EPÍLOGO

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Lía se encontraba empacando sus cosas por segunda vez desde que se había mudado de casa de su padre. Recientemente, Emmeline y ella habían terminado la universidad, la fiesta de navidad y de año nuevo habían pasado ya y, creyeron conveniente comenzar a buscar empleo. Emme había sido recomendada por Daniel para un empleo como coordinadora en una secundaria de San Antonio y tendría que mudarse a finales de ese mes antes de entrar a trabajar. Por otro lado, ella había conseguido una buena oportunidad como becaria en una revista de Nueva York.

Suspiró por milésima vez en ese día.

El aceptar ese empleo traería grandes cambios pero, el más grande de ellos tenía que ver con un chico apuesto de cabello largo.

Había tomado la decisión hace ya un tiempo y, fueron muchas las circunstancias las que la obligaron a mantenerse firme en ese asunto.

Ella y Seth tenían una buena relación, se llevaban muy bien y el sexo era completamente increíble, sin embargo la diferencia de edad hacía mella en sus pensamientos.

Seth estaba por comenzar la universidad ese año, así que se marcharía del pueblo por un tiempo, hace poco habían hablado del tema y él estaba dispuesto a adaptarse a cualquier universidad que se encontrara cerca de ella. Eso había sido muy lindo de su parte pero, Lía no quería que sus elecciones estuviesen ligadas a ella.

Observó como Emme cerraba otra caja más mientras que Matt las apilaba en la entrada. Observó a su par de amigos y volvió a suspirar mientras guardaba otro plato más en la caja.

Ojalá todo fuera tan fácil…

Seth merecía tener la libertad de elegir, y no limitar sus sueños sólo por ella, Lía deseaba dejarlo ir y que viviese sus sueños sin pensar en el bienestar de ella.

Lo mejor para ambos es que terminaran su relación.

Era fácil pensar en eso pero no el llevarlo a cabo, sobretodo porque Seth era alguien muy importante para ella; lo amaba y quería su felicidad, y sabía que si permitía que la siguiese, esa felicidad nunca llegaría.

Lía sonrió triste y cerró por fin la caja que tenia en sus manos.

Ojalá todo fuera tan fácil…

Pensó una vez más.

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