CAPÍTULO 96

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Mientras él preparaba la bebida yo me retiré el abrigo, lo colgué en el perchero junto a la puerta de entrada y me senté en un precioso sofá beige del salón.

Jimin se acercó con dos tazas y una tetera humeante entre sus manos. Más tarde trajo un par de servilletas y algo de azúcar.

— ¿Con quién vas a ir?— se sentó justo a mi lado, dejando la tetera sobre la mesita.

Le lancé una mirada dubitativa, sin acabar de entender a qué venía esa pregunta. 

— Al baile— tomó un sorbo de la taza— Me dijiste que tenías que pensarlo, lo que me da a  entender que: o ya tienes alguien con quien ir o que te lo ha pedido más de una persona y no sabes con quién— me sonrió lascivo, orgulloso de su ingenio.  

— Esto... No sé— me encogí de hombros y miré a otro lado, queriendo desviar su atención para que no percibiera mis nervios. 

— Espera— me volvió a mirar, esta vez parecía que una bombilla se le acabara de encender justo sobre su cabeza— ¿Quieres pedírselo a alguien pero no te atreves? ¿Es eso?

Mierda. No iba mal encaminado, me sentía confusa desde que tocaron el tema en la universidad. No sabía con quién iría, mi mente divagaba entre pedírselo a Jungkook, Tae o Jimin, que eran los chicos que formaban parte del alumnado del centro.  No iba a aceptar la petición  de nadie hasta no aclarar mis ideas. 

— Ni siquiera tengo claro si quiero ir— sorbí un poco del té, sin percatarme de lo caliente que seguía. 

Me separé rápidamente y ante la inesperada acción que articuló mi sistema nervioso, el contenido de la taza salió volando por los aires hasta desparramarse por todo el sillón. 

— ¿Estás bien?— el chico se levantó vertiginosamente.

— Perdona, no era mi intención— me levanté junto a él y me apresuré en tomar un par de servilletas para poder limpiar el desastre.

— Me da igual el sofá, la cuestión es que estés bien— se fue en dirección a la cocina y trajo consigo un trapo húmedo— No te preocupes por eso, es té, se irá enseguida— rio mientras me ponía el paño sobre el dorso de mi mano— Aguanta aquí, siéntate y relájate un poco, yo acabaré de recoger esto.

Asentí avergonzada, dejándome caer con cuidado sobre la parte del sillón que no había acabado afectado por el incidente y él recogió el líquido del suelo con un trapeador. Lo veía tan tranquilo. El ambiente era tan acogedor y yo estaba tan sobresaltada que, cuando logré tranquilizarme, caí rendida en el sofá. Me sentía agotada y dormir era lo que más necesitaba en ese momento. 

Cuando mis ojos se abrieron seguía en el sofá, todo estaba oscuro. No había ninguna luz encendida y no se oía ni un solo ruido en todo el apartamento. Al principio me costó ubicarme, no recordaba que estaba en el piso de Jimin, pero el agradable e inconfundible olor a jazmín me advirtió de dónde me encontraba. 

Me levanté del sofá con la intención de encontrar mi móvil, encender la linterna y poder buscar el baño, al fin y al cabo no podía estar muy lejos, 

Palpé la mesita en busca del teléfono, pero no lo encontré. Ahí no estaba... Me lo debí haber dejado en el bolsillo del abrigo. Caminé en dirección al perchero, o eso intenté, pues orientarme en medio de la oscuridad en un lugar que desconoces es de lo más difícil. 

Di tres paso y, al cuarto, mis piernas se toparon con algo en el suelo, haciéndome caer de bruces al suelo. ¿Qué demonios habría allí en medio? No recordaba que hubiera algo en ese lugar, aunque creí que quizás Jimin se dejó algo de por medio antes de acostarse. 

No, imposible, Jimin nunca dejaría nada fuera de su lugar,

Me puse de rodillas en el suelo y deslicé mis manos por el suelo para poder localizar aquello que me hizo caer. Mis dedos rozaron algo a mi derecha y, a pesar de no poder ver nada, me aproximé. Era suave, sedoso.

— ¿Jimin?— susurré atónita.

No me tropecé con algo, me tropecé con el cuerpo de Jimin. De repente un terrible miedo se apoderó de mí. ¿Por qué estaba Jimin en el suelo? ¿Le había pasado algo? ¿Se habría desmayado? Me llevé las manos a la cabeza y poco después empecé a sacudir el cuerpo inmóvil del muchacho. 

— ¿Jimin?— pronuncié, esta vez en voz alta— ¿Te encuentras bien? ¿Ha pasado algo?— exclamé, ahora un poco más aliviada al oír sus murmullos. 

— ¿Qué te ocurre?— escuché su ahora ronca voz hablar en voz baja. 

— ¿Qué te ocurre a ti? Estás en el suelo— repliqué sin perder los nervios. 

Jimin se levantó y empezó a caminar, lo supe porque oí sus pasos alejarse hasta que se detuvieron unos segundos más tarde. De repente una gran foco de luz me cegó y, a pesar de que me demoré en acostumbrarse a ella, logré ver una almohada y una manta tiradas en el suelo, justo al lado del sofá. 

— No quería dejarte sola. Parecías agotada y no quise despertarte, pero me sabía mal dejarte durmiendo sola en el sofá, así que me traje una almohada y una manta para hacerte compañía por si necesitabas algo al despertar— dijo, y a continuación se dirigió hacia la mesilla. 

No pude evitar soltar una risa floja. Era lo más absurdo y conmovedor que había presenciado antes. Jimin me miró extrañado y, finalmente, después de un pequeño silencio, empezó a reír. 

Miré el reloj digital sobre uno de los muebles que decoraban el salón, marcaba las cinco y diez de la mañana, aún era temprano pero demasiado tarde como para volver a mi casa. No me quedaría más remedio que quedarme en su departamento hasta que amaneciera. 

— Puedes dormir en mi habitación si quieres— recogió las cosas del suelo.

— Creo que después del tremendo susto que me has dado se me ha ido todo el sueño— bromeé, y me acomodé el cabello que seguramente estaría hecho un desastre. 

Es más, el sobresalto me había alarmado de tal manera que se me quitaron hasta las ganas de ir al baño.

— Entonces siéntete como en casa, yo estaré por aquí si necesitas algo— avisó antes de desaparecer por el pasillo. 

Fui a por mi móvil, recordando que todavía no lo había encontrado. Miré alrededor, echando un vistazo por si lo encontraba por algún rincón del salón. Al no verlo por ningún lado, me di media vuelta y rebusqué entre los bolsillos del abrigo que me había prestado Jimin la noche anterior. Nada.

Pensé en avisar al chico para que me llamara desde su teléfono, quizás la melodía del tono de llamada se hiciera presente por el apartamento y acabaría descubriendo dónde estaba, pero abandoné la idea en cuanto me percaté de que lo llevaba silenciado, cómo no.

Suspiré y volví a mirar el reloj, desesperada. Las cinco y veinte. Hice memoria, creyendo que si conseguía retroceder en el tiempo y rememorar la noche anterior podría hacerme a una idea de dónde podría estar. 

La imagen del té vino a mi cabeza. La cocina, debía de estar ahí. Me dirigí hacia la puerta de ésta y repasé esa parte de la casa con la mirada, inspeccionando el mármol, los muebles más bajos, hasta que por fin lo encontré. Estaba justo al lado de la tetera vacía, enterrado en un recipiente de cristal lleno de arroz crudo. Seguramente se me habría mojado cuando se me cayó el té encima y Jimin lo dejó allí para intentar arreglar el desperfecto. 

Lo saqué con la esperanza de que aún siguiera vivo. Pulsé el botón de encendido y esperé unos segundos, finalmente, la pantalla se iluminó y una sonrisa se dibujó en mis labios. Nunca me había sentido tan aliviada.

Esperé a que el dispositivo procesara lo suficiente como para volver a funcionar, viendo como decenas de notificaciones aparecían en la parte superior de la pantalla a toda velocidad, una detrás de otra. Algunas de ellas eran mensajes de texto, avisos de alguna que otra red social e incluso alguna que otra llamada perdida, lo que me alarmó.

Blood Tears | BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora