CAPÍTULO 94

43 3 4
                                    

Me llamó en voz baja, ahora más inquieto y algo decaído.

— Si no quisieras no pasa nada. Puedo entender que tengas otra persona con quien asistir o que incluso quieras acudir sola o ni siquiera ir, puedes contarme la verdad, no me molestaría en absoluto.

Miré al suelo y volví a levantar la cabeza en dirección al chico, sintiendo mis mejillas arder sin saber muy bien qué o cómo responder a su pregunta.

— Claro que quiero ir. Sólo estoy algo confusa porque no sé con quién ir— retiré mi cabello tras mi oreja para volver a ponerlo en su posición inicial segundos después— Deja que me lo piense, si no te sabe mal.

— Está bien. Es totalmente respetable— asintió con la cabeza, ahora algo más tranquilo, pero aún con semblante serio— Tómate el tiempo que necesites. Estaré aquí si necesitas hablarlo.

Me regaló una de sus agradables sonrisas y rodeó mis hombros con su brazo izquierdo para proporcionarme algo más de calor al verme temblar.

— Gracias, eres muy considerado— le devolví el gesto y apoyé mi cabeza sobre su pecho mientras caminábamos por la acera.

— ¿Y qué me dices de las vacaciones de Navidad? ¿Tienes algún plan o has pensado en celebrarlo con alguien en especial?— me rodeó los hombros con su brazo, proporcionándome ese agradable calor que me hacía falta. 

Las temperaturas habían subido bastante en las últimas semanas, pero parecía que a él no le afectara demasiado, siempre lo veía sin abrigo o con una simple chaqueta tejana. 

— La verdad, ahora que lo dices, sí. He pensado en ponerme en contacto con mi familia, quizás pueda pasar algo de tiempo después de tanto tiempo sin vernos.

Jimin me miró atónito, como si lo que le acabara de decir fuera insólito. Sus ojos se abrieron en signo de sorpresa y su rostro empalideció un poco más de lo que ya solía estar. 

— ¿Hace mucho que no los ves?— preguntó segundos después, cruzando el paso de peatones en una dirección desconocida para mí. 

No sabía a dónde nos dirigíamos, no estaba pendiente de ello, simplemente me ceñí a seguirlo. 

— Sí, hace como que...—hice una pequeña pausa para contar mentalmente el tiempo— Cinco años— respondí no muy segura, casi en forma de pregunta— Sí, más o menos. 

— Vaya, eso es mucho tiempo—me miró apenado— ¿Quieres hablar sobre ello?

Su cálida voz me hizo sonreír. Sus palabras. Cada gesto que tenía conmigo. Era tan encantador que provocaba que me sintiera especial y reconfortante a cada instante.

— No te preocupes, Jimin. Hace tiempo que lo superé— sonreí melancólica, alzando mi mirada para encontrarme con sus preciosos ojos observándome— Al principio fue muy doloroso, tanto que apenas recuerdo gran parte de lo que sucedió, ni siquiera consigo acordarme de muchos de ellos, pero estoy dispuesta a encontrarlos de nuevo.

Eso había sonado tan dramático. 

— No me esperaba menos de ti. Siempre luchas por lo que quieres. Eres un ejemplo a seguir para cualquiera— me regaló una sonrisa acompañada del leve rubor que cubría sus mejillas. 

Desvió su mirada avergonzado y, sin poder evitarlo, imité su gesto. 

— La feria de invierno— pensé en alto cuando vi las miles de luces decorando la calle, iluminando las pequeñas paraditas alrededor. 

El lugar se veía hermoso. Ya era tarde, el sol se empezaba a esconder tras los edificios de la ciudad y dejaba que las luces navideñas adornaran las calles con su resplandor. Los puestos con detalles navideños estaban montados a lo largo de toda la calle principal, con personas de todas las edades paseando y comprando. 

— ¿Te apetece dar un paseo?— preguntó a la misma vez que descendía su brazo de mis hombros hasta mi cadera. 

— Sí— asentí con un movimiento de cabeza y miré a otro lado, ruborizada. 

No me sentía incómoda, todo lo contrario. Tener a Jimin cerca de mí me hacía sentir bien. Transmitía paz y cierto cariño que me reconfortaba. 

Estuvimos dando vueltas por la calle, admirando cada pequeño detalle que nos llamara la atención. Al principio se encontraban las paraditas donde vendían adornos navideños y figuritas. Las siguientes fueron las de la joyería hecha a mano, con pulseras, collares y otras piezas preciosas y brillantes,  y finalmente, las de comida y bebida ambientadas en Papá Noel, donde cada uno se pidió un chocolate caliente delicioso en tazas con pequeños renos dibujados a su alrededor. 

— ¿Qué es lo que más te ha gustado?— sopló el humo que se desprendía del chocolate, acomodando el adorable gorro de lana rojizo que llevaba puesto.

— Creo que— me giré desde el banco donde nos habíamos sentado, haciendo memoria de todo lo que vimos— Creo que mi cosa favorita fue una de esas bolas de nieve que había en las primeras paradas. Todas eran preciosas pero la del muñeco de nieve era monísima— dije poco antes de darle un sorbo a mi taza, procurando no quemarme los labios. 

— ¿De verdad?— se volteó junto a mí mirando en la misma dirección. 

— ¿Y a ti? ¿Qué es lo que más te ha gustado de todo lo que vimos?— volví a mirarlo a él, intrigada por su respuesta.

— ¿Lo que más me ha gustado?— replanteó pensativo, a lo que yo asentí con un leve gesto— Tú. Lo que más me ha gustado de todo lo que vi hasta ahora eres tú— me miró con cierta timidez reflejada en sus rosadas mejillas. 

Por un instante dudé si lo que había escuchado no sería mi propia imaginación o fruto de mis deseos de recibir una respuesta, pero algo en mi interior me decía que realmente había oído bien esas palabras.

Mi corazón empezó a bombear sangre tan rápido como los destellos de esas deslumbrantes luces navideñas a nuestro alrededor. Habría jurado que Jimin podía oír los latidos impactando contra mi pecho y estaba segura de que ya se habría percatado de mi irregular respiración chocando contra el gélido viento en forma de vaho. 

Me quedé allí parada, agradeciendo estar sentada en ese frío banco, de no ser así, probablemente el temblor de mis piernas ante los nervios hubiese provocado una fatal caída para mi desgracia. 

— Ven— pude oír su voz de nuevo, casi en un murmuro. 

— ¿A dónde vas?— desperté del pequeño trance en el que me había visto inmersa y lo seguí a paso acelerado, sosteniendo la taza de chocolate medio vacía en mis manos. 

A los pocos minutos, después de intentar seguir al chico a través de la multitud de personas, pude vislumbrar su figura con más claridad. Se encontraba unos metros más adelante, en una zona menos concurrida y más tranquila, donde apenas pasaban dos o tres parejas de tanto en tanto. 

— Nunca he entendido por qué la gente no viene más a menudo por aquí— habló de nuevo, una vez estuve a su lado. 

— ¿A qué te refieres?— lo miré confundida, frunciendo ligeramente el ceño mientras él seguía con la mirada perdida en el horizonte. 

— Mira— susurró, colocándose a mis espaldas y acercando sus manos hacia mi rostro para poder dirigir mi cabeza hacia arriba, en dirección al cielo. 

En mis ojos se vieron reflejadas las miles de estrellas que parecían pintadas sobre aquel oscuro y profundo lienzo al que llamamos cielo. No dejaban de destellar por todas partes, creando un sin fin de formas que podía imaginar con tan solo unir unas con otras con una linea invisible trazada por mi imaginación. La luna no lucía tan solitaria como otras noches, se veía acompañada y parecía brillar más que nunca, como si mostrara su felicidad.

Era un cielo estrellado, una preciosa imagen que nunca antes había tenido el placer de contemplar, no al menos de esa manera ni con ese detalle. 

Ni tan sólo me había percatado de lo bella que podía verse la noche con prestarle un mínimo de atención. No hasta que Jimin tuvo el honor de enseñarme ese precioso lado de lo que muchas personas consideran una parte irrelevante en su día a día.

Blood Tears | BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora