83. YARE

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—creo que eso significa que estamos juntos de nuevo ¿no?
 
Tomé su mano y me deje guiar hasta él.
 
—solo fue una estúpida pelea, nunca nos separamos realmente —murmuré cuando Matt me incitó a sentarme a horcajadas sobre él y atrajo mi rostro hacia el suyo.
 
—tu siempre tan madura —lamió la comisura de mi boca y comenzó a deslizar sus labios por toda mi quijada hasta llegar a ese pequeño hueco detrás de mi oreja que hacia que me derritiese entre sus brazos.
 
Suspiré satisfecha. Noté que su mano derecha mantenía mi cabeza sostenida frente a él pero mientras tanto, la otra mano se había colado traviesa por debajo de mi camiseta de dormir y ahora se encontraba recorriendo mi costado izquierdo, recordé que no llevaba sostén y, por el gemido que soltó, estaba segura de que estaba agradecido.
 
—olvidar y perdonar —solté un chillido agudo cuando sus dientes atraparon parte de la piel de mi cuello entre ellos —ese es mi lema... —solté a modo de suspiro.
 
—mmm hmm —la mano que mantenía contra mi costado se había deslizado hasta mi espalda, envolviéndome en un abrazo y apretando mi sexo necesitado contra su regazo, sus dedos haciéndome ligeras cosquillas en la piel que se encontraba por debajo de mi pecho. Su boca se separó de mí cuello y preguntó:—por cierto ¿dónde mierdas aprendiste lo que me hiciste hace un momento? —su mirada se levantó hacia la mía.
 
—Lía tiende a ser mi explicita en sus historias... —sonreí y llevé mis manos hacia su nuca, acariciando los pequeños mechones de su cabello.
 
Él soltó un pequeño suspiro satisfecho y volvió a enterrar su cara en mi cuello.
 
—recuérdame comprarle algo bonito a esa mujer... —murmuró divertido.
 
Su boca se estaba divirtiendo bastante en la base de mi garganta, haciéndome inclinar la cabeza hacia atrás, para darle un mejor acceso, su barba hacia cosquillas pero se sentía tremenda mente bien contra mi piel. Su mano derecha estaba enredada en mi cabello y la izquierda se deslizó hasta la base de mi espalda, empujando mis caderas hacia él para después aflojar el agarré. Lo hacia repetidas veces, lo suficiente para señalarme un ritmo y marcar un vaivén sobre su regazo que solo sirvió para intensificar las sensaciones que se habían formado en mi bajo vientre.
 
Sin darme cuenta había estado diciendo su nombre, una y otra vez, suplicando por un beso suyo, por una caricia suya en los lugares que necesitaban sus caricias.
 
Al parecer, mis suplicas rindieron frutos ya que, bruscamente, pegó su boca a la mía, al tiempo en que sus manos me soltaban solo para poder tomar entre ellas mis pechos y poder amasarlos con la firmeza y maestría característica de Matt. Él se había ido recostando de nuevo sobre la cama, llevándome consigo, mientras continuaba besándome con ansias. Sus manos se encargaron de quitarme la camiseta y me ayudó a deshacerme del pantalón y las bragas que traía puestas, todo esto mientras seguía sobre él. Nos reímos cuando sus tirones en mis pantalones casi hacían que me cayera de espaldas, sin embargo, sus piernas me sostuvieron a tiempo e impidieron que rodara hacia atrás. Cuando la ropa interior desapareció, todo mi sexo quedó en completo contacto con la piel de su bajo vientre.
 
Sus ojos nunca se despegaron de mi y la sonrisa pícara había desaparecido de su rostro, solo para dejar a su paso esa expresión dominante que Matt lucia en su rostro cada vez que me desnudaba.
 
Solté un gritito de sorpresa cuando sus manos se instalaron en mis caderas y me incitaron a moverme al frente y atrás sobre de él. Mi mente quedó en blanco y solo podía percibir la exquisita sensación de satisfacción que llegaba a mi en cada fricción con su piel, mis manos cayeron sobre su pecho mientras un jadeo llegaba hasta mi garganta cuando uno de sus pulgares acarició ligeramente ese duro botón que se escondía en mi hinchado sexo.
 
La sensación fue efímera pero lo suficiente como para llevarme un paso más cerca del cielo. Sin darme cuenta Matt ya estaba duro de nuevo, pero me ayudó a notarlo al levantarme de mis caderas para guiarme hasta la punta de su miembro. Estaba lo suficientemente húmeda para que su pene entrara con facilidad en mi y ambos gemimos al unísono cuando él entró de una sola estocada hasta lo más profundo de mi centro.
 
Comencé de nuevo a mover mis caderas adelante y atrás, sin embargo Matt me ayudo a marcar un ritmo circular y de arriba hacia abajo, que nos hizo gemir al unísono.
 
Cuando menos lo noté ya me había desembarazado de sus manos y había comenzado a marcar mi propio ritmo, procurando que ambos estuviésemos satisfechos con cada movimiento. Mientras tanto, mis uñas arañaron ligeramente la piel de su pecho y sus manos se instalaron en mis pechos, sus dedos recorriendo mis pezones y pellizcándolos con sutileza.
 
Cerré los ojos totalmente perdida en las sensaciones.
 
—dios Emme... —murmuró Matt y supe que estaba en su límite.
 
Yo también lo estaba, y por eso no me importó cuando Matt empujó sus caderas hacia arriba y me penetró con más fuerza, más rápido.
 
Fuegos artificiales, luces y colores, explotaron frente a mi, acompañados de ligeros temblores que me recorrían de arriba hacia abajo. Caí contra el pecho de Matt, totalmente exhausta, su cuerpo estaba caliente y sudoroso y su respiración agitada combinaba perfectamente con la mía. El contacto con su piel seguía enviando descargas eléctricas a través de mi cuerpo y su miembro seguía dentro de mi, provocando que los pequeños espasmos continuaran durante varios minutos más.
 
Matt me hizo rodar sobre la cama y salió de mi interior lentamente. Todas mis terminaciones nerviosas se sobresaltaron cuando Matt se movió sobre mi, aun estaba bastante sensible.
 
—creo que eres la cosa más dulce del mundo —Matt quedó recostado sobre mi, soportando su peso en sus brazos para no aplastarme.
 
Parpadee varias veces, tratando, sin éxito, de decir algo divertido, pero la agitación del momento me impedía hablar. Es por eso que, tomé su rostro entre mis manos y lo acerqué a mi para besarle con parsimonia.
 
¡dios! Me encantaba como su incipiente barba me raspaba al contacto.
 
—¿querrías dejarte un poco la barba? —murmuré después de besarlo y recuperar un poco el aliento.
 
El sonrió de lado. La chispeante plata derretida de sus ojos burlándose de mi.
 
—¿porqué? ¿te gusta como se siente? —su mejilla rozó la mía y se deslizó hacia abajo.
 
—si. Me gusta. —Que mejor que ser honesta.
 
El soltó una carcajada y su boca regresó a la mía. Mis dedos se enredados momentáneamente es su cabello, para después vagar por el ancho de sus hombros, deshaciéndome en el camino de su camisa, hasta llegar a su espalda, en dónde el juego de su lengua dentro de mi boca me incitó a clavarle las uñas.
 
Matt terminó por quitarse completamente la camisa y los pantalones junto con los calzoncillos, antes de que mis piernas lo rodearan y lo acercaran más a mi. Su miembro estaba semi efecto de nuevo y, al parecer, estaba por resistir una ronda más.
 
Me separé de su boca cuando sentí su pene rozar mi sexo.
 
—¿en serio? —estaba sorprendida.
 
El asintió.
 
—tal vez nena, pero aun no...
 
Su boca comenzó a bajar por mi cuello y sus dientes rasparon ligeramente mi clavícula. Una de sus manos tomó uno de mis pechos y se lo ofreció a su ávida boca, la cual lamió y mordisqueo el pezón mientras que su otra mano amasaba y jugaba con el otro. De nuevo, pude sentir su incipiente barba rozando la piel sensible de mi pecho  lo que provocó que mi espalda se arqueara hacia sus caricias. Cuando Matt terminó de atormentar uno de mis pechos se deslizó travieso hacia el otro, para continuar aplicando su deliciosa tortura.
 
Su mano derecha recorrió mis costillas hasta llegar a mi cadera, en donde comenzó a delinear con su pulgar círculos que, cada vez, llegaban más cerca de mi ingle. Mi cuerpo se agitó y solté un grito de sorpresa cuando sus dientes mordieron la piel debajo de mis pechos. Mis caderas se despegaron del colchón y él tuvo que usar ambas manos para mantenerme en mi lugar.
 
Matt continuó su camino en dirección al sur, dejando a su paso calor y necesidad. Cuando su boca llegó a mi vientre yo me sentía tan perdida que estaba por suplicar que me tocara, como el quisiera, pero que me liberara de semejante suplicio. No pude hacer otra cosa más que resistir y cerrar mis ojos.
 
Su nariz acarició la piel de mi bajo vientre y me causo ligeras cosquillas con su suave aliento. Ignoró por completo mi sexo húmedo, en cambio sus manos se encargaron de acariciar el interior de mis piernas; subían y bajaban delicadamente, pero al llegar hasta mi ingle volvían a descender hasta llegar a mis rodillas, burlándose de mi necesidad. Su boca se encargó de desperdigar besos por cada una de mis piernas y su lengua lamio puntos específicos que enviaron escalofríos delirantes por todo mi cuerpo.
 
Cuando sus manos volvieron a deslizarse hasta mis rodillas, no sólo volvieron a subir, sino que se encargaron de abrir mis piernas en el proceso, permitiendo a Matt deslizarse por en medio de estas, atreviéndose a rozar su rostro contra mis sensibles muslos. Su barba picaba al contacto pero se sentía bastante bien. Sus manos se deslizaron hasta mis caderas y comenzaron a rodearlas, hasta que abarcaron por completo mi trasero.
 
Podía sentir que el rostro de Matt estaba muy cerca de mí pero se negaba a tocarme o dejar que yo me acercara. Abrí mis ojos y miré hacia abajo, un tanto avergonzada, él mantenía su vista fija en mi y no me perdí su sonrisa socarrona que me insinuaba que estaba a punto de darse un festín. Bajó lentamente su cabeza y, mientras continuaba observándome, su lengua se deslizó por los labios hinchados de mi vagina.
 
Todas mis terminaciones nerviosas se activaron, haciéndome levantar las caderas y gritar su nombre a través de un gemido. Y cuando su boca llegó hasta ese botón hinchado que se escondía en mi sexo y lo succionó firmemente, el orgasmo llegó a mi sin un solo aviso. Miles de espasmos me recorrieron, una y otra vez, sin intenciones de parar, mientras su lengua continuaba lamiendo cada centímetro de mi sexo.
 
Sin darme cuenta Matt se había alzado de nuevo sobre mi y aplastó sus labios contra los míos; dándome a probar mi sabor combinado con el suyo. Su miembro se acomodó contra mi entrada y entró despacio, como si tuviese todo el tiempo del mundo, hasta que entró por completo y su pelvis chocó contra mi. Después, comenzó con un vaivén lento y firme, que me tenia al borde del cañón en todo momento.
 
—Matt... —suspiré —más... más rápido... —jadee cuando su boca se instaló en el hueco que se formaba entre mi cuello y mi hombro —por favor...
 
No sabia si mis suplicas fueron obedecidas o si simplemente él necesitaba la liberación tanto como yo. Fuese como fuese, Matt apresuró el ritmo de sus estocadas y permitió que mis caderas se pudiesen mover a su ritmo hasta que, con unos cuantos empujes más, logramos finalmente alcanzar la culminación que deseábamos.
 
Minutos después de eso, aun estábamos exhaustos pero satisfechos. Apenas y logré levantarme de la cama cuando Matt finalmente me liberó. Él se levantó a regañadientes y fue a tomarse una ducha rápida en lo que yo descansaba un poco más. Cuando volvió, descaradamente desnudo, me dio un fugaz beso en los labios y me ayudó a levantarme para que yo también tomase una ducha, prometió que, mientras tanto, prepararía el desayuno.
 
Sonreí entusiasmada por no tener que cocinar y me encamine hasta la ducha mientras Matt volvía a ponerse los pantalones. Cuando estuve de vuelta de la ducha y me vestí con una camiseta larga y pantalones cortos, llegó hasta mi el dulce aroma del café recién hecho.
 
Salí de mi habitación y caminé hasta la cocina. Matt estaba preparándonos un buen omelette, había puesto la cafetera y ya tenia listas unas cuantas manzanas picadas. Note que no se había abrochado del todo la camisa y podía vislumbrar parte de la piel de su pecho.
 
Estaba por decir un correcto buenos días cuando alguien golpeó suavemente a la puerta. Matt me miró interrogante con su linda sonrisa de cachorro impresa en la cara. Sonreí ligeramente y suspiré molesta contra quien sea que haya arruinado mi mañana feliz.
 
Corrí hasta la puerta y abrí de un jalón, mi sonrisa fue desapareciendo gradualmente de mi rostro y mi voz adquirió un tono nervioso cuando pregunte:
 
—¿que haces aquí?

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora