88. SEMPITERNO

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Después de despedirnos de Cam nos encaminamos hacia la casa de Daniel. Allí ya se encontraban Tom y Charlie, quienes estaban terminando de decorar el árbol de Navidad que se ubicaba en una esquina de la sala. Daniel había puesto unas cuantas luces en el techo de la casa y había decorado un poco el porche. También había un muñeco de papá Noel en el frente del patio.
 
Mientras que Charlie fue la elegida por todos para poner la estrella del árbol, Matt y yo comenzamos a acomodar los regalos faltantes bajo el árbol. Después de unas horas de ultimar detalles, Tom se encargó de servir la cena de navidad y, entre todos, terminamos de acomodar la mesa.
 
Cenamos entre charlas animosas y risas constantes; Tom bromeaba con Matt y juntos se encargaban de hacerme bromas y de meterse con Charlie quien, a pesar de poseer un carácter explosivo, sabia aguantar muy bien los juegos de esos dos. Cuando terminamos la cena y comenzamos a atacar el postre decidimos que era un buen momento para abrir los regalos, en compañía de un buen chocolate caliente. Tom se sentó en la alfombra de la sala, justo al lado del árbol de navidad, Charlie tomó asiento en el sofá de dos piezas al lado de Tom y acarició su cabello cariñosamente, para acto seguido, tomar un sorbo de chocolate. Yo seguí el ejemplo de mi hermano mayor y me senté frente a él, al otro lado del árbol, mientras que Matt se acomodó junto a Charlie en el sofá.
 
Observé los regalos emocionada, moría por deshacerme de las envolturas coloridas y descubrir lo que había dentro de las cajas. Tom le regaló a Charlie un lindo collar con un dije en forma de gota de agua en color azul cielo, que emocionó por completo a mi futura cuñada, a cambio, Charlie le obsequió a mi hermano un reloj inteligente de diseño clásico. Perfecto para abogados, o al menos, eso fue lo que dijo Charlie.
 
Mi hermano tomó un sobre de colores navideños y nos lo ofreció a Matt y a mi. Al ser la más cercana a mi hermano, lo tomé en representación de ambos.
 
—son dos boletos para que se escapen durante un fin de semana —explicó Tom con una sonrisa mientras yo abría el sobre y sacaba dos tickets de avión.
 
Abrí los ojos impresionada.
 
—es un viaje a Hawái con hospedaje incluido… —susurré sorprendida.
 
Matt se levantó de su lugar y vino a mirar por encima de mi hombro.
 
—¡cielos! ¡Esto es increíble! —tomó uno de los boletos entre sus manos y lo observó con mucha atención —¿en verdad nos están dando esto? —la emoción destilaba a través de su voz.
 
Charlie soltó una suave carcajada y asintió en respuesta.
 
—por supuesto que si —dijo mi hermano —. A mi y a Charlie nos está yendo muy bien en el trabajo y creímos que debíamos compartir esa buena racha con nuestra familia.
 
Charlie tomó la mano de Tom y nos sonrió.
 
—Pronto nosotros nos cansaremos pero ya nos consideramos una gran familia —señaló emocionada.
 
Tan sentimental como podía llegar a ser, muy raras ocasiones claro está, me levanté de mi sitio y abrace a ambos dándoles las gracias por semejante regalo. Era algo bastante emocionante para la chica que solo ha viajado al condado vecino para las vacaciones.
 
—en verdad se los agradecemos bastante —exclamé una vez me devolví a mi lugar.
 
—yo también —comentó Matt sentándose a mi lado —ya muero por tener un fin de semana libre con Emme.
 
—¡Hey! —Tom lo señaló con una expresión extraña tallada en el rostro —Quita esa sonrisa de lobo de tu cara, al menos trata de mantener tus pensamientos escondidos frente a mi…, sé que son pareja y todo eso, pero sigue siendo mi hermanita Matthew —comenzó a reñirlo como si se tratase de un niño.
 
Miré a Matt de reojo mientras esté cambiaba drásticamente su expresión por una de total inocencia, fingida, claro está.
 
—no sé a que te refieres hermano, yo jamás me delataría de esa forma frente a ti —realizó esa media sonrisa que siempre solía sacarlo de los aprietos —Tom, eres mi hermano…
 
Tom entrecerró los ojos
 
—y el de ella —me señaló —así que, recuérdalo bien chico. —Advirtió.
 
Matt levantó una caja de regalo en son de paz y se la ofreció a mi hermano.
 
—espero que uses corbatas grises con tus trajes —comentó en cuanto Tom comenzó a desgarrar la envoltura y éste  lo miró con expresión decepcionada —¡opps! Spoiler alert… —sonrió juguetón mientras que mi hermano suspiraba rendido.
 
Charlie se burló de su prometido y aceptó gustosa la bolsa de regalo que Matt le ofreció, con una agenda y una pluma personalizada en su interior, ambos de un delicado color azul.
 
Yo le regale a Tom un sujeta corbatas y a Charlie le di como obsequio una discreta pulsera de plata. Ambos estaban felices con sus regalos y comenzaron a abrir las bolsas de regalo que Daniel había dejado para ellos. También nosotros abrimos los regalos que nos había dejado la madre de Matt. El mío era un collar con un dije de una pelota dorada fácilmente reconocible, lo mas probable era que Matt le había contado a su madre mis gustos personales. Por otro lado, el de Matt era una cadena de plata que traía colgando un dije con un escudo de armas. Matt mencionó que era el escudo del apellido de soltera de su madre.
 
Llegó mi turno para entregarle su regalo a Matt y sonreí divertida al imaginarme la expresión de sorpresa que pondría cuando abriese la enorme caja. En primer lugar, le obsequié un abrigo largo de algodón en color negro pero, la sorpresa venía debajo del abrigo.
 
Matt sacó el segundo regalo y miró los colores de la cálida tela durante bastante tiempo.
 
Sonreí con cierta satisfacción.
 
—es una bufanda… —comencé a explicar.
 
—es obvio que es una bufanda pero, ¿puedes explicar el porqué de estos colores? —levantó una ceja interrogante y sacudió la tela entre nosotros.
 
Me encogí de hombros y evadí su pregunta.
 
—yo misma la tejí para ti —puse la expresión más amorosa que pude.
 
—¿en serio, Emme? Te quedó muy bien —asintió bastante encantado —pero sigo sin entender estos colores —su ceño estaba fruncido.
 
—bueno, son los colores de slytherin —dije como quien no quiere la cosa.
 
—ajá, lo supuse pero, tú sabes que yo soy un griffyndor, ¿cierto?
 
—yo sé lo que dice el test del sombrero pero, para mi, eres demasiado slytherin, tu no puedes engañarme… ¡ah! Por cierto —miré detrás del árbol y saqué la caja escondida hasta el fondo, de la caja obtuve una bufanda hecha por mi pero con los colores rojo y dorado —esta es la mía —señalé sonriente mientras envolvía la bufanda a mi alrededor.
 
—esos colores son los de mi casa… —Matt frunció el ceño indignado —me duele que me llames slytherin, ¿dónde quedó todo el amor que me profesabas?
 
—está aquí —señalé la bufanda roja y dorada —creo que es mi derecho llevar los colores de mi novio conmigo —sonreí
 
Matt entrecerró los ojos.
 
—comprendería tu punto, si tan sólo yo tuviese una bufanda azul, no verde… —levantó una ceja incrédulo
 
Me encogí de hombros.
 
—las cosas solo suceden así a veces —me burlé y, al ver su rostro compungido, me acerqué a él para pellizcarle las mejillas —vamos… solo estaba bromeando —me quité la bufanda del cuello y se la entregué —está es para ti, y esta —tomé la bufanda verde de sus manos —es para mí
 
Matt se dejó hacer mientras seguía haciendo pucheros pero rápidamente sonrió cuando terminé de envolverme la bufanda a mi alrededor.
 
—Ahora si ¿te gustó mi regalo? —jugué.
 
Matt me tomó cariñosamente del rostro con ambas manos y me besó fugazmente en los labios.
 
—me encanta tu regalo Emme, y me encanta más porque lo hiciste para mi.
 
Sonreí feliz y acaricié el dorso de su mano.
 
—y bueno, ahora me toca a mi darte tu regalo —tomó la caja que había al lado de él y me la entregó —noté que los mirabas bastante el día que fuimos a esa librería en San Antonio —explicó mientras que yo levantaba la tapa de la caja de tamaño grande.
 
Eran justo los diez tomos de un manga que recientemente me tenía obsesionada.
 
—¡Oh por dios! —grité de la emoción —¡es increíble! Son… son todos los tomos… él manga completo… —mis palabras salían sin pensar. El regalo me tenía totalmente extasiada.
 
—¿todo bien hermanita? ¿Qué es esto? —Tom se acercó y trató de tomar uno de los tomos pero lo alejé casi por inercia.
 
—si vas a tocarlos te sugiero que te laves las manos —advertí con toda mi atención puesta en los tomos.
 
—no, prefiero no tocarlos… —se burló mi hermano mientras recogía los platos vacíos y se encaminaba a la cocina.
 
—son mangas japoneses —mencionó Matt, al tiempo que yo alzaba la vista para encontrar a Charlie asomándose a la caja, bastante curiosa.
 
—que lindo —sonrió —se nota que te encantó tu regalo.
 
La miré completamente sonriente.
 
—¡si! Me fascina.
 
Charlie asintió y se encaminó hacia la cocina con una sonrisa amable en el rostro.
 
Matt estaba mirándome fijamente.
 
—así que… ¿te gustó mi regalo?
 
Mi sonrisa se expandió y me tiré a sus brazos.
 
—¿bromeas? ¡me encantó! —murmuré contra su ropa.
 
—ah si… a mi me encanta esto —pude sentir como su cuerpo vibraba con las carcajadas que estaba soltando.
 
Alguien carraspeo en la entrada de la sala. Tom nos miraba desde arriba con los brazos cruzados.
 
—vaya miel la que derrochan ustedes dos…
 
Había comenzado a sonrojarme  pero Matt me apretó contra su pecho.
 
—¿Qué puedo decir? Es el amor de mi vida…
 
Tom soltó una carcajada y, nuevamente, salió de la sala de estar.
 
Matt seguía apretándome entre sus brazos y no veía que me fuese a soltar rápido.
 
—no quiero soltarte pero creo que tendremos que levantarnos para ayudar a recoger…
 
—creo que tienes razón…
 
Yo tampoco quería soltarlo pero era nuestro deber recoger la basura de los obsequios y ordenar la casa. Tom y Charlie se habían encargado de limpiar la cocina y, mientras Matt recogía el comedor, yo me encargaba de limpiar la sala de estar.
 
Cuando terminamos, mi hermano y Charlie nos dieron las buenas noches y nos dijeron feliz navidad por última vez antes de subir a la habitación de Daniel a descansar.
 
Matt y yo también subimos las escaleras y entramos a su habitación. Desde que me había mudado de casa de Daniel, mi habitación estaba vacía y la cama había sido desarmada. Por el contrario, cuando Matt encendió la luz, noté que la habitación estaba casi como la había dejado desde que se fue, excepto por la falta de objetos esparcidos por el suelo y la cama.
 
—vine por unas cosas hace unos días y recogí un poco mi desorden —comentó, al darse cuenta de que estaba observando muy detenidamente el lugar.
 
—ya entiendo —reí por lo bajo.
 
—bueno, es que quería que el lugar se viese decente —puso las manos en sus caderas y me miró de forma extraña.
 
—¿decente?
 
—si —asintió —, tengo un regalo más para ti pero éste es un poco más importante…
 
—Define importante. —levanté las cejas.
 
—pues es un regalo para demostrarte lo mucho que significas para mi —comenzó a retroceder y sacó algo del cajón de su escritorio. —Creí que debía dártelo cuando estuviésemos solos…
 
Extendió ante mi una pequeña caja cuadrada, más grande que la de un solitario anillo.
 
—uno de mis compañeros de trabajo me comentó que en su país natal suelen hacer esto; es como una forma de expresar lo seria que es una relación y los sentimientos que están de por medio…
 
Matt comenzó a explicar antes, de incluso, darme la caja.
 
—Y ¿qué es? —sostuve el peso de la caja entre mis manos pero no me atreví a abrirla.
 
—Digamos que es… —Matt levantó la tapa y me mostró lo que había dentro —mi propio juramento inquebrantable.
 
Dentro de la caja no había un anillo, sino dos. Ambos eran iguales, excepto que uno era un poco más grande que el otro, pero hasta ahí terminaban las diferencias; los dos eran completamente lisos, plateados y brillaban bajo la luz de la habitación.
 
—¿son…? —dejé la pregunta inconclusa a propósito.
 
—Son anillos de pareja. Mi compañero me dijo que en su país era una tradición muy popular entre los novios. Es una forma de prometer que en el futuro se mantendrán juntos. ¿Te… te gusta? Digo, ¿te parece bien que yo crea que estaremos juntos para siempre?
 
—bueno… —saque los dos anillos de su acolchado lugar y los tomé entre mis dedos, devolviéndole la caja vacía a Matt —no es que creas que estaremos juntos para siempre, sino que, así va a ser —asentí —te lo aseguro —miré emocionada el par de anillos en mis dedos y sonreí satisfecha —me encanta la idea, de tener una representación táctil de nuestro compromiso. —Cuando miré más de cerca los anillos, me di cuenta de que tenían una palabra grabada por la parte interna — ¿qué es lo que dicen dentro?
 
—¡oh! Esta palabra es mi juramento inquebrantable: Sempiterno, hace referencia a algo que durará para siempre, como mis sentimientos por ti —tomó mi mano izquierda entre sus manos y me quitó el anillo mas pequeño, para ponerlo en mi dedo anular—. Una vez que estos sentimientos comenzaron a fluir dentro de mi, crecieron más y más con el tiempo y, estoy completamente seguro de que jamás desaparecerán, mi amor por ti durará para siempre, Emme.
 
Me quedé completamente inmóvil en mi sitio. Tenía ganas de sonreír como idiota, llorar como magdalena y gritar emocionada como cuando te enfrentas a la caída de una montaña rusa. El anillo era una cosa increíblemente adorable pero, las palabras de Matt hicieron que las mariposas revolotearan dentro de mi cuerpo y mis piernas se aflojaran.
 
—¿Emme?
 
Pude notar, por el tono de voz de Matt, que se estaba preocupando por mi falta de vocabulario después de semejante confesión. Yo no podía apartar la vista de lo bonito que se veía ese anillo en mi pequeño dedo.
 
—¿Emme? —volvió a llamarme Matt.
 
Aun tenia en mi mano derecha el anillo que le correspondía a Matt, mis manos temblaban así que lo envolví en mi puño y me lancé contra Matt, casi haciendo que perdiese el equilibrio. Lo abracé lo más fuerte que pude y hundí mi rostro lloroso entre su ropa.
 
—¡dios, como te amo! —mi voz se amortiguo un poco al tener la cara hundida en el pecho de Matt pero aun así el escuchó mis palabras y me devolvió el abrazo.
 
—yo también te amo Emme, siempre te quise y siempre te querré, en esta y en otras vidas Emmeline Hood, siempre estaremos destinados a encontrarnos.
 
Lo abracé más fuerte contra mi cuerpo y me quedé así durante unos minutos más para después, separarme de él y sonreírle abiertamente, él me devolvió una sonrisa igual de grande que la mía.
 
—lo siento Matt, estoy tan feliz que olvidé ponerte tu anillo —seguí sonriendo como tonta mientras tomaba su mano izquierda y colocaba el anillo en su dedo. —Lo mismo va de mi lado, Matthew Denell, en mi vida nunca ha habido nadie que me vuelva loca como tu, que haga que mis rodillas tiemblen y que mi corazón se acelere salvajemente. Tú eres el único que está y que estará en mi corazón para siempre…
 
De repente, Matt me besó, con uno de esos besos que te dejan sin sentido y que hacen que te olvides del mundo.
 
—feliz navidad caperuza.
 
Sonreí y lo besé de vuelta antes de contestar.
 
—Feliz navidad Matt.
 
El siguiente año será increíble.
 
 
DIEZ AÑOS DESPUÉS.
 
Una niña pequeña entró con paso firme a la cocina de la casa de Daniel. Tenía el ceño fruncido y estaba haciendo grandes pucheros con sus labios. Se sentó en una de las sillas del comedor y se quitó un largo mechón de cabello obscuro de la cara mientras resoplaba. Sus enormes ojos grises estaban que echaban chispas y parecían querer atravesar la mesa del comedor.
 
Emme terminó de servirse café en una tasa y sonrió.
 
—¿ahora que sucede? —le preguntó a la pequeña niña mientras tomaba asiento a su lado.
 
—¡Matt es un idiota! —explotó la niña.
 
Podría decirse que, a veces, lo es. Pensó Emme.
 
—no deberías de usar ese vocabulario jovencita, mucho menos con Matt —la regañó Emme y la niña simplemente hizo una mueca de arrepentimiento —pero dime, ¿Cuáles son tus motivos para llamarle de esa forma?
 
—no me dejó tocar su teléfono y me hizo entrar a la casa mientras el contestaba una llamada de una mujer…
 
Antes de que Emme pudiese decir algo más alguien habló muy fuerte desde la entrada del comedor.
 
—¡eres una acusona! —Matt estaba detrás de la niña y movió la cabeza decepcionado —Intentas poner a Emme en mi contra, no lo niegues. No creí que mi hermana fuese tan maquiavélica…
 
—Matt… —llamó Emme con un sutil tono de advertencia.
 
—¿yo que hice?
 
—¿además de ponerte a discutir con una niña de nueve años? No lo sé… —Emme se encogió de hombros.
 
Siempre era lo mismo, cada vez que Matt y Scarlett estaban juntos, terminaban peleando por alguna tontería, y no había otra razón más simple que el hecho de que sus personalidades eran idénticas. Ambos juguetones, ambos seguros de tener la razón, y ambos, bastante burlones. A pesar de eso se amaban incondicionalmente, tenían un lazo de lo más fuerte.
 
—Emme —llamó Scarlett —dile algo, el prometió dejarme jugar en su teléfono.
 
—con la condición de que me avisaras cuando alguien me estuviese llamando, cosa que la señorita no hizo —aclaró Matt.
 
—¿era una llamada importante? —preguntó Emme.
 
—¡era una mujer! Yo escuché su voz —dijo la niña orgullosa, esperando que Matt se metiese en problemas.
 
—por supuesto de que era una mujer —dijo Matt —Lía me llamó para decirme que llegaba tarde —explicó —al parecer, el auto se descompuso.
 
Emme y Matt vivían en el centro de San Antonio, sin embargo, habían regresado a San Marcos para asistir a una celebración de aniversario. Siempre que iban de visita, sus padres insistían en que se quedasen con ellos pero a Matt aún le resultaba incómodo estar tanto tiempo en el mismo espacio que la madre de Emme, a pesar de que ahora se trataban con bastante cordialidad. Es por eso que preferían quedarse en un hotel cercano o en casa de Cam y solo ir de visita durante el día a casa de sus padres. Esta vez, sus padres habían salido a comprar comida y los habían dejado a cargo de la pequeña Scarlett, quien era la viva imagen de Daniel pero con un temperamento como el de Abby.
 
—pero ¿Lía esta bien? —preguntó Emme, preocupada por su amiga.
 
—si, descuida, trae a su mecánico personal con ella —bromeó Matt.
 
—creí que esta vez traería al músico con ella.
 
—y yo al profesor pero no —Matt le envió una mirada burlona a Emme —tu amiga es todo un caso…
 
—Lo es —concordó Emme y ambos soltaron una carcajada.
 
—no entiendo ¿de que se ríen? —preguntó la pequeña niña.
 
—De nada importante Scar —Emme le sonrió a su pequeña hermana —ahora, volviendo al tema de ambos, por ningún motivo deben pelear entre ustedes —señaló a ambos —sobre todo tú Matt, debe de haber por lo menos alguien maduro en todo este embrollo y no esperas que sea una niña de diez años o ¿si? —Matt negó obediente y agachó la cabeza, totalmente regañado —y en cuanto a ti —le dijo a Scarlett —no puedes exigirle a alguien que te de sus cosas, eso está mal y es egoísta de tu parte. Si Matt no te prestó su teléfono, alguna razón debe tener ¿Entendido?
 
La niña asintió y relajó, al fin, su ceño fruncido.
 
—ahora, Scar, discúlpame con Matt por haberle llamado idiota.
 
La niña soltó un enorme suspiro y se dirigió hacia su hermano.
 
—lamento haberte llamado idiota, me disculpo por eso Matty… —agachó la mirada y fijó sus ojos en el suelo.
 
Matt se agachó frente a ella y acarició su cabeza.
 
—está bien, también me disculpo por haberte gritado enana —sonrió cuando la niña le dirigió una mirada compungida —no prometo prestarme mi teléfono el día de hoy pero, ¿Qué te parece si tu y yo vamos por un helado más tarde?
 
Los ojos plateados de Scar brillaron y sonrió entusiasmada.
 
—eso me gustaría
 
Emme soltó una carcajada.
 
—yo también quiero un helado, si me dejan acompañarlos, claro.
 
Matt la miró embelesado.
 
—mi prometida puede pedir todo lo que quiera en el mundo —se levantó y fue a plantarle un pequeño beso en los labios a su novia —tus deseos son mis órdenes…
 
Emme le devolvió el beso y murmuró.
 
—no, por favor. Eso sería muy aburrido… necesito que me contradigas de vez en cuando…
 
Scar los miró con una mueca de desagrado y se levantó de su lugar.
 
—iré a cambiarme a mi habitación… no quiero verlos todos cariñosos…
 
Matt rodó los ojos y Emme sonrió avergonzada.
 
—El día que te guste una persona lo entenderás todo enana —le gritó Matt cuando la niña salió del comedor y corrió hacia las escaleras sin contestar nada.
 
—el día que Scar se enamoré, serás el primero en querer encerrarla en una torre Matt.
 
Él se encogió de hombros y beso en dorso de la mano femenina.
 
—Nadie es digno de enamorarse de ella —tiró de la mano de Emme y la levantó de su lugar para abrazarla por la cintura.
 
—no digas eso bobo —lo golpeó juguetonamente en el hombro —me niego a permitir que la alejes del amor.
 
Matt suspiró y levantó el rostro hacia el techo.
 
—esta bien, trataré de no ser un hermano muy celoso, pero no prometo nada —sonrió y besó de nuevo los labios femeninos, pero esta vez más profundamente.
 
Emme aceptó gustosa el beso.
 
Matt no había cambiado mucho en estos años; seguía siendo un tipo juguetón, divertido y guapo. A Emme le encantaba verlo trabajar en casa porque siempre usaba anteojos, lo cual le daba un atractivo increíble, desde hace ya casi cinco años habían comenzado a vivir juntos y disfrutaban mucho de sus empleos. Matt había avanzado mucho en su carrera laboral y ahora estaba a cargo de un gran equipo de diseño, además de que también era el ilustrador de algunos cómics independientes. Por otro lado, Emme era profesora en una preparatoria privada de San Antonio, a ella le encantaba su trabajo y tenía una buena relación con sus alumnos, además de que, hace poco, había terminado un doctorado en psicopedagogía.
 
Emme se sentía satisfecha con su vida, tenía una buena familia, buenos amigos y una persona que la quería y la respetaba como su igual.
 
Cuando el beso terminó miró de nuevo los anillos en su dedo; uno representaba una promesa hecha hace diez años, y el otro, representaba el futuro que tendría al lado de Matt.
 
Matt también observó los anillos durante un rato, luego tomó la mano de Emme y la entrelazó con la suya para llevarla hasta el vientre femenino.
 
—¿en que piensas caperuza? —susurró con una amable sonrisa en su rostro.
 
Emme suspiró.
 
—En lo mucho que te amo.
 
Matt ensanchó su sonrisa, la apretó contra su pecho y murmuró antes de besarla:
 
—muéstrame.
 
Y eso hizo Emmeline.
 
 

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