— ¿Qué haces aquí?—Pregunté muy sorprendida y somnolienta.
— Hasta donde yo sé, vivo aquí— me sonrío de forma casi angelical.
Me reí sarcástica, sin humor.
— Muy gracioso, no seas bruto ¿Qué haces dentro de mi habitación?
Matt soltó una sonora carcajada. Parecía de lo más contento.
— Juro que toqué la puerta pero tú no contestaste— entre cerró los ojos— necesito algo...
— No contesté porque estaba dormida— me tallé los ojos y me enderecé un poco sobre los codos.
— Lo noté— su mano seguía en mi hombro, su pulgar haciendo pequeños círculos inconscientes. Me miró cómo si algo le entusiasmase —parecías... algo inquieta... ¿todo bien?
La forma en que me estaba tocando y su voz, hicieron que los recuerdos del sueño que tuve vinieran a mi mente en ráfagas. Mi rostro, seguramente, hecho todo un poema. Y cierta parte de mi anatomía lo suficientemente húmeda, como para avergonzarme.
Matt, que estés aquí no me está ayudando en nada... ¡lárgate!...
— To-todo bien— evité mirarlo a los ojos.
Matt se inclinó hacia mí. Su rostro a unos centímetros de mi rostro.
Seguía evitando mirarlo a la cara, en su lugar observé que su torso estaba cubierto, tan solo con una camiseta sin mangas, y sólo traía puestos, como pijama, unos bóxer short de cuadros azules y negros.
— ¿Estás...segura? Sonabas... realmente agitada.
— Completamente. ¿Qué quieres?
— Venía a pedirte algo... — se alejó velozmente de mí y se enfocó en las cosas que habían sobre mi mesita de noche.
De pronto soltó una risita bufona.
— ¡Qué locura Emme!
Fruncí el ceño, no entendiendo que era lo que le causaba tanta gracia de mi mesa. En ella solo estaban la lámpara, mi celular, unas aspirinas- solía dolerme la cabeza de estar tanto tiempo frente al computador-, mis gafas de lectura y...
¡Carajo!
Y ahí, debajo de mis anteojos, había una estúpida novela romántica, de esas que leen las señoras mayores y que contenían, muy explícitamente redactadas, escenas de "amor".
Genial... por lo que observo, acabo de regalarle a Matt aún más material para hacerme la vida imposible...
Mi "hermanito" soltó una risotada.
— Vaya... con que esas tenemos, señorita... — se burló sin mirarme a la cara y tratando de tomar de mi mesa la estúpida novela.
— No...— exclamé estirando las manos para alcanzarla antes que él, pero sus brazos eran más largos, y sus reflejos más rápidos.
Mierda...—quería llorar— ni mi madre, no, ni siquiera Lía sabía de mi afición por esas novelas...—y ahora, quien menos hubiera deseado que se enterase, estaba comenzando a hojear la novela, justo en donde había dejado el separador que traía dentro. Y no era una parte que deseara leer en voz alta.
— Matt, devuélveme eso— pedí estirando mi mano para arrebatarsela y levantándome sobre mis rodillas.
En lugar de hacer lo que le dije; claro que no lo iba a hacer, se levantó de la cama, evitando así que yo pudiera alcanzar la novela. Mientras que, con toda la alegría del mundo, comenzó a leer en voz alta el pasaje más meloso y provocativo de la novela. Con una voz teatral y serena, comenzó:
ESTÁS LEYENDO
COLOREA MI CORAZÓN
RomanceElla vivía en un mundo color de rosa. Él sabía que el mundo estaba pintado con muchas tonalidades diferentes... Emmeline Hood está cansada de intentar que Matthew Denell, su hermanastro, cambie su conducta tan atrofiada. Sin saber que la única forma...