Me regaló la Luna

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Por unos instantes, todos se quedan en silencio. Armando teme que su mamá diga una inconveniencia, y la mira aprensivo. Al final, es don Roberto quien rompe el hielo y se levanta acercándose a la niña.

Don Roberto.- Así que tú eres la hijita de Armando ¿no?

Luna.- Sí... ¿tú eres mi abuelito?, yo no sabía que tenía un abuelito.

Armando.- Tienes dos abuelitos mi amor, mi papá que es este señor y el papá de tu mamá. Y dos abuelitas, mi mamá que es esta señora y la abuelita Julia, que es la mamá de tú mamá y ya la conoces.

Luna.- Se lo voy a contar a Oriana, le va a gustar que yo tenga tantos abuelitos... papi ¿me pones la peli?

Armando.- Claro hija, ahora mismo.... Disculpen...

Don Roberto, que está de pie, les sigue hasta la puerta del antiguo hueco y se sorprende, con la sala de juegos infantiles que su hijo ha creado allí. Lo mira, como cariñoso, de la mano de la niña, va hasta el reproductor de DVD e inserta el disco, después de encender la pequeña TV que hay en uno de los estantes, delante de la cual en sendos cojines, se sientan las dos niñas.

Don Roberto se vuelve a sentar, cuando Armando regresa a la oficina, dejando la puerta entornada.
Don Roberto.- ¿Quién es la otra niña?...

Armando.- Es Oriana, la hijita de Berta, tienes unos meses más que Luna, son muy amigas. Le pedí a Berta que la trajese, para que mi hija no estuviese sola todo el día, ella necesitaba una amiguita.

Don Roberto.- Pero la podrías mandar al colegio Armando, no me niegues que no es habitual que una niña, pase la mañana en la planta ejecutiva de una empresa.

Armando.- Aún es pequeña, además hace apenas dos meses que la tengo conmigo, no deseo separarme de ella, más de lo necesario. Ahí, ella está feliz, con su amiga y con sus juguetes, es muy juiciosa y apenas si la escucho. Después vamos a almorzar juntos y la llevo un rato al parque, tenemos la bici en el capó de mi carro, sólo hay que sacarla. Ya irá a la escuela el próximo curso, de momento, la quiero cerca de mi.

Doña Margarita.- Definitivamente estás loco Armando. Admitir que esa niña es tuya, sin pruebas de paternidad, solo porque la mamá te lo dice, una chiquilla que ni siquiera se parece algo a nosotros... además ella le dijo a Marcela que su mamá es Betty, ¿qué Betty, Armando?...¿qué Betty?... En las fotos esas que tienes ahí, aparece una joven muy bonita con la niña...

Armando.- Claro que estoy loco mamá, loco de amor y de gratitud por mi niña. Es cierto que no se parece a nosotros, salió igualitica que la mamá, es su vivo retrato. Tampoco yo me parezco a la familia de papá y sin embargo él nunca te pidió cuentas.

Doña Margarita.- No digas tonterías Armando, no es lo mismo por Dios...

Armando.- Claro que es lo mismo, su mamá está desaparecida en un incendio que hubo en la empresa dónde trabajaba, yo aún me niego a darla por muerta y la ando buscando. Ella dejó un testamento dónde indicaba que en caso de que le pasase algo irremediable, que me trajesen la niña a mi, que soy su papá y eso pasó, y yo lo creo. Sé que es mi hija, hija mía y de Betty.

Don Roberto.- ¿De Betty, tu asistente?... ¿la feíta?...

Armando.- La mujer más bella del universo, la más buena, la más especial... mi Betty...

Doña Margarita.- ¿Por ella dejaste a Marcela?... no lo puedo creer, ¿cómo se quedó embarazada?, ¿cómo que no te lo dijo antes?...

Armando.- Yo dejé a Marcela porque no la amaba. Y por otro lado no creo que necesites que te explique, de que modo se queda embarazada una mujer.... ella quiso que yo supiese, pero Marcela y Patricia se ocuparon de que no pudiese hablar conmigo...

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora