23. HELPLESS

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Al entrar a la habitación, Matt comenzó a colocar sábanas limpias y, después se deshizo de la camiseta que traía puesta, se dejó los pantaloncillos de deporte que se había puesto después del baño, y se recostó en un lado de la cama, con la cabeza reposada sobre su brazo doblado, yo aún seguía parada frente a él sin saber cómo proseguir.

— ¿No piensas acostarte caperuza?— Inquirió relajado

—Eh...sí, creo que sí— Sonreí indecisa

—Entonces ¿qué esperas?— palmeó el colchón a su lado y sonrió pícaro— ¿Temes que te ataque durante la noche?

—Por supuesto que no...— Me quité los pantalones cortos y me dejé puesta la playera que Matt me había prestado y que me cubría hasta la mitad del muslo.

Sentí la mirada de Matt sobre mí y, algo en mi interior se convirtió en lava líquida. Sólo traía puesta su camiseta y unas bragas.

Era más factible que yo quisiera atacarlo a él...

Matt fácilmente podía convertirse en mi mayor debilidad, si quisiese, él podría destruirme y no quedaría ni rastro alguno. Y, al mismo tiempo, él era todo lo que alguna vez pude desear, y me hacía tan feliz como nada en mi mundo.

Cursi...

—Pues si no me tienes miedo, ¿por qué no te acuestas enana?

— Eh...supongo que sigo algo atontada— Me encogí de hombros— tú me pones nerviosa...

Matt siguió sonriendo y bromeó

—Y tú me pones muy caliente— levantó su mano solemne— pero prometo que, ahora mismo, sólo quiero dormir, así que ya ven cariño— me ofreció sus brazos

Sonreí. Apagué la luz de la habitación y corrí hacia sus brazos. Me metí debajo de las sábanas, lo abracé por la cintura y él enredó sus piernas con las mías. Sus manos me acariciaban la espalda de arriba a abajo y una de ellas se coló hasta mi trasero y lo apretujó suavemente. Matt estaba excitado, y sentí la prueba de ello contra mi vientre.

En su pecho pude sentir el sube y baja de su respiración y el retumbar de una ligera risa.

— No te pongas tan tensa caperuza. Así está mejor...relájate — aligeré la tensión de mis músculos y lo abracé más fuerte— Buenas noches caperuza

— buenas noches, lobo feroz, te quiero...

Comencé a cerrar los ojos somnolienta.

—y yo a ti nena, eres mi musa...

Con esa nebulosa frase, caí rendida entre los brazos de Morfeo.

Al día siguiente desperté envuelta en un millar de cosquilleantes sensaciones. Mi mente estaba nublada por el placer que me recorrió de pies a cabeza y que aterrizaba justo en el centro de mi femineidad, en dónde Matt, tenía firmemente puesta la cabeza.

Sus dedos hacían maravillas dentro de mi cuerpo y tocaban los puntos exactos que me hacían llegar más cerca del cielo. Su boca, succionaba entre sus labios mi clítoris, y su lengua, recorría de arriba a abajo todos los bordes de mi sexo.

— ¡Matt!— Chillé y supliqué para que la tortura terminara

Justo cuando sentía a mis músculos internos apretar los dedos de Matt, él detuvo todo ataque y se alejó de mí. Me di cuenta de que él no traía puestos los pantalones, que mis bragas estaban enredadas alrededor de mis tobillos y que la camisa de Matt que traía puesta estaba arremangada por encima de mis pechos desnudos. Matt deslizó lentamente su cuerpo sobre el mío y sus labios rozaron suavemente los míos.

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora