encanta la comida española.
Marcela.- ¿Cómo puedes decir que te encuentras bien?, has sido incapaz de... bueno, nunca antes había pasado... has tenido mucho stress, la junta directiva, el desfile, el matrimonio... yo lo entiendo mi amor, pero nuestro matrimonio... debemos pensar en tener al menos un hijo...
Armando, la miró horrorizada.- ¿Un hijo?... ¿Nosotros?... ¿contigo?...
Marcela, molesta.- Pues claro, soy tu esposa...
Armando.- No digas estupideces Marcela, nunca hemos querido hijos y ahora menos, sería una complicación innecesaria.
Marcela, sin querer gritar pues estaban en el avión.- ¿Complicación innecesaria?... ¿por qué te casaste conmigo si se puede saber?...
Y nada más hacer la pregunta, al ver la expresión de Armando, se arrepintió.
Armando.- Me casé contigo por miedo a la que podías formar si te cancelaba, ya lo sabes, ¿a que viene ahora el querer engañarte con una relación amorosa que no existe?...
Marcela, mimosa.- Yo te amo Armando.
Armando.- Yo no... disculpa voy al baño...
Le respondió Armando, empleando esa excusa que había aprendido a usar cada vez que quería dejar zanjada una discusión, de las que su esposa comenzaba de modo habitual.
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Beatriz estaba muy nerviosa, había logrado convencer a su papá para que le permitiese pasar la noche fuera de la casa, ella le dijo que con Aura María, Sandra y Mariana, y la recepcionista le hizo el favor de taparla, con el cascarrabias de don Hermes y con las chismosas del Cuartel, a cambio Betty, que había mejorado su salario desde que la ascendiesen a vice- presidente financiera, después de venir de Cartagena, la obsequió agradecida, con unos vistosos aretes de plata y jade, que le quedaban muy lucidos a la pizpireta muchacha.
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Historias de Betty, la fea
FanficEstas historias no son de mi autoría, son de una plataforma llamada Tapatalk, las subo porque muchos foros ya han desaparecido y ustedes tiene que leerlas son maravillosas,cada una diferente pero con el mismo amor al escibirlas, si algún autor/a de...