7. ARLECCHINO

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— ¿cómo que tu novia? — fruncí el entrecejo mientras el arrancaba el automóvil— Matt ¿acaso estás tomando alguna sustancia rara?

Matt torció los ojos, mirando hacia la carretera

— Yo no me drogo Emme, y por favor colócate el cinturón, no queremos que nos multen ¿o sí?

— Entonces ¿qué mierdas te pasa? ¿Cómo que quieres que sea tu novia?— abroché mi cinturón

— Dije fingir serlo, lindura...— me interrumpió riéndose— a menos que tus deseos sean otros y quieras hacer de mi un jovencito decente.

El muy cabrón seguía burlándose de mí. Seguramente todo lo que me hacía, para él era solo un juego.

Un beso no quiere decir que quiera salir contigo, por más bueno que haya estado...

— No gracias, a ti nadie podría volverte un tipo decente...

— En eso te equivocas— se detuvo en un semáforo y me dirigió toda su atención— si tú me besas todos los días justo como anoche, podría aprender a ser monógamo. Ave de un solo nido — sonrió coqueto mirándome fijamente.

Desvié la mirada de su rostro algo avergonzada, no queriendo demostrar la emoción que sus palabras me causaron.

— Pues si tú no arrancas el jeep, habrá varios conductores molestos detrás de nosotros. — ignoré sus palabras engatusadoras y miré hacia la ventana mientras arrancaba el auto.

— Estas ignorándome deliberadamente.

No respondí

— Lo dejaré pasar, por el momento.

— ¿A dónde vamos?— pregunté después de unos segundos de silencio

— Ya lo había dicho antes, iremos al bar. — concentrado en el frente no dejó de sonreír— no mentí cuando le dije a nuestros padres que Rob necesitaba ayuda con el personal.

Roberto Márquez era el dueño del bar en donde trabajaba Matt. Ambos eran muy buenos amigos a pesar de la diferencia de diez años que existía entre ellos. Rob era de ascendencia mexicana, su personalidad era alegre, cálida y apasionada, demostraba esto último cuando se molestaba por algún borracho siendo mala copa; era capaz de soltar golpes certeros y hacia uso de un vocabulario muy extenso de palabrotas, era un hombre muy chapado a la antigua, de los que te abren la puerta y suelen defender el "honor de una dama". Sin mencionar que era un tipo atractivo, no poseía una belleza convencional; sus ojos eran obscuros y pequeños, enmarcados por gruesas pestañas, su nariz era ancha y algo aguileña pero era alto y su hombros eran lo bastante anchos en concordancia con su constitución parecida a la de un boxeador. Además de eso se cargaba con una barba completa de siete días que le sentaba de maravilla.

En fin, era un tipo muy agradable y caballeroso, ya varias veces le había ofrecido mi ayuda cuando no contaba con suficientes meseros. Como era un restaurante bar, los fines de semana siempre estaba a reventar, en su mayoría iban jóvenes universitarios; ya que había música de rock en vivo, comida y cerveza mexicana originales y una mesa de billar, siempre estaban dispuestos a pasar sus fines de semana enteros ahí.

— Matt, son apenas las once de la mañana, aún falta mucho para abrir el bar.

— Si bueno..., reservaron el lugar para una fiesta privada, ya sabes, una chica acaba de cumplir los veintiuno y va a celebrarlo en grande. Así que necesita ayuda para decorar y separar los suministros y las bebidas que se venderán.

— Entonces a lo que te referías con todo tu teatrito de la novia era mentira ¿no?, lo que en verdad quieres es que trabaje por ti, por tu falta de ayer...— quise acertar

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