Los días de Cartagena fueron una delicia para todos. Solo que Marcela, no pudo conseguir que Armando le hiciese el amor, por unas o por otras, ella siempre estaba dormida cuando él se acostaba a su lado, al menos eso creía la pobre mujer, porque la verdad era que todas las noches durmió junto a Betty a quien si le hizo el amor hasta la saciedad, sintiéndose tan feliz y tan lleno de amor, que no sabía de que modo iba a enfrentar el tiempo que tenía que pasar sin ella, una vez que regresasen a su vida en Bogotá.
Pero Marcela no podía reclamarle, por primera vez en meses, ella reconocía al Armando divertido y feliz, que la había enamorado. Siendo siempre el centro de las reuniones, concentrando en torno a sí, a todos los del grupo en el que se movían y al mismo tiempo, atento y correcto con ella. En ningún instante pudo decir que se sintiese desatendida.
Por otro lado fue testigo de primera mano de cómo Betty iba ganando poco a poco en autoestima, a medida que se hacía con su nueva imagen y mejoraba, entre alabanzas de todos, su modo de vestir. Ahí Marcela, tuvo que reconocer que la joven, por mal que le cayese a ella, era muy educada, inocente y tímida, así como brillante, intelectualmente hablando, y muy discreta, y ahora que había pasado por un salón de belleza decente y por un par de boutiques, muy mona.
Pudo comprender que Armando hiciese buenas migas con ella, pues en varios ratos que estuvieron compartiendo, bien en la playa o en la piscina, o tomando unos tragos, la conversación de Betty era agradable y fluida y conversaba con soltura de cualquier tema. Para mayor confusión en sus sentimientos, se dio cuenta que antes que cualquier otra cosa, Beatriz Pinzón y Armando Mendoza eran excelentes amigos... sí, amigos y ella tenía grandes dificultades para comprenderlo.
Por ejemplo hubo una mañana en que cuando ella llegó a la piscina, ya Betty estaba sentada en una tumbona, luciendo un discreto bikini azul marino y blanco a rayas, con adornos en rojo, que hacía juego con una graciosa camisola de algodón y diseño marinero. Cuando Betty lo compró, ella y Armando, la acompañaban junto a Cata. Fue Marcela quien eligió el conjunto de la percha, y lo desechó porque le pareció, infantil la camisola y demasiado cubierto el bikini, seguro le dejaba muchas marcas blancas. Pero entonces, ella creía que Cata, pero lo cierto es que fue Armando, se lo pasaron a la joven asistente de su novio, y la muchacha cuando se lo probó levantó admiración entre los presentes, incluso en ella. Parecía que el diseñador hubiese pensado en alguien como Betty, cuando lo dibujó y por cierto que llenaba la parte superior mucho más de lo que pudiese parecer a simple vista, dado lo delgada que era.
Bien, pues cuando llegó al solarium, ya Beatriz estaba tumbada junto a la piscina, leyendo muy atenta la prensa del día, que repartían cada mañana a los clientes del hotel que la solicitaban.
Marcela.- Buenos días Beatriz... ¿vio a Armando?, no estaba cuando salí del cuarto.
Betty, incorporándose en la hamaca y dejando de leer.- Buenos días doña Marcela, no, no lo vi y hace más de media hora que estoy acá. Hoy las reinas tienen la mañana libre, y doña Catalina y yo, pues también.
Marcela, curiosa.- ¿Qué lee?...
Betty.- La prensa de hoy, hay ejemplares gratuitos para los huéspedes, ¿quiere que le vaya por alguno?...
Marcela, se encoge de hombros.- No sé... ¿qué lee Vd?...
Betty.- Siempre cojo “El tiempo” y “Semana”(1), de ese modo puedo contrastar opiniones...
Armando, sorprendiéndolas.- Como siempre muy inteligente Betty... ¡uf!, estoy deshidratado... ¡mesero!, por favor un jugo de frutas, helado si es posible... ¿Vds. quieren tomar algo?...
Betty.- No gracias...
Marcela.- Yo quiero un Martini Seco, gracias... ¿de dónde vienes Armando?, no te he visto en toda la mañana...
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Historias de Betty, la fea
أدب الهواةEstas historias no son de mi autoría, son de una plataforma llamada Tapatalk, las subo porque muchos foros ya han desaparecido y ustedes tiene que leerlas son maravillosas,cada una diferente pero con el mismo amor al escibirlas, si algún autor/a de...