CAPÍTULO 29

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El chico se levantó bruscamente de su silla y salió de la clase a toda velocidad mientras sus lágrimas se deslizaban por su delicado y bonito rostro.

— ¡Mirad que habéis conseguido! Sois todos unos hipócritas! ¡No tenéis corazón!— vociferé a toda la clase, la cual se quedó en silencio para escucharme— ¿Vosotros lo veis normal? Él es una persona y tiene sentimientos, algo que vosotros no tenéis, como he podido comprobar. No sabía que los alumnos de este aula eran unos descerebrados niños de parvulario— me dirigí a la puerta— Todo aquel que se haya reído de él, no quiero que se acerque más a mí. Y os dejo una cosa clara, si le decís algo al pobre chico me las pagaréis— salí de clase dando un fuerte portazo, aún fascinada por mi valentía y por el hecho de que la profesora no me hubiera interrumpido.

Seguí al chico, quien corría demasiado rápido. Intenté seguirle el ritmo. Empecé a gritar, pero el aliento me faltaba cada vez más, quería rendirme, dejar de correr y caer rendida al suelo, pero aún así, seguí corriendo como si no hubiera un mañana.

— ¡Ey, para! ¡Por favor! Detente— lo veía alejarse cada vez más, al parecer hizo oído sordos y siguió su camino.

El chico no contestaba, sólo seguía corriendo por el largo pasillo mientras secaba las lágrimas que caían al suelo de vez en cuando.

— Por favor, detente. Hazlo... ¡Por ti o por mí!— me paré en medio del pasadizo sólo para poder gritar esas dos últimas palabras, deseando que éste cediera.

Y así mismo lo hizo. El azabache se paró en seco, dándome la espalda. Se podía ver como su trabajado cuerpo subía y bajaba a gran velocidad gracias a su acelerada respiración. Lo miré algo sorprendida, corriendo aquellos pocos metros que quedaban para alcanzarlo, y cuando a penas estaba a centímetros de él lo abracé por detrás, apoyando mi cabeza sobre su espalda.

Había un gran silencio, tanto que podía escuchar los fuertes y rápidos latidos de su corazón golpear contra su pecho.

— No los escuches. Eres una persona y puedes amar a quien tú quieras. Digan lo que digan no vas a cambiar ese pensamiento, ¿has entendido? Eres libre de hacer lo que tú más ansies— me separé de él lentamente y a los pocos segundos el chico se dio la vuelta.

Mi corazón sintió un gran impacto al ver sus húmedas mejillas, sus ojos rojos e inchados y sus labios magullados de tanto morderlos ante los nervios que invadían su ser.

— Venga, no llores. Ellos no merecen tus lágrimas— le extendí un pequeño pañuelo, admirando su bello rostro ser consumido por la tristeza.

El chico miró el pañuelo y se secó las lágrimas apresuradamente, intentando ocultar su apenada expresión en él.

— Gracias— consiguió murmurar una vez que sus lágrimas cesaron.

— Ves al baño. Mójate un poco la cara y vuelve a clases con orgullo— agarré su mano— Estoy contigo, no tienes por qué preocuparte. No estás solo, me tienes a mí— lo miré cálidamente, acomodando su cabello con cuidado.

Por muy poco que lo conociera, algo en mí me hizo sentir tan cercana a él.

Podía apreciar como el brillo de sus ojos estaba siendo apagado a cada día que pasaba y no iba a permitir algo semejante. Quería devolverle ese precioso resplandor que poseía en sus marrones y profundos orbes al sonreír.

No has cambiado— susurró el mencionado, tan bajo que no pude ni escucharlo, solo pude ver una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

— ¿Has dicho algo?— pregunté al oír un pequeño murmuro por su parte, orgullosa de volver a apreciar aquella linda expresión.

Blood Tears | BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora