11. REVELIO

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— Vaya y yo que creí que no dejabas a cualquiera meterse en tus bragas ...— tomó mi barbilla entre su dedo índice y pulgar y mostró una sonrisa sin humor — que equivocado estaba...— se burló

Quité su mano de mi rostro de un manotazo, molesta.

— Eres un imbécil, — bajé la voz en un intento de contener la ira que se arremolinaba en mi interior, justo en la boca del estómago— bien que sabes que yo no soy así, pero claro— me crucé de brazos— como tú solo estás acostumbrado a ese tipo de mujeres crees que todas son iguales ¿no?

Todavía seguía avergonzada por lo ocurrido en el bar, extrañamente por el hecho de haber sido atrapados y no por haberme dejado enredar por él.

— No, no lo son. Al menos esas mujeres lo aceptan, en cambio tú, tu eres una mosquita muerta...

— ¡eres un cerdo!

Levanté la mano para intentar abofetearlo pero Matt detuvo mi mano antes de que llegara siquiera a tocarle la cara y me arrastro muy cerca de él, aprisionando con su brazo derecho mi cintura. Traté de soltarme, pero era bastante obvio que no podía hacer demasiado, frente a un tipo que me duplicaba el peso y, al parecer la fuerza.

— Cariño, — susurró con su rostro a solo unos centímetros del mío—este "cerdo", como me llamas, hace tan solo unas horas, te proporciono el orgasmo más fabuloso de tu vida— sonrió con suficiencia— seguramente el único... — rozó sus labios con los míos y, después, tan fácil como me tenía aprisionada, me dejo ir, mostrando una sonrisa llena de diversión y arrogancia.

Estaba furiosa, completamente furiosa. Siempre que el salía con una de sus estúpidas bromas sexuales, yo sabía cómo devolvérsela, como mantenerme alejada, sin embargo, ayer perdí la cabeza dejando que me besara y se diera cuenta de lo débil que me podía volver ante su presencia. Era un bastardo arrogante, eso es seguro, pero era un bastardo que sabía muy bien cómo besar, eso también era seguro.

Aun así, no estaba dispuesta a darme por vencida, vine aquí por respuestas y sabía que Matt me las podía dar. No lograba entender qué tipo secretos se guardaban Matt y mi mamá, mucho menos cual era la clase de relación que tenían, simplemente no podía terminar de acomodar las piezas.

— ¿No vas a rebatir el comentario?— indagó curioso y sonrió— eso solo quiere decir que mis suposiciones son correctas, además, al fin, por primera vez desde que nos conocemos, he logrado dejarte con las palabras en la boca.

Maldito bastardo arrogante hijo de perra...

Quería molestarme, y le estaba funcionando, cuando éramos más jóvenes le resultaba demasiado fácil hacerme enfadar; tratándose de nosotros dos, incluso cuando no parecía ser su intención hacerlo, en su interior disfrutaba verme echando chispas por los ojos y, aunque no lo quisiera admitir -y no lo haría aunque mi vida dependiera de ello- a mí también me encantaba discutir con él, adoraba verlo perder por unos segundos su risita de suficiencia, que frunciera las cejas molesto y que su posición cambiara a modo de defensa. Lo hacía ver demasiado sexy frente a mis ojos, era un delicioso chocolate caliente.

— no estoy rebatiéndolo porque, a pesar de que seas un asno insoportable, tus... habilidades amorosas son bastante buenas— aplaudí con emoción fingida— felicidades, tus conquistas agradecen tu experiencia sexual...— mi sonrisa era más falsa que su indignación ante el hecho de llamarle don Juan— pero no vine para hablar de tus habilidades manuales u orales, como sea...— rodé los ojos

— Bien— dijo suspirando y bajando los brazos a los lados— me rindo, ¿de qué quieres hablar caperuza?— alzó las cejas y sonrió por el apelativo

COLOREA MI CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora