CAPÍTULO 92

52 5 0
                                    

Mi mente se descolocó por un instante. Tan solo oír ese nombre me creaba escalofríos por todo el cuerpo, haciendo que mi corazón se estremeciera.

— En gran parte sí— miré a otro lado— Me preocupa que le haya podido pasar algo. Apenas la conocía, pero sentí una gran conexión con ella desde el primer momento y tan sólo pensar que puede no estar bien...— dejé la frase en el aire, sin querer decir más por miedo a que se me cayeran las lágrimas.

— ¿Hace mucho que no la ves?— preguntó con una palpable preocupación.

— Lleva días sin aparecer— confirmé, soltando un pesado suspiro— Si hoy no sé nada de ella, lo denunciaré.

El señor Kim se quedó callado por unos segundos, con una mirada triste y los puños cerrados bajo la mesa, denotando la tensión del momento.

— Entonces esperemos que hoy aparezca— terminó por decir— Y en todo caso, estaré totalmente dispuesto a participar en su búsqueda. No estás sola en esto.

— Lo agradezco, es muy amable por su parte— sonreí algo más aliviada, pero aún sintiendo ese nudo en mi garganta.

Pocos minutos después se aproximó un camarero para atendernos. Ambos ordenamos nuestros platos y esperamos a ser servidos.

La comida fue muy agradable a pesar de que habíamos empezado con un ambiente algo tenso por tocar el tema de Mina. Nos mantuvimos distraídos hablando sobre el proyecto que había para estas fiestas. Quedamos en que nos veríamos todos los martes de 16:00 a 18:00 (4:00 - 6:00 pm) en la biblioteca municipalidad.

Las horas pasaron volando entre conversación y conversación y, antes de que pudiéramos darnos cuenta, uno de los empleados del local dejó la cuenta sobre nuestra mesa.

— A medias entonces— recordó Namjoon, sacando la cartera de su bolsillo.

Asentí con un movimiento de cabeza, imitando su mismo gesto para sacar un par de billetes y colocarlos sobre la pequeña bandeja de metal donde se encontraba el recibo.

— Gracias, comimos muy bien, señor— concluyó el moreno, haciendo una reverencia ante el que supuse que sería el dueño del restaurante.

Kim era tan educado y encantador que me extrañó que no tuviera ya una esposa e hijos viviendo en una bonita casa en el centro de la ciudad.

Espera, ¿lo tenía? Ni siquiera le había preguntado al respecto, aunque, pensándolo bien, no sabía si sería lo más adecuado, al fin y al cabo, era mi profesor, no debería preguntar por su vida privada.

— ¿Entonces... te llevo a casa?— logré oír la voz del mencionado una vez descendí de mis pensamientos.

— No hace falta, está aquí cerca, puedo ir andando— rechacé su amable petición.

— ¿Te acompaño al menos?— insistió.

— ¿Cómo vas a acompañarme hasta mi casa para después volver a por tu coche e irte?— negué rotundamente — Seguro que tienes una familia esperándote en casa, será mejor que no te demores.

Eso había sido sutil y muy hábil por mi parte. Al menos así mataría ese gusanillo que me picaba por dentro de la curiosidad que aquella duda me produjo.

— ¿Familia? No, no. Ni siquiera estoy comprometido con nadie— rió algo avergonzado, rascándose la nuca.

— Eso me sorprende, la verdad— elevé mis cejas inconscientemente ante el asombro de su repuesta.

— Bueno, es lo de menos. No tengo ninguna prisa— se encogió de hombros — Somos personas, no máquinas diseñadas para procrear y vivir una vida moldeada y escrita por un mismo patrón.

— Vaya. Más que profesor de inglés pareces profesor de literatura— acompañé mi frase con una melodiosa risita.

— Me planteé esa carrera, pero me gustaba más la de idiomas, no era tan aburrida.

— Pues me alegra que escogieras esa misma, sino ahora mismo no estaría aquí contigo— acomodé mi bolso para poder sacar el móvil.

Namjoon solo esbozó una gran sonrisa y me miró por unos instantes antes de sacar las llaves de su coche y abrir la puerta de éste.

— ¡Nos vemos!— me despedí, sacudiendo mi mano cuando oí el rugido del motor.

Bye, darling— correspondió al gesto y colocó sus manos sobre el volante de nuevo.

El trayecto hasta casa se me hizo bastante llevadero, principalmente porque después de contestar al mensaje que me dejó Jimin, decidió llamarme y pudimos hablar durante todo el camino.

En la charla telefónica me contó que había pasado un tiempo en una casita del bosque junto con uno de sus hermanos que hacía tiempo que no veía y a eso se daba su ausencia en los últimos días.

— ¿Y cómo se llama tu hermano, es mayor o menor que tú?— preguntaba con inquietud.

— Se llama Jin y es mayor que yo. Es un poco testarudo a veces y se enfada con facilidad cuando las cosas se descuadran un poco. Me estuvo soltando una reprimienda durante horas, gritándome con las orejas más rojas que un tomate— reía a carcajadas, seguramente recordando ese momento.

Por un instante me paré a pensar, Jin, ese nombre me sonaba, ¿pero de qué? No lograba recordar dónde lo había oído antes.

— ¿A ti? ¿Qué hiciste? Si eres un ángel— pregunté aún más intrigada que antes, omitiendo aquella otra duda.

— Prefiero no hablar del tema, aunque, la verdad, tenía motivos para hacerlo, así que tampoco lo culpo del todo— habló algo más arrepentido esta vez. Pude notarlo por su áspero y bajo tono de voz.

— Vaya, eso sí es toda una sorpresa. Park Jimin, convirtiéndose en todo un quebranta reglas— me burlé, enrollando un mechón de pelo en mi dedo índice mientras me recostaba en el sofá de mi casa.

Hacía un buen rato que había llegado. Y es que, cuando se trata de Jimin, da igual cuánto tiempo pases conversando con él, siempre se hace corto. Tiene un encanto especial y distinto al de los demás que te atrae hacia él como un imán.

— Ja, me estoy convirtiendo en todo un malote— vaciló con aires de superioridad, notándose claramente que iba con humor. 

No pude evitar entrar en un ataque de risa que me duró varios minutos parar. Eso había sonado tan gracioso y enternecedor.

— ¡Oye! ¿De qué te estás riendo, eh?— resopló con falsa molestia. Seguramente él también estuviera conteniendo su risa y la vergüenza.

— No, no, de nada— carraspeé, intentando disimular la risita floja que amenazaba con salir de mi boca.

Nos pasamos horas sumergidos en esa y muchas otras de conversaciones más, hasta que oscureció y me vi obligada a bajar las persianas de mi piso.

Miré detenidamente el reloj en la pared. Vaya, había estado más de tres horas seguidas hablando con el chico.

— Creo que deberíamos colgar, ya es muy tarde.

— ¿Ah, sí?— se formó un pequeño silencio, segundos que seguramente se demoró en mirar la hora— ¡Es cierto! Ni siquiera me había dado cuenta.

— Ha sido un placer hablar contigo, Jimin— concluí mientras encendía la luz de la cocina.

Tenía hambre.

— Lo mismo digo, princesa.

No lo voy a negar, oír esas palabras de nuevo me dejaron sin respiración por un momento.

— Ya nos veremos entonces— sonreí.

— Sin ninguna duda. Hasta mañana— se despidió poco antes de colgar la llamada.

Definitivamente, ese había sido uno de los mejores días que tuve en mucho tiempo y, como cabía esperar, iba a terminarlo con una buena cena, mi favorita: arroz con verduritas y salmón ahumado. Hacía años luz que no preparaba algo tan elaborado, comparándolo con la complejidad de hacer un ramen instantáneo, pero ese día estaba lo suficientemente motivada como para dedicarle algo más de tiempo a la elaboración de la comida.

Blood Tears | BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora