61. NIGERU

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Al día siguiente, Matt y yo nos encontrábamos descendiendo en el ascensor del hotel hacia la recepción en dónde, se suponía, estarían Lía y Seth.

Miré hacia el reflejo que me proporcionaba la parte posterior del ascensor. Se supondría que debería verme radiante y contenta, pero era casi todo lo contrario. Mi cabello era un desastre, amarrado en un moño flojo y asimétrico, mi rostro no estaba mejor; apenas y había podido desmaquillarme un poco antes de que Matt me arrastrara hacia afuera de la habitación con tan sólo un pantalón de chándal, su sudadera que, obviamente me apropie y mis estúpidas pantuflas de conejito que creí que nadie vería. Todo porque el niño quería correr a despedirse de su, tan amado, Seth, lo cual era completamente absurdo, no es como si no se fuesen a ver nunca más.

En fin, toda yo era un desastre, en mi rostro se denotaban las horas faltantes de sueño, se me había abierto el apetito y por dentro sentía unas inmensas ganas de asesinar a mi lindo novio, quien por el contrario, lucia radiante con esa sonrisa cínica en su rostro y con esa pijama improvisada, armada por unos pantalones de deporte y una camiseta blanca sin mangas.

Él se mira de infarto y yo me miro como la vecina gruñona que correría a los chiquillos de su jardín.

— ¿sabes Matt? A veces te odio

El aludido tuvo la osadía de mantener esa sonrisa infernal en su rostro mientras picaba botones en la pared del ascensor y fingía no verme.

— ¿por qué lo dices caperuza?

Las puertas del elevador comenzaron a cerrarse y yo me crucé de brazos, aun molesta.

—y ¿todavía lo preguntas? En verdad eres un descarado.

—vamos nena, a ti te encanta mi desfachatez —se recorrió hacia la esquina del estrecho sitio y se recargó contra el espejo mientras me lanzaba una mirada que me aflojó las rodillas y que parecía ver a través de mi ligera ropa —por cierto ¿te colocaste de nuevo las bragas que te quité esta mañana?

Me sonrojé y me recorrí hasta la esquina contraria a él, casi como si fuese una presa asechada por el lobo feroz.

— ¿cómo podría? No sé en dónde las dejaste...

Casi podría jurar que vi una cola de lobo agitarse detrás de él.

—así que ¿no traes...?

— ¡por supuesto que sí! Me puse unas nuevas ¿sí? Las tomé de mi mochila... mientras te duchabas...

Me observó suspicaz

— ¿sabes algo caperuza? Nunca lo he hecho en un ascensor... —miró alrededor de las cuatro paredes.

—seguramente a los de las cámaras de seguridad les interese bastante tu idea pero a mí no, muchas gracias. —le señalé la cámara que se alzaba en la esquina superior del elevador

Matt dirigió su vista hacia donde le estaba indicando y frunció levemente el ceño.

— ¡mierda! —Exclamó — ¿acaso no comprenden nada acerca de la privacidad?

—estamos en un lugar público Matt. Tienen todo el derecho de colocar una cámara...

—apóyame en esto cielo.

—lo haría si me hubieses dejado dormir mis seis horas exactas.

Matt rodó los ojos y soltó una carcajada

— ¿disculpa? Pero ¿acaso no estuviste tú en total de acuerdo de hacerlo una vez más por la mañana?

Le lancé la mirada fría y despiadada que guardaba para situaciones de furia desmedida.

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora