66. INGURISSHUBŌI

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— ¿de qué estás hablando Emme? —Lía se estiró todo lo que pudo para intentar mirar por la ventana.

—Estoy diciéndote que hay un pervertido en el edificio de enfrente... —susurré como si el tipo me fuese a escuchar —miró fijamente hacia mi falta de ropa —lo acusé molesta

—bueno... —Lía se levantó de su lugar y observó por la ventana sin ningún miramiento —técnicamente, él tiene todo el derecho a mirar por su ventana, y tú eres la exhibicionista que se pasea por la sala en ropa interior —noté que sonreía y saludaba con una mano hacia donde se encontraba el pervertido —dado que trae una taza en la mano y me está sonriendo avergonzado, dudo mucho que haya sido su intensión espiar a sus vecinas...además, está hecho un bombón

— ¡Lía! —le reproché mientras me deslizaba a través del suelo para alcanzar a cerrar las cortinas.

— ¿qué? —la muy graciosa brincó en su lugar cuando logré mi objetivo principal.

—eso no quita que sea un mirón y, además, tú tienes novio, no puedes estar coqueteando con otros hombres...

—No le estoy coqueteando, estaba siendo amable a través de la ventana... —rodó los ojos divertida

—pues no seas amable con un pervertido...

—puede que él solo estuviese admirando el cielo cuando tu apareciste frente a la ventana sin blusa

—y puede que se haya dado cuenta de que sus vecinas son mujeres...

—también puede que estés exagerando, además, ¿no se te hacia un poco tarde para el trabajo?

Abrí los ojos sorprendida de lo fácil que era distraerme y corrí directo a mi habitación para ponerme cualquier otra blusa, tomar mi mochila y salir como torbellino de la casa.

Lastimosamente, el encuentro con el mirón de mi vecino me hizo llegar cinco minutos tarde al trabajo, en donde mi jefa ya me esperaba con una enorme montaña de trabajo.

La mitad de mi día estuve corriendo de un lugar hacia otro dentro de los edificios de la universidad; preparando papeles, enviando fotocopias y sirviendo de secretaria para algunos de los profesores. Estaba por concluir mi turno laboral cuando me encontré con Daniel en el pasillo de una de las facultades.

Estaba pulcramente vestido, con un traje café obscuro, llevaba zapatos negros y sus habituales gafas se estaban resbalando por el puente de su nariz debido a que tenía fija la vista en el reloj de su muñeca. Él sólo se dio cuenta de mi presencia hasta que estuve a un metro de distancia, lo cual dificultó claramente cualquier intento de huida por parte de los dos. Me miró con una sonrisa incómoda plasmada en su cara.

—Hola Emme, ¿cómo te va? —al parecer, fue lo primero que se le ocurrió decirme.

Sonreí un poco nerviosa, sin siquiera saber por qué me sentía así.

Después de todo, yo no tengo nada de qué avergonzarme...

—Bien Dan, ya casi termina mi turno y aún tengo algunas hojas que repartir —era la frase perfecta para señalar el hecho de que tenía cosas que hacer.

Daniel asintió y, pude percibir su intención de comenzar la retirada cuando una voz masculina lo llamó desde detrás de mí.

—Profesor Denell —alguien estaba justo detrás de mí —tengo algunas dudas acerca del ensayo.

Cuando el chico pasó al lado mío, note que tenía el cabello cobrizo. Tal y como se miraba el cabello de mi vecino mirón.

—Oh, claro Will, dime que necesitas.

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora